Ecología

Soluciones basadas en la naturaleza

Un grupo de investigación trabaja desde hace años en la revitalización de un arroyo de la localidad de Claypole. Plantean la necesidad de un cambio de paradigma en la gestión del agua.

8 Jul 2025 POR

El arroyo San Francisco nace en el Partido de Almirante Brown, en el sur del conurbano bonaerense y recorre unos 15 kilómetros hasta desembocar en el Río de la Plata. Desde su naciente, las aguas del arroyo transitan entubadas hasta que emergen y circulan a cielo abierto en la localidad de Claypole. Allí, un equipo de científicas y científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, con la colaboración de una organización social comunitaria, trabajan desde hace años apuntando a mejorar las condiciones ambientales y sanitarias del lugar.

En 2019, NEXciencia daba cuenta de algunos de estos trabajos, que buscan combinar la investigación con la acción.

Ahora, como consecuencia de esa labor ininterrumpida, el grupo de investigación acaba de publicar un paper en la revista científica Journal of Environmental Management. Los resultados del estudio muestran los beneficios de pensar los problemas de gestión del agua a partir de soluciones basadas en la naturaleza.

Naturaleza versus cemento

Habían notado que gran parte de la contaminación del arroyo se debe a las aguas residuales de las casas, es decir, las que provienen del uso doméstico, como el lavado de utensilios y de ropa o la higiene de las personas. Se las denomina aguas grises o aguas usadas, y son distintas de las aguas negras, que son las que llevan la materia fecal.

El grupo observó que en las aguas grises que circulan por las zanjas vegetadas hay mayor actividad microbiana de biodegradación de contaminantes orgánicos.

En el área donde se efectuó el estudio, las aguas grises llegan al arroyo San Francisco de dos maneras: corriendo pegadas al cordón de la vereda de las calles pavimentadas o circulando por las zanjas vegetadas que hay a los costados de las calles de tierra. En el primer caso, se dice que las aguas drenan por una infraestructura gris y, en el segundo caso, que lo hacen a través de infraestructura verde, que es una infraestructura no planificada.

“En el trabajo que acabamos de publicar comparamos el impacto de ambas infraestructuras sobre la calidad del agua del arroyo”, señala Martín Graziano, Investigador del CONICET en el Laboratorio de Limnología de Exactas UBA.

Para hacer esa comparación, colectaron aguas grises provenientes de ambos tipos de infraestructura en distintos puntos de vertido al arroyo. Esos puntos de recolección estaban situados a lo largo de 1.250 metros del curso de agua, abarcando un área de drenaje que involucra 6.938 viviendas y 27.115 habitantes.

Martín Graziano. Foto: Diana Martinez Llaser

La recolección de aguas grises la efectuaron en invierno, en primavera y en verano, debido a que el clima es una variable que puede afectar los resultados.

Verde versus gris

En las muestras recolectadas midieron diferentes contaminantes. Entre ellos, materia orgánica, nutrientes como el fósforo o el nitrógeno y bacterias fecales.

La comparación estacional mostró que la temperatura y la lluvia juegan un papel importante en el estado del arroyo: “Vimos que, en verano, en las aguas grises hay mayor degradación de la materia orgánica y un aumento de los nitratos. Esto último lo asociamos a una mayor actividad microbiana, probablemente debida a la mayor temperatura”, explica Graziano. “El invierno, en cambio, es un momento crítico para el arroyo, porque el frío reduce los procesos microbianos de biodegradación y también porque, como llueve menos, el caudal del arroyo disminuye y, en consecuencia, los efluentes grises tienen mayor impacto contaminante”, añade, y aclara: “Estos efectos estacionales son independientes del tipo de infraestructura que transporte los efluentes grises al arroyo”.

“Es necesario pasar de un paradigma hidráulico, a un paradigma ecológico que tenga en cuenta la recuperación de los ecosistemas acuáticos y el uso sostenible del recurso”.

En lo que sí influye que la infraestructura sea verde o gris es en la capacidad de infiltración de las aguas grises. Porque la tierra de las zanjas vegetadas absorbe una gran parte de los efluentes de las casas, y esto tiene consecuencias beneficiosas para el arroyo: “Comprobamos que, independientemente de la estación del año, el caudal de aguas grises que llegan al arroyo a través de la infraestructura verde es significativamente menor que el que desagua por la infraestructura gris. En consecuencia, el impacto contaminante de la infraestructura gris es muy superior”.

Los resultados del estudio muestran que la infraestructura verde presenta otra ventaja: “Observamos que en las aguas grises que circulan por las zanjas vegetadas hay mayor actividad microbiana de biodegradación de contaminantes orgánicos”.

 

El paper recientemente publicado en el Journal of Environmental Management forma parte de la tesis doctoral de Bárbara Gomez, quien desempeña sus tareas de investigación en el Instituto Nacional del Agua. Además de Gomez y Graziano, firman el trabajo Nelson Diaz, Martín Saraceno y Rodrigo Sinistro.

Invitado a una reflexión final, Martín Graziano plantea la necesidad de tener otra mirada sobre la gestión del agua: “Es necesario pasar de un paradigma hidráulico, cuyo objetivo es proveer agua a los sectores que lo demanden, a un paradigma ecológico que tenga en cuenta la recuperación de los ecosistemas acuáticos y el uso sostenible del recurso. Considerar los beneficios de otro tipo de infraestructura, como la infraestructura verde, o las soluciones basadas en la naturaleza, posibilitan seguir pensando otra forma y otro tipo de gestión. Nuestro trabajo es un granito de arena hacia eso.”