Una dieta intermitente
En ratones, un equipo de investigación consiguió revertir parcialmente los daños que provoca la enfermedad de Alzheimer. Mediante un protocolo de restricción alimentaria, redujeron el déficit cognitivo y disminuyeron las lesiones cerebrales sin que los animales pierdan peso. Los resultados adquieren particular relevancia frente a la ineficacia de los tratamientos farmacológicos actuales.
A lo largo de toda la historia de la humanidad, el ayuno ha formado parte de prácticas culturales diversas: como técnica curativa, o para observar una tradición religiosa o, incluso, para manifestarse a través de una huelga de hambre.
Desde que, en 1935, el estadounidense Clive McCay demostró que la limitación alimentaria puede extender la vida de las ratas de tres a cuatro años -nada menos que un 33%-, el ayuno ha sido crecientemente abordado por la ciencia como objeto de estudio. Ello posibilitó corroborar en numerosos modelos animales que la restricción de la ingesta de calorías retrasa el envejecimiento y, por lo tanto, previene la aparición de dolencias asociadas al paso de los años. Por ejemplo, algunos tipos de cáncer o, también, patologías neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer.
Más allá de la cantidad de beneficios que describe la ciencia para la restricción calórica, uno de los grandes problemas que presenta esta estrategia para ser utilizada como tratamiento es que lleva a la pérdida de peso. Este inconveniente cobra particular importancia en la enfermedad de Alzheimer, que suele estar acompañada por una disminución significativa de la masa corporal del paciente.
Ahora, un trabajo científico publicado en la revista Neurobiology of Disease propone un protocolo de restricción dietaria que no solo no conlleva pérdidas de peso sino que, además, revierte parcialmente los daños que provoca la enfermedad de Alzheimer.
“Nuestros resultados con ratones indican que la restricción dietaria podría ser utilizada como una herramienta terapéutica para la enfermedad de Alzheimer”, informa Flavia Saravia, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio de Neurobiología del Envejecimiento (LNE) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Ratones a dieta
Para los experimentos, se utilizaron ratones transgénicos que reproducen la enfermedad de Alzheimer: “Es un modelo ampliamente validado para estudiar esa patología”, acota Saravia.
Cuando los animales habían alcanzado el estado adulto y ya padecían síntomas avanzados de la enfermedad fueron divididos en dos grupos. Uno de ellos pudo alimentarse sin límites durante 42 días. El otro grupo fue expuesto a una dieta intermitente: durante cinco días se les redujo en un 40% la cantidad de alimento que comían habitualmente, durante los nueve días siguientes se los dejó alimentar sin restricciones, durante otros cinco días se les volvió a reducir la comida un 40%, y así sucesivamente hasta completar los 42 días.
“Comprobamos que, al final del experimento, los ratones que fueron sometidos a la dieta intermitente tenían un peso similar al de los que se alimentaron sin límites”, consigna el bioquímico Amal Gregosa, primer autor del estudio. “Es decir que el peso que pudieron perder durante las etapas de restricción dietaria lo recuperaron en los períodos en los que comen sin limitaciones. O sea, no hay una verdadera restricción calórica”, explica.
Antes y después de atravesar el protocolo de restricción dietaria, los animales fueron evaluados mediante una prueba estandarizada que mide la memoria de corto plazo que, como sucede en los humanos, también está afectada en los ratones con Alzheimer: “Nuestros resultados muestran que la dieta intermitente mejora significativamente la performance de los ratones en esa prueba cognitiva”, revela Juan Beauquis, investigador del CONICET en el LNE.
Una de las características de la enfermedad de Alzheimer es la acumulación progresiva de depósitos insolubles de una proteína -llamada β amiloide- en ciertas regiones del cerebro, como el hipocampo. Si bien no se conocen las causas de la patología, se cree que esos agregados proteicos están íntimamente relacionados con el proceso neurodegenerativo: “Observamos que la dieta intermitente disminuye notablemente los depósitos de proteína amiloide en el hipocampo de los ratones”, declara Beauquis.
Tras dejar bien en claro que el estudio fue efectuado con ratones y que, todavía, se está lejos de que esto pueda ser aplicado en seres humanos, Saravia resalta la relevancia del trabajo: “Todavía no hay un tratamiento eficaz para esta patología. Los fármacos disponibles atenúan los síntomas, pero no detienen el progreso de la enfermedad. Nosotros, mediante un protocolo dietario simple y breve, logramos provocar una reversión de los daños que provoca la enfermedad de Alzheimer”.
Además de Gregosa, Beauquis y Saravia, el estudio publicado en Neurobiology of Disease lo firman Ángeles Vinuesa, María Florencia Todero, Carlos Pomilio, Soledad Rossi, Melisa Bentivegna, Jessica Presa y Shirley Wenker.
No haga esto en su casa
En los últimos años, el conocimiento producido en los laboratorios acerca de los beneficios de la restricción calórica se filtró hacia la sociedad y eso dio lugar a que, actualmente, esté de moda una dieta “rejuvenecedora” que se promociona por Internet: el denominado “ayuno intermitente”, que propone diferentes “fórmulas” que alternan días u horarios de alimentación y de restricción dietaria.
“En general, la gente que realiza esa dieta lo hace a partir de información que está disponible en la Internet y que no tiene sustento científico. No hay estudios concluyentes que den una garantía de seguridad del ayuno intermitente”, advierte Beauquis.