Salta un paradigma
Científicos de Exactas UBA descubrieron que un antecesor de las ranas -que vivió hace unos 250 millones de años y que ya tenía un esqueleto preparado para desplazarse a los saltos- no saltaba, sino que caminaba como los lagartos. El hallazgo refuta la idea hasta ahora vigente de que la locomoción saltatoria –propia de ranas y sapos- fue una ventaja adaptativa. Las nuevas hipótesis.
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La evolución es un larguísimo proceso de prueba y error. Por diferentes causas y de manera constante, el ADN de los seres vivos sufre alteraciones que, en ciertos casos, causan modificaciones del organismo. Si estos cambios azarosos otorgan alguna ventaja adaptativa a algún individuo, es muy probable que este ejemplar “distinto” sobreviva y se multiplique. A lo largo de millones de años, este proceso es el que ha dado lugar a la diversidad de especies que conocemos hoy.
Las ranas y los sapos actuales poseen estructuras óseas muy particulares que son las que les permiten -en tierra- desplazarse a los saltos. Siempre se consideró que la locomoción saltatoria fue lo que -hace millones de años- le dio a estos animalitos una ventaja para sobrevivir.
Sin embargo, un estudio publicado en la prestigiosa revista científica Paleobiology contradice esa idea: “Nosotros refutamos de manera contundente esa hipótesis. Nuestros resultados indican que, en su origen, esa morfología no estuvo asociada a la locomoción a saltos”, revela Raúl Gómez, investigador del CONICET en el Laboratorio de Paleontología Evolutiva de Vertebrados de Exactas UBA, y uno de los autores del trabajo científico que también firman Andrés Lires e Ignacio Soto.
Caminaba
Para arribar a esa conclusión, los investigadores analizaron exhaustivamente el fósil de un ancestro lejano de las ranas (llamado Triadobatrachus massinoti) que habitó nuestro planeta hace unos 250 millones de años.“Fue hallado en Madagascar en 1936 y el original está depositado en el Museo de Historia Natural de París. Nosotros contamos con uno de los pocos moldes de alta resolución que hay en el mundo”, señala Gómez.
Varios estudios anteriores habían demostrado que el Triadobatrachus ya contaba con la estructura ósea necesaria para una locomoción saltatoria. Estas observaciones habían llevado a la comunidad científica a sentenciar que aquel animal se desplazaba a los saltos.
Apartarse de ese paradigma fue lo que le posibilitó a los investigadores argentinos pensar el problema de una manera diferente. “Hasta ahora, se pensaba al Triadobatrachus como una rana y los estudios que abordaban la relación entre forma y función se hacían casi exclusivamente con ranas”, explica Gómez. “Nosotros quisimos poner a prueba esta ‘sabiduría popular’ que existía dentro del ambiente científico y decidimos incluir en el estudio a las salamandras, que tienen un cierto grado de parentesco con el Triadobatrachus”, completa.
Finalmente, el análisis no solo incluyó a las salamandras. También incorporó a los lagartos: “Es un grupo que no está directamente emparentado, pero que presenta una manera de moverse, a grandes rasgos, similar a la de las salamandras”.
Así, los investigadores midieron los huesos de las extremidades superiores e inferiores de más de 100 especies vivientes de ranas, salamandras y lagartos y, mediante un método estadístico validado internacionalmente, compararon esas dimensiones con las de las extremidades del Triadobatrachus. El resultado fue sorprendente.
“Encontramos, de manera muy contundente, que la forma de moverse de este fósil era más parecida a la de las salamandras”, revela Gómez, y especifica: “O sea, a pesar de estar más emparentado con las ranas, el fósil no andaba a los saltos sino que era un caminador ondulatorio, como las salamandras y los lagartos”.
Según el investigador, aunque un poco más retrasado, “un grupo de científicos europeos está arribando a las mismas conclusiones por un camino diferente, lo cual nos pone muy contentos porque confirma nuestros hallazgos”.
Nuevas hipótesis
El descubrimiento de que el Triadobatrachus estaba preparado para saltar pero no saltaba significa que la locomoción saltatoria no fue, en sus orígenes, una ventaja para sobrevivir. De otro modo, la habrían aprovechado
inmediatamente.
Tras estudiar otros aspectos de la morfología del fósil, como la columna y la cintura pélvica, los investigadores aventuran algunas hipótesis acerca de cuáles habrían sido las ventajas adaptativas que tuvo el Triadobatrachus a partir de las características singulares de su esqueleto: “Su estructura ósea le permitía contar con un mayor espacio abdominal, y eso puede ser ventajoso para la hembra porque puede acumular más huevos o contener huevos más grandes”, arriesga Gómez.
Otra hipótesis posible está relacionada con una particularidad distintiva de las ranas y los sapos que es el hecho de que, durante el ritual del apareamiento, el macho abraza a la hembra de una manera muy peculiar. Una conducta denominada “amplexo”.
“Este fenómeno no se da en las salamandras ni en otros grupos de anfibios, y requiere de ciertas características en los miembros anteriores y en la musculatura deltopectoral del macho”, explica Gómez. “Esas características le sirven al animal para saltar y aterrizar, pero también le sirven para el amplexo, por lo cual no puede descartarse que hayan sido aprovechadas para la función reproductiva antes que para la locomoción”.
Tras aclarar que “ninguna de estas hipótesis cuenta todavía con evidencia científica”, el investigador anticipa que están trabajando para intentar demostrarlas. En ese camino, están ampliando su estudio mediante el análisis de más especies vivientes de anfibios y, también, de fósiles de antigüedad intermedia entre el Triadobatrachus y sus descendientes actuales.
“Nuestro trabajo desmitifica un poco el hecho de que cuando se piensa en la morfología de las ranas todo se resume en que lo que hacen las ranas es saltar. Y las ranas se mueven de muchas maneras. De hecho, muchas son acuáticas y nadan. Y los movimientos son bastante similares, solo que en un caso es en la tierra y en el otro es en el agua”.