
El gobierno paralizó totalmente la construcción del CAREM, el primer reactor de potencia de diseño ciento por ciento argentino, cuando ya se encontraba con un grado importante de avance en su desarrollo. Además, anunció su reemplazo por otro reactor que apenas existe en los papeles. Se trata de un nuevo paso en el ajuste contra el sistema científico y tecnológico nacional o de la rendición ante intereses geopolíticos que no quieren que la Argentina se convierta en un actor importante en el mercado internacional de generación nucleoeléctrica.