Buenas y malas en tuberculosis
Un equipo de científicos argentinos encontró una variación genética que provoca efectos ambivalentes en las personas que la presentan. Por un lado, genera una mayor resistencia frente a la tuberculosis pero, por otro, empeora el cuadro si el individuo, de todos modos, contrae la enfermedad.
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A veces ayuda, a veces empeora el cuadro. Se trata de una variación genética por la cual, quienes la poseen, tienen más defensas para no enfermarse de tuberculosis, pero si la persona ya padece la enfermedad, le juega en contra, y los debilita aún más con un pronóstico desalentador. Esta afirmación surge de una investigación realizada por científicos de Exactas UBA que compararon poblaciones de pacientes e individuos sanos de la Argentina, recientemente publicada en Scientific Reports de Nature Publishing Group.
En este momento, al menos unas 20 personas pierden la batalla contra el bacilo de Koch, sus sistemas inmunológicos no logran detenerlo, y están enfermándose de tuberculosis en el planeta. La Organización Mundial de la Salud estimó que unos 10,4 millones de seres humanos desarrollaron este mal en 2015, y casi dos millones murieron en ese año a causa de ella. “La mayoría de las personas expuestas a Mycobacterium tuberculosis, sin embargo, no desarrollan tuberculosis activa, lo que sugiere la influencia de un componente genético humano”, coincidieron en destacar los investigadores argentinos Agustín Rolandelli, Rodrigo Hernández Del Pino, Joaquín Pellegrini, Nancy Tateosian, Nicolás Amiano, Silvia de la Barrera, Nicolás Casco, Marisa Gutiérrez, Domingo Palmero y Verónica García.
Ellos, entonces, enfocaron su mirada en un componente genético, algo que nunca se había hecho en la Argentina: un polimorfismo particular, conocido técnicamente como IL-17A rs2275913. “Un polimorfismo es una variación de un gen que se encuentra en una proporción mayor al uno por ciento de la población”, precisa Verónica García, investigadora del CONICET y vicedirectora del Instituto de Química Biológica (IQUIBICEN) en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
En este sentido, Pellegrini detalla: “Comparamos 185 pacientes con tuberculosis con 207 personas sanas. Genotipificamos a todos y vimos si había diferencias significativas entre las distintas variantes de este polimorfismo. Encontramos que sí las había”.
Las casi cuatrocientas personas estudiadas genéticamente fueron reclutadas al azar siguiendo los protocolos aprobados por los comité de ética de dos hospitales porteños: el «Tornú” y el “Muñiz”. Los individuos sanos participantes fueron familiares o personal de salud como enfermeras o médicos, quienes estaban expuestos al contacto de la bacteria de la tuberculosis por convivir con los enfermos, pero no se habían infectado al momento del estudio.
“Un cierto porcentaje de ambas poblaciones tenían este polimorfismo. Es más, en los sanos, este polimorfismo estaba en mayor proporción que en el grupo de los enfermos, lo cual podría dar indicio de que sería protector”, coincide en subrayar el equipo dirigido por García desde el Departamento de Química Biológica de Exactas UBA.
Este resultado auspicioso encontró otros hallazgos que ofrecen un panorama más complejo de lo que le ocurre a los portadores estudiados de esta variación genética. “En estas personas sanas vimos una respuesta inmunológica específica superior a los que no tenían este polimorfismo. En cambio -compara Rolandelli- los pacientes con tuberculosis que portaban este polimorfismo, presentaban los peores parámetros. En un individuo sano este polimorfismo es beneficioso y protector contra la tuberculosis; pero en una persona ya enferma -cuyo sistema inmune está modificado-, este mismo polimorfismo la perjudica”.
¿Qué sucede para que una característica genética que a algunos les ha tocado en suerte (o en desgracia) pueda jugar a favor o en contra, según el estado de salud de la persona en relación con la tuberculosis? “En una situación inicial cuando el ser humano se enfrenta a la bacteria de tuberculosis, la IL-17 es beneficiosa porque lleva al reclutamiento de células que disparan procesos inflamatorios para atacar la bacteria. Pero, ya enfermo, la secreción de IL-17 es exacerbada, causando daño en los tejidos. Portar un polimorfismo que aumenta esta secreción perjudicaría aún más a los pacientes con esta variante genética”, concluyen.
Sutiles mecanismos varían para quienes son portadores de esta variación genética, y conocerlos brinda detalles de lo que ocurre en el organismo con esta bacteria que en la Argentina mató a 570 personas en 2013 y generó 8.933 nuevos casos de tuberculosis. Datos que a criterio de los investigadores “demuestran claramente la gravedad de la enfermedad”.