El desafío de una segunda Reforma
En el marco de los eventos llevados a cabo para conmemorar la declaración de la independencia, alrededor de 30 casas de altos estudios de todo el país organizaron el «Foro Universitario por el Bicentenario». Entre las múltiples actividades, destacados intelectuales debatieron sobre el presente y el futuro de la Universidad pública en Argentina. Alertaron sobre el peligro de un avance del neoliberalismo en los claustros.
Doscientos años de independencia no se cumplen todos los días. De hecho, es algo que ocurre sólo una vez en la historia de cualquier nación. La trascendencia del acontecimiento invita a que la conmemoración no se limite a una serie de actividades protocolares que, además, corren el riesgo de enmascarar, tras las luces y los desfiles, políticas y valores absolutamente opuestos al suceso histórico que se viene a celebrar.
Con el objetivo de que ese peligro no se materialice, más de 30 universidades públicas de todo el país organizaron el «Foro Universitario por el Bicentenario 1816-2016. Conquistas. Controversias. Desafíos». El texto de la convocatoria señala: «Hoy asumimos el compromiso de pensar el Bicentenario. Estamos convencidos de que estos debates seguirán contribuyendo a la construcción de un sistema educativo democrático, amplio, plural, laico y gratuito desde y en todos los rincones del país».
A lo largo de tres semanas se organizaron más de un centenar de actividades en la Ciudad de Buenos Aires y en distintas provincias, de las que participaron líderes sociales y destacados referentes académicos, en las que se abordaron temas como: deuda externa; las matrices productivas argentinas; identidades y diversidad cultural; la conquista de los derechos humanos, civiles y sexuales; la deuda social; ciencias, tecnología y modelo de desarrollo; soberanía y Malvinas en el siglo XXI; la producción cultural y los medios de comunicación; la democracia y sus desafíos; la participación de las mujeres del SXIX al XXI; los trabajadores en la vida política argentina, entre otros.
La última jornada tuvo lugar en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Allí se desarrolló una mesa redonda cuyo tema de debate fue la universidad pública. Participaron: el filósofo y politólogo Eduardo Rinessi, ex rector de la Universidad de General Sarmiento; Federico Schuster, filósofo, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA); Diego Tatián, filósofo, decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, y Adriana Puiggrós, pedagoga, ex presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados y ex ministra de Educación de la Provincia de Buenos Aires.
Durante sus intervenciones, los intelectuales advirtieron sobre el peligro de la mercantilización del conocimiento, develaron lo que se esconde bajo tópico de la «calidad educativa», advirtieron sobre la necesidad de que la universidad se abra y coordine estrategias con diferentes sectores del campo popular y llamaron a trabajar para desarrollar un nuevo Manifiesto Liminar para el año 2018 cuando se cumpla el centenario de la Reforma Universitaria.
Dos modelos en pugna
Schuster comenzó su intervención afirmando que en la actualidad está en debate la idea misma de universidad. En ese marco, describió la existencia de dos modelos contrapuestos. El primero, representado por la visión de la Organización Mundial del Comercio, que considera la educación superior como un servicio y, por lo tanto, debe regirse por las reglas del mercado. El segundo es el representado por la declaración final de La Conferencia Regional de Educación Superior organizado en 2008 por la UNESCO, en la ciudad de Cartagena, que establece que la universidad es un bien público social, un derecho humano universal y un deber del Estado.
Para el filósofo, en nuestro país, algunos sectores del poder a través de los grandes medios de comunicación, están planteando este debate desde una concepción que entiende a la universidad como una institución acreditadora que debe garantizar determinados productos. «Es un modelo eficientista, productivista, mercantilista y, podría decir, privatista», definió. Esta noción, considera que la universidad forma parte del gasto estatal, que debe reducirse siempre porque la emisión del gasto es lo que provoca inflación y la inflación afecta el funcionamiento de los mercados. La contracara de esta visión es promover que las universidades tengan que generar sus propios recursos.
«¿Cómo encaramos ese desafío?», se preguntó Schuster. Para el intelectual, la única forma de enfrentar el futuro que se viene para las universidades públicas es en forma conjunta, estableciendo redes de cooperación y solidaridad mutua. «Necesitamos articular para ver de qué manera se garantiza el derecho a la educación y para intervenir en la escena pública, a partir de las capacidades de docentes e investigadores, planteando propuestas alternativas en grandes debates estratégicos del país».
Finalmente, adelantó que en 2018 se va llevar a cabo, en Córdoba, una nueva Conferencia Regional de Educación Superior. «Allí se va a dar el gran debate: Como país, ¿qué universidades vamos a sostener? ¿Universidades entendidas como garantizadoras de derechos o universidades entendidas como mercancías?», interpeló Schuster al auditorio.
Zapatero a la universidad
A su turno, Rinessi comenzó subrayando que, si había que pensar a la universidad como un derecho, le parecía más interesante definirla «como un derecho colectivo de los pueblos mas que como un derecho individual. Esto -dijo-, puede entenderse de muchas maneras, pero sin dudas quiere decir que todos los hijos del pueblo tienen que tener la opción de asistir a ella».
