Estrategias antidepredación

Comer con los ojos

Un equipo de investigación argentino participó de