Impacto temprano
Un trabajo científico reveló que la ingesta de grasas durante la infancia y la adolescencia altera la formación de nuevas neuronas y la conectividad entre ellas antes de que el individuo alcance la adultez. También se demostró que afecta la memoria en esa etapa temprana de la vida. El estudio se efectuó en ratones alimentados con una dieta ligeramente aumentada en lípidos.
Hay una creencia generalizada en que cuando somos chicos o adolescentes nuestro organismo puede sobreponerse a casi cualquier cosa y que el cuidado de nuestro cuerpo debe empezar en la adultez. Esa sensación de omnipotencia nos hace despreocuparnos, entre otras cosas, de los alimentos que ingerimos a diario.
Sin embargo, un estudio que acaba de publicarse en la revista científica Molecular Neurobiology invita a reflexionar acerca de esa creencia. Porque, según la investigación, una dieta ligeramente aumentada en su contenido graso es suficiente para provocar alteraciones en un cerebro joven.
“El objetivo de esta línea de trabajo es estudiar cómo impacta un aumento ligero de la ingesta de grasa sobre el proceso de maduración del cerebro”, señala Flavia Saravia, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio de Neurobiología del Envejecimiento (LNE) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Antes de lo pensado
En un estudio previo efectuado en 2016, el grupo de investigación del LNE había demostrado que un ligero aumento de la cantidad de grasa en la dieta habitual de ratones jóvenes provoca desórdenes metabólicos, problemas cognitivos y emocionales, y signos de envejecimiento en ciertas áreas del cerebro. Pero esos efectos negativos habían sido el resultado de alimentar a los animales con la dieta grasa a lo largo de cuatro meses (entre los 30 días y los cinco meses de edad).
Ahora decidieron investigar qué efectos puede tener esa misma dieta, pero aplicada durante un tiempo más breve y en etapas más tempranas de la vida. Para ello, los nuevos experimentos abarcaron solo seis semanas de la vida del ratón: entre el destete (que ocurre entre las tres a cuatro semanas de vida) y los dos meses de edad. “Es un período que equivale a la infancia y a la adolescencia”, ilustra Saravia.
Después de ser alimentados durante esas seis semanas con la dieta ligeramente aumentada en grasa, los animales fueron sometidos a pruebas estandarizadas de comportamiento, y los resultados fueron inquietantes: “Comprobamos que al finalizar la adolescencia ya hay alteraciones en la memoria”, informa Ángeles Vinuesa, primera autora del trabajo.
Además, los científicos estudiaron microscópicamente algunas zonas del hipocampo, que es una de las pocas estructuras del cerebro que genera neuronas nuevas durante la adultez (algo muy relevante para la memoria y el aprendizaje) y realizaron otro hallazgo: “También observamos que en el hipocampo la capacidad de generar neuronas nuevas está muy deteriorada al final de la adolescencia”, comunica Vinuesa. “Asimismo, vimos que las seis semanas de dieta grasa afectaron la maduración de las neuronas del hipocampo, lo que resulta en una menor capacidad de conexión entre ellas”, agrega.
En el estudio de 2016, las investigadoras e investigadores del LNE habían descubierto que la dieta ligeramente aumentada en grasa provoca una gran reactividad de la microglía -que son células que forman parte del sistema inmune propio del cerebro- lo que conduce a un estado de neuroinflamación.
“En este estudio, con ratones más jóvenes, comprobamos que la respuesta inflamatoria es mucho más elevada”, consigna Vinuesa, y advierte: “La respuesta inflamatoria es un fenómeno común de las patologías neurodegenerativas que se dan en el envejecimiento”.
Mensajeros del daño
Para tratar de comprender de qué manera la dieta ligeramente aumentada en grasa provoca estos efectos en el sistema nervioso central, el equipo de investigación del LNE diseñó un experimento in vitro: a un cultivo de células de la microglía le agregaron ácido palmítico (un ácido graso que predomina en la dieta occidental habitual), y observaron que, ante la presencia de esa molécula grasa, las células de la microglía reaccionan liberando una especie de vesículas, llamadas “exosomas”.
Entonces, les investigadores “cosecharon” los exosomas y, luego, las agregaron a un cultivo de neuronas. Después de un cierto tiempo, estudiaron el efecto: “Comprobamos que los exosomas alteran la morfología de las neuronas. En particular, vimos que cambian la forma de las espinas dendríticas, que es el sitio donde ocurre la sinapsis, es decir, donde se produce la comunicación entre las neuronas”, explica Juan Beauquis, investigador del CONICET y otro de los autores del trabajo. “Los exosomas generan espinas dendríticas de tipo inmaduro, lo que afectaría la comunicación entre las células nerviosas”, añade, y resalta: “Encontramos un paralelismo muy asombroso entre estos resultados in vitro y lo que observamos microscópicamente en los tejidos obtenidos a partir de los estudios in vivo, lo cual nos hace suponer que los exosomas serían las mensajeras del daño”.
“Ahora queremos identificar qué moléculas están contenidas en los exosomas”, anuncia Saravia.
Empezar desde chicos
Un aspecto singular del protocolo utilizado en el LNE lo constituye el hecho de que, después de sobrellevar las seis semanas de dieta experimental, los ratones no son obesos. Es decir, los efectos negativos de este tipo de alimentación no se hacen visibles por un aumento exagerado de peso y pueden pasar inadvertidos.
Es que, a diferencia de otros estudios internacionales en los que los animales son sometidos a dietas exageradas en lípidos e hidratos de carbono, aquí solamente se aumenta de manera leve la cantidad de grasa del alimento: “Es una dieta que puede ser equiparada a una dieta occidental actual”, acota Saravia.
No obstante ese incremento moderado de grasa, los resultados muestran que es suficiente para generar procesos neurodegenerativos a edades muy tempranas: “Nuestro estudio prueba que, al menos en este modelo animal, la dieta tiene un impacto inmediato”, subraya Saravia, y previene: “Produce efectos en un momento en el que al cerebro le ocurren cosas importantísimas, como alcanzar su madurez definitiva”.