Para seguir fundamentando esta línea de pensamiento, Rinessi recurrió a un libro del filósofo francés Jacques Ranciere, en el que discute con Platón la vieja pregunta acerca de quién tiene derecho a la filosofía. Platón resuelve este interrogante recurriendo a la diferente naturaleza de las personas. Entonces, hay personas que han nacido para guerrear y está muy bien, para una distribución justa de los bienes y de los males sociales, que sean guerreros; hay personas que han nacido para filosofar y está muy bien que sean filósofos, y hay otras personas que han nacido para hacer zapatos y está muy bien que sean zapateros. «Platón manda a los guerreros a sus batallas, a los filósofos a su filosofía y a los zapateros a sus zapatos y solamente a sus zapatos».
Para Rinessi, lo que Rancière demuestra es que así como la excelencia del filósofo es producir una filosofía excelente, y la excelencia del guerrero está en dar batallas excelentes, la excelencia del zapatero consiste menos en hacer zapatos excelentes que en haberse comprometido a no querer hacer otra cosa que zapatos.
«Esa idea de Rancière -reflexiona Rinessi- me parece muy interesante, en este preciso momento argentino, para pensar que, para que un zapatero además de zapatero pueda ser ciudadano y tenga derecho a la universidad, la única posibilidad pasa por llevar adelante políticas estatales, institucionales, tendientes a corregir las injusticias del mundo social. La otra alternativa es considerar que ese tipo de política es inútil, que es tirar la plata porque nada cambiará, los zapateros sólo pueden hacer zapatos», completó.
De 1816 a 1918
En el comienzo de su exposición, Diego Tatián anunció que su intención era insertar en la conmemoración de la independencia en otra conmemoración, la de la Reforma Universitaria de 1918. Y expresó su preocupación de que, al cumplirse un siglo de ese acontecimiento, en la nueva conferencia regional de Educación Superior que se va a desarrollar en la Universidad de Córdoba se pueda terminar traicionando los valores fundamentales de esa gesta.
«La reforma universitaria fue un hecho de transformación social, de revolución cultural y una afirmación del latinoamericanismo», definió, y agregó, «desde mi punto de vista, ha habido una malversación de esa herencia porque la Reforma ha sido un acontecimiento orientado por la idea de derechos y hay una acepción de la Reforma que, en cambio, lo que busca hacer es perpetuar los privilegios en la universidad».
Para Tatián hay una tradición liberal de la Reforma, que ha sido preponderante, y que hace eje en una determinada noción de autonomía que no es la que guió a los reformistas. Se trata de una «autonomía negativa» que sustrae a las universidades de su entorno social. «Me parece que hay que resignificarla como una autonomía que no es autismo ni independencia sino que se compromete con los dramas sociales. Yo creo que, según el legado reformista, esa autonomía no era tanto del Estado como de la Iglesia. Pero hoy ha mutado y la principal amenaza para la autonomía es el mercado».
Profundizando esa línea, Tatián consideró que existe un intento de subordinación de las universidades a las empresas y puso como ejemplo una serie de palabras como innovación, excelencia, calidad, mérito, competencia, provenientes del mundo empresarial que hoy resultan habituales en el léxico universitario. «Creo que el proceso de contrarreforma pasa por tratar de subordinar la tradición emancipatoria de la universidad latinoamericana a lo que popularmente se conoce como ‘Plan Bolonia’, que implica la introducción del sistema de créditos, reducción del grado, bancarización de becas, consejos consultivos con preponderancia de empresas, etc». Y completó: «la conmemoración del espíritu originario de la Reforma exige una recuperación de su sentido social, de su sentido popular y, sobre todo, de un obrerismo que estuvo originariamente en la gesta del 18».
¿Y, dónde esta el sujeto (universitario)?
Adriana Puiggrós se refirió a la etapa de gobiernos kirchneristas para señalar que, durante esos años y sin que se tuviera conciencia de ello, el proceso de colonización neoliberal del sistema educativo, que comenzó en los 90 con los programas del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), siguió adelante. Y ejemplificó: «Si no fuera así no podría explicarse cómo, en la actualidad, los chicos de las escuelas agrotécnicas de Santa Fe, están estudiando con programas hechos por Monsanto».
Para la pedagoga, esos mismos intereses fueron los que se opusieron activamente, durante una década, a que se votara una nueva Ley de Educación Superior (LES). Y fueron, también, los que pusieron el grito en el cielo cuando se aprobó la modificación de la LES en noviembre de 2015 (ver nota de NEX). «Desde los editoriales del diario La Nación salieron a gritar: ¡populismo, demagogia! Retomando lo dicho por Rinessi: que el zapatero que se ocupe de los zapatos», ironizó.
La ley modificatoria estableció claramente, entre otras cosas, el ingreso irrestricto, la gratuidad de los estudios de grado, la prohibición de cualquier tipo de acuerdo de mercantilización de la educación universitaria y establece que las universidades deberán rendir cuentas no sólo por los fondos presupuestarios sino también por lo propio producido. «Ese artículo es el que provoca que los rectores de la Universidad de La Matanza y de San Martín presenten un amparo ante la Justicia para frenar la aplicación de la norma», deslizó.
«Es evidente que estamos frente a un problema serio y es evidente que tendríamos que llegar al 2018 con un nuevo Manifiesto Liminar, con todo lo que eso significa. Creo que hay condiciones para una nueva reforma universitaria», sentenció Puiggrós y completó: «Tengo fuertes deseos de que surja un sujeto universitario capaz de antagonizar con el sujeto que sí supo constituir el neoliberalismo».
Imagen y sonido
La grabación completa con las intervenciones de los cuatro expositores en:
https://www.youtube.com/watch?v=P9tq-R15igM