Alimentación

Una dieta que no engorda, pero envejece

La ingesta de grasas durante la juventud podría predisponer a sufrir enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA demostraron que, en ratones de pocos meses de vida, un ligero aumento de lípidos en su dieta provoca desórdenes metabólicos, problemas en el aprendizaje, ansiedad, depresión y señales de envejecimiento en el cerebro. Y todo eso sin aumentar de peso.

5 Sep 2016 POR
La dieta aplicada a los ratones puede ser considerada equivalente a una dieta occidental actual.

La dieta aplicada a los ratones puede ser considerada equivalente a una dieta occidental actual.

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“Nosotros esperábamos que los ratones se volvieran obesos. Pero, para nuestra sorpresa, al final de los experimentos ni siquiera tenían sobrepeso”, confiesa Flavia Saravia, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio de Neurobiología del Envejecimiento (LNE) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

La sorpresa de los científicos del LNE se produjo en el marco de un conjunto de experimentos llevados a cabo con el fin de estudiar los efectos de las grasas sobre el desarrollo de ciertas estructuras del cerebro. Y lo que encontraron fue aun más sorprendente que la cuestión del peso.

“Apenas un ligero aumento de la cantidad de grasa en la dieta habitual de ratones jóvenes provoca desórdenes metabólicos, problemas cognitivos y emocionales, y signos de envejecimiento en ciertas áreas del cerebro”, consigna Saravia.

Tras dejar bien en claro que “estamos hablando de ratones y no de seres humanos”, la investigadora explica que se estudió a los animales “a lo largo de lo que sería su adolescencia y juventud”, y que la dieta aplicada “puede ser considerada equivalente a una dieta occidental actual”.

Los resultados del trabajo, que forman parte de la tesis doctoral de la bióloga Ángeles Vinuesa, fueron publicados en la revista científica Psichoneuroendocrinology.

Males de la época
En la imagen se ven las células microgliales que participan de la respuesta inmune innata inflamatoria en el hipocampo, provenientes de cortes de cerebro de ratones alimentados con dieta grasa. En el recuadro, se ven a mayor aumento y se observa su morfología, que puede cambiar en función de la condición del ratón, aumentando su estado de activación.

En la imagen se ven las células microgliales que participan de la respuesta inmune innata inflamatoria en el hipocampo, provenientes de cortes de cerebro de ratones alimentados con dieta grasa. En el recuadro, se ven a mayor aumento y se observa su morfología, que puede cambiar en función de la condición del ratón, aumentando su estado de activación.

En las últimas décadas, la sociedad occidental padece un incremento creciente de la incidencia de desórdenes metabólicos atribuidos a la dieta, como la obesidad y la diabetes tipo 2. Se trata de afecciones que predisponen para el posterior desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Mal de Alzheimer, entre otras.

“El objetivo de este trabajo fue estudiar cómo impacta un aumento ligero de la ingesta de grasa sobre el proceso de maduración del cerebro”, señala Saravia, y puntualiza: “Los mamíferos recién finalizamos ese proceso de maduración cuando alcanzamos la adultez”.

Como modelo mamífero, los investigadores utilizaron ratones, a los cuales dividieron en dos grupos. A uno de ellos (grupo control), le dieron de comer el alimento balanceado habitual. En tanto que, al otro grupo, lo alimentaron con el mismo producto pero adicionado con una ligera cantidad de lípidos.

Los experimentos abarcaron cuatro meses (entre el primer y el quinto mes de la vida de los animales). “Es una etapa que, por los cambios hormonales y el desarrollo cerebral, equivale a la adolescencia y a la juventud”, acota Saravia.

Durante ese lapso, los científicos controlaron el peso de los animales: “Si bien al comienzo los ratones que ingieren más grasa aumentan más rápido de peso, al final de los cuatro meses no hay diferencias significativas entre ambos grupos”.

También durante ese período efectuaron análisis de sangre: “Comprobamos que, al principio, en los ratones que recibieron una dieta más alta en grasa aumenta la concentración sanguínea de ciertas sustancias que indican la existencia de una reacción inflamatoria”.

Según la investigadora, dicha reacción “podría ser un signo prematuro de una enfermedad neurológica”.

Males psiquiátricos

Pasados los cuatro meses de tratamiento experimental, es decir ya en la adultez, se enfrentó a los animales a diferentes pruebas de comportamiento. Son tests que ya han sido validados internacionalmente para evaluar el funcionamiento de ciertas estructuras cerebrales, como el hipocampo y la amígdala, que están particularmente afectadas cuando hay procesos neurodegenerativos, sean estos fisiológicos (envejecimiento) o debidos a enfermedades como el Alzheimer.

Así, los dos grupos de ratones atravesaron distintos experimentos conductuales que permiten evaluar “actividades de la vida diaria”, aspectos cognitivos (aprendizaje, memoria a corto y mediano plazo) y emocionales (ansiedad, depresión). “Constatamos que el grupo alimentado con más grasa presenta una pérdida notable de habilidades cotidianas y, también, problemas cognitivos y emocionales”, afirma Saravia.

Flavia Saravia. Foto: archivo Exactas-Comunicación.

Flavia Saravia. Foto: archivo Exactas-Comunicación.

Finalmente, los científicos estudiaron microscópicamente algunas zonas del hipocampo, que es una de las pocas estructuras del cerebro que genera neuronas nuevas durante la adultez. Se sabe que esta capacidad neurogénica del hipocampo está afectada durante el envejecimiento.“Observamos una disminución significativa de la neurogénesis en los animales que ingirieron más grasa con respecto al grupo control”, revela la investigadora.

Por otra parte, los estudios microscópicos del hipocampo también muestran que en esos ratones hay una gran reactividad de la microglía, que son células que forman parte del sistema inmune propio del cerebro. “Podríamos decir que hay un estado de neuroinflamación. Y la inflamación y la neurodegeneración tienen muchos puntos en común”, señala, y anuncia: “Estamos trabajando para identificar cuál es el tipo de ácido graso de la dieta que produce esta reacción inflamatoria inicial, que sería lo que dispara la neurodegeneración”.

Males silenciosos

Uno de los aspectos originales del trabajo es que, a diferencia de otros estudios internacionales en los que los animales son sometidos a dietas exageradas en lípidos e hidratos de carbono, aquí solamente se aumentó de manera leve la cantidad de grasa del alimento. No obstante ese incremento moderado, los resultados muestran que es suficiente para generar procesos neurodegenerativos.

También, los análisis de sangre revelaron que ese ligero aumento de lípidos en la dieta de ratones jóvenes provoca resistencia a la insulina y aumento del colesterol, que son característicos de los desórdenes metabólicos.

Habitualmente, los desórdenes metabólicos son diagnosticados por síntomas clínicos como el sobrepeso o el aumento de la cantidad de azúcar en la sangre (glucemia). Sin embargo, al final de estos experimentos, los animales de ambos grupos presentaban pesos y glucemias similares.

“Generalmente, cuando uno va al médico, si no tiene un aumento de peso importante y no tiene hiperglucemia no se indaga mucho más si hay un desorden metabólico. Nuestro trabajo demuestra que, aun con esos parámetros normales, un individuo que ingiere una cantidad levemente mayor de grasa durante la juventud podría estar desarrollando de manera silenciosa estos desórdenes, así como signos prematuros de enfermedades neurológicas”.