Universidad para el desarrollo
Luego de una extensa gestión a cargo de Alberto Dibbern, el rector de la Universidad de Villa María, Martín Gill, asumió como nuevo secretario de Políticas Universitarias. Entrevistado por NoticiasExactas, el funcionario detalló los ejes de su gestión, defendió las características de las nuevas universidades y sostuvo la necesidad de vincular el conocimiento con la producción.
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Sin lugar a dudas la alta rotación de funcionarios en la administración nacional no es una característica que haya distinguido a los gobiernos kirchneristas desde sus inicios. El ámbito educativo, en general, y el universitario, en particular, no ha sido la excepción. Por esta razón, el reemplazo del titular de la Secretaría de Políticas Universitarias constituye una novedad significativa.
Más aún cuando el funcionario saliente y el entrante presentan perfiles especialmente disímiles. Alberto Dibbern, que ocupó el cargo durante seis años, es un médico veterinario de 64 años, de extracción radical, que ocupó la presidencia de la tradicional Universidad Nacional de La Plata. Su reemplazo, Martín Gill es doctor en Derecho, tiene 38 años, es peronista y es rector, desde 2007, de la joven Universidad Nacional de Villa María, en Córdoba.
Más allá de estas diferencias, Gill –quien además viene de ocupar la presidencia del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN)- asegura que durante su gestión habrá más continuidades que rupturas.
– ¿Cuáles son las principales líneas de trabajo que se propone desarrollar?
– Esta ha sido una etapa de enorme crecimiento del sistema universitario en presupuesto, en la relación entre ese presupuesto y el PBI, en becas, en creación de nuevas universidades, en recuperación del salario docente y no docente, en conquistas -como el 82% para los trabajadores docentes-, en programas de mejoramiento de la calidad en distintas áreas disciplinarias. Venimos para continuar con los grandes principios que han sido rectores en esta etapa de la gestión y, por otro lado, profundizar dos o tres aspectos que hacen al diseño de la gestión. Por un lado, profundizar la inclusión en la universidad pública. Este es un principio que parte de considerar a la educación no como un servicio sino como un derecho. Esto ha permitido que en nuestras universidades exista, de manera creciente, una primera generación de estudiantes universitarios. Entonces avanzar en términos de acceso a la educación superior nos está planteando no sólo profundizar la política de becas, si no también, otros aspectos como la inclusión de personas con discapacidad, el acceso de comunidades originarias, replantear la articulación con la educación secundaria y un conjunto de políticas activas que hacen al bienestar estudiantil.
– ¿En qué consisten los otros dos ejes?
– Un segundo eje apunta a vincular fuertemente el conocimiento con un modelo de desarrollo industrial. Esta es una demanda que hoy tiene el país y que requiere, de parte nuestra, estar a la altura de las circunstancias. Por eso creemos imperioso profundizar los vínculos con otras áreas ministeriales, vincular a la universidad con los planes estratégicos que se han planteado como el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial (PEA). En definitiva, una universidad al servicio de un proyecto nacional. Me parece que se han dado pasos pero es necesario profundizarlos, sistematizarlos y visibilizarlos mucho más. Y el tercer gran eje pasa por hacer una universidad cada vez mejor en el uso responsable de los recursos y esto implica dos aspectos. Por un lado mejorar la calidad de nuestros procesos, del proceso que nace en el aula, que impacta en un proyecto de investigación y que repercute en una comunidad a través de la extensión. Y, por otro lado, esa mejora no sólo se debe dar en el proceso de enseñanza y aprendizaje si no también en el perfil del estudiante que uno aspira a formar desde la universidad. La universidad debe ser también una escuela de ciudadanía, debe formar ciudadanos comprometidos con su región, con el país, que ponga el interés público por sobre sus intereses individuales.
– ¿Cómo ve usted la disposición del sistema universitario para profundizar la vinculación con este nuevo modelo productivo?
– Conozco a los actores del sistema universitario y sé que comulgamos con este gran objetivo que se asume, no como una imposición de una política, si no como una coordinación de las políticas que se pueden diseñar desde un área, como es la Secretaría, con las políticas que se definen en cada universidad en el ejercicio de su autonomía responsable. La incorporación de este adjetivo al atributo que otorga la Constitución a la universidad, que es la autonomía, implica saber que esa autonomía está depositada por el pueblo para poder ejercer esa herramienta al servicio del desarrollo de la Nación. En esto hay una coincidencia absoluta. El ejemplo de la participación de las universidades en el PEA creo que marca el camino. Además queremos articular fuertemente lo que las universidades vienen haciendo en relación con desarrollos, investigaciones, herramientas de vinculación tecnológica, de innovación que están siendo muy exitosas en pequeños territorios. Nosotros sabemos que hay una decisión política de enmarcarnos en esa línea pero también hay una disposición de los actores del sistema universitario a transitar ese camino, que lo vienen haciendo y que necesitamos que se profundice.
– En ese sentido, ¿imaginás una profundización de la relación de cada universidad con los sectores productivos locales que la rodean?
– Sí, porque tenemos que aprovechar el modelo de distribución territorial. Con las nuevas universidades todas las provincias tienen su universidad y en sus proyectos institucionales esto surge con mucha fuerza. Necesitamos vincular las universidades con las cadenas de valor de cada una de las regiones, con los gobiernos locales y con las instancias regionales para que estos actores planteen el pool de demandas que tienen y que requieren del aporte del conocimiento. No puede haber un divorcio entre producción, trabajo, desarrollo, industria y la universidad inserta en ese territorio. El camino del desarrollo pasa por la vinculación de estas fuerzas.
– Esta posición viene a contrastar con una cierta posición aislacionista que asumió la universidad en algunas etapas históricas.
– El aislacionismo en la universidad ha sido una constante, fundamentalmente en el siglo XX. En muchos casos esto ha respondido a que las universidades fueron cajas de resonancias de las interrupciones de los gobiernos democráticos y sufrieron enormemente. Entonces la autonomía se entendía como un escudo de protección ante una fuerza invasora. Eso fue generando esta visión, a la cual, seguramente, también contribuyó la propia universidad y lo digo como rector en uso de licencia, a veces nos hemos mirado más a nosotros mismos que al contexto en el cual nos desarrollamos. Pero desde el retorno a la democracia, la universidad empezó a repensar la autonomía ya no como una herramienta que me aísle del contexto si no como una responsabilidad. La universidad es sostenida por la decisión política del Estado pero requiere del esfuerzo de mucha gente, incluso de muchos que ni siquiera van a llegar a la universidad. Esto debe implicar, para la universidad y para cada universitario en particular una responsabilidad social particular.
– Desde su punto de vista ¿por qué sigue pasando el tiempo y no se aprueba, la tantas veces prometida, nueva Ley de Educación Superior?
– Yo creo que es un tema que permanece latente en el sistema y que hay que avanzar en la construcción de consensos, en profundizar el diálogo entre los distintos actores del sistema para permitir un avance normativo en la materia. Es cierto que durante los últimos tiempos por vía de resoluciones ministeriales y otros instrumentos se fueron cubriendo vacíos que nos permiten sostener un paradigma de la educación superior absolutamente diferente del que teníamos una década atrás. Nosotros hemos tratado de recoger los aportes que han hecho distintos actores desde el ámbito legislativo, desde la propia Secretaría, desde el CIN, las universidades privadas, la CONEAU. Me parece que hay entablar un marco de confianza entre todos los actores y sistematizar todas estas coincidencias que todavía no se han podido plasmar en un cuerpo.
– Es que esos mismos actores suelen afirmar que hay un consenso casi total en relación con la norma ¿Cuál es el tema o los temas específicos en los que se presentan visiones distintas?
– Hoy no sabría advertirlo. Creo que falta generar mecanismos de diálogo entre los distintos cuerpos que conforman el sistema y que han elaborado documentos particulares. Lo que no existe todavía son documentos que integren esas visiones particulares. Creo que hay que establecer caminos de diálogo para que se genere un contexto sobre el cual se pueda avanzar.
– ¿De qué manera caracteriza la creación de nueve universidades desde 2003? Es un proceso que suele recibir algunas críticas.
– Si tomáramos los últimos treinta años podríamos marcar que el sistema universitario ha cambiado en su conformación. Hoy tenemos un modelo universitario distribuido territorialmente, con comunidades académicas más pequeñas, con mayor flexibilidad, con mayor contacto con la realidad y con el entorno. Te lo digo viniendo de una universidad del interior y de una universidad pequeña, donde uno advierte que este diálogo es más directo, más inmediato. En las universidades nuevas, por caso Villa María, el 93% de los egresados son primera generación de graduados universitarios. Hoy la universidad llega donde antes no llegaba. Esto mismo lo podíamos replicar en el caso de las universidades del Conurbano. Cada una ha diseñado un modelo diferente a partir de ese diálogo con el contexto en el cual participa. El CIN no ha tenido una posición única. Ha manifestado posiciones conforme a los distintos proyectos y ha efectuado sugerencias. Hoy la Universidad de Río Negro, de Tierra del Fuego, de Chilecito, Chaco Austral, Avellaneda, Merlo, Moreno, Florencio Varela, José C. Paz, Villa Mercedes en San Luis, son expresiones de ese nuevo modelo universitario. Sí creo necesario, hacia adelante, pensar nuevas estrategias para continuar respondiendo a esa expansión de la educación superior. Y para eso el CIN está pensando otras líneas de acción. Una es la posibilidad de unir universidades existentes para atender necesidades territoriales, como es el modelo de los centros regionales de educación superior. Otra, es responder a planes de expansión que las propias universidades puedan ir planificando en base a las necesidades del territorio. Lo que sí creemos es que esos procesos de expansión deben ser absolutamente coherentes con las demandas del territorio, incluso en muchos casos para responder a demandas puntuales que se planteen y que quizás logren ser satisfechas con un año o dos de dictado y luego aparezca otra demanda. Es decir, modelos más flexibles con esa capacidad de respuesta.