
El límite es el suelo
Uno de los mayores problemas para controlar la transmisión del Chagas es que las vinchucas se hacen resistentes a los insecticidas. Un equipo de investigación mostró que estos insectos pagarían esa resistencia con una pérdida en la capacidad de vuelo.
Desde que, por su toxicidad, se prohibió el uso de compuestos organofosforados y de carbamatos como insecticidas, los piretroides quedaron como la única opción disponible para combatir a la vinchuca, insecto transmisor de la enfermedad de Chagas.
No obstante, con el tiempo, la fumigación repetida con piretroides empezó a generar bichos resistentes al insecticida. Hoy, uno de los mayores problemas para controlar la transmisión del Chagas en la región del Gran Chaco son esos focos de resistencia.
En el Laboratorio de Eco-Epidemiología (LE) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (Exactas UBA) trabajan desde hace casi veinte años en tres municipios lindantes con El Impenetrable chaqueño. Hacia allí van regularmente para llevar a cabo un programa de investigación y control que tiene por objetivo eliminar a las vinchucas de los hogares para, de esta manera, interrumpir la transmisión doméstica del Chagas. Así, lograron eliminar las vinchucas de las casas de Pampa del Indio, uno de esos tres municipios.
La fumigación repetida con piretroides empezó a generar vinchucas resistentes al insecticida. Ese es uno de los mayores problemas para controlar la transmisión del Chagas.
Pero, ese logro está permanentemente amenazado por las poblaciones de vinchucas resistentes que habitan los municipios vecinos. Por eso, desde hace algunos años, una línea de investigación del LE está dedicada a estudiar esos focos de resistencia para poder combatirlos.
En este camino, ya reunieron alguna evidencia de que las vinchucas resistentes a los insecticidas no son invencibles. De hecho, en 2022 comprobaron que se las puede combatir mediante un método alternativo, que utiliza a los perros como cebo. Y en 2023 demostraron que resistirse al insecticida tiene costos para el bicho: se reproduce menos, demora más en desarrollarse y tiene menor supervivencia. O sea, la energía que gasta en sobrevivir a las fumigaciones resulta en una tasa de crecimiento poblacional más baja.
Precisamente, en un trabajo publicado el año pasado el grupo del LE constató que las poblaciones de vinchucas resistentes no se expanden de manera desmedida sino que, más bien, mantienen más o menos constante la cantidad de individuos y se dispersan poco en el espacio.
El equipo encontró cambios morfológicos en las vinchucas resistentes que sugieren que habría una “compensación” entre resistencia y capacidad de vuelo.
Este último resultado, planteó la hipótesis de que la resistencia a insecticidas provocaría cambios en la forma de las alas y de otras estructuras relacionadas con el vuelo lo que, en consecuencia, afectaría la dispersión del insecto.
Decidieron demostrarlo.
Vuelo limitado
Trabajaron con tres grupos de vinchucas: muy resistentes, medianamente resistentes y susceptibles a los insecticidas piretroides. En cada grupo, estudiaron las estructuras relacionadas con el vuelo. Lo cual, obviamente, incluye a las alas: “Cada una de las partes del ala cumple una función diferente y, en consecuencia, los cambios morfológicos en alguna parte del ala tienen consecuencias en el tipo de vuelo que pueden tener estos insectos. Por ejemplo, vuelos cortos o vuelos largos y ágiles”, explica Julieta Nattero, investigadora del CONICET.
También, evaluaron el desarrollo de los músculos alares: “Los insectos que no tienen músculos alares, o que los tienen muy poco desarrollados, no tienen capacidad de volar. Eventualmente, pueden dispersarse caminando, pero no volando”.
“En las vinchucas resistentes, observamos que las alas son más anchas y angostas, lo que sugiere un vuelo menos eficiente”.
Además, midieron la distancia entre los ojos anteriores y posteriores: “Además de los ojos grandes, compuestos, que vemos en la parte anterior de la cabeza, los insectos tienen un par de ojos muy chiquitos, simples, en la parte posterior. Y se sabe que la distancia que hay entre ambos ojos es crítica para que el insecto pueda integrar la visión, lo cual es indispensable a la hora de volar”.
Finalmente, reunieron los datos obtenidos de los tres grupos de vinchucas y los compararon: “Uno de los resultados más significativos que encontramos es que en las vinchucas susceptibles la forma de las alas está asociada a vuelos sostenidos, largos. Además, las diferentes partes que están involucradas en el vuelo, como la cabeza y las alas, están más integradas y con menos disparidad morfológica, es decir, están más ajustadas a la función de volar”, cuenta Nattero. “En cambio, en las vinchucas resistentes, encontramos que la integración de estos rasgos asociados al vuelo es menor; las alas son más anchas y angostas, lo que sugiere un vuelo menos eficiente”.
Según escriben Victor Maza, Victoria Cardinal y Julieta Nattero en el paper que acaban de publicar con los resultados del trabajo, esos cambios morfológicos en las vinchucas resistentes sugieren que habría una “compensación” entre resistencia y capacidad de vuelo. Es decir, los insectos “pagarían” la capacidad de sobrevivir a las fumigaciones con una pérdida en la capacidad de vuelo.
“En este trabajo vemos que, de nuevo, aparecen costos asociados a la resistencia”, señala Cardinal, investigadora del CONICET y profesora de Exactas UBA. “De todos modos, para el bicho, ese límite en la capacidad de dispersión no sería un problema, porque puede quedarse en ese nicho y prosperar”, comenta. “Para nosotros es ventajoso que se quede en ese nicho y no pueda irse a otro lado a transmitir la resistencia”, continúa. “Estos resultados nos permiten pensar y desarrollar mejores estrategias de control en esta área resistente”, concluye.