En ratones, un equipo de investigación consiguió revertir parcialmente los daños que provoca la enfermedad de Alzheimer. Mediante un protocolo de restricción alimentaria, redujeron el déficit cognitivo y disminuyeron las lesiones cerebrales sin que los animales pierdan peso. Los resultados adquieren particular relevancia frente a la ineficacia de los tratamientos farmacológicos actuales.
Flavia Saravia
Un trabajo científico reveló que la ingesta de grasas durante la infancia y la adolescencia altera la formación de nuevas neuronas y la conectividad entre ellas antes de que el individuo alcance la adultez. También se demostró que afecta la memoria en esa etapa temprana de la vida. El estudio se efectuó en ratones alimentados con una dieta ligeramente aumentada en lípidos.
La ingesta de grasas durante la juventud podría predisponer a sufrir enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA demostraron que, en ratones de pocos meses de vida, un ligero aumento de lípidos en su dieta provoca desórdenes metabólicos, problemas en el aprendizaje, ansiedad, depresión y señales de envejecimiento en el cerebro. Y todo eso sin aumentar de peso.
Un equipo de investigadores argentinos descubrió que, en etapas tempranas de la enfermedad, ciertas células del cerebro utilizan la llamada “vía autofágica” para intentar eliminar los depósitos de proteína amiloide, causantes de la patología neurodegenerativa. Ahora, los científicos se proponen estimular esa vía para ayudar a las células cerebrales a lograr su objetivo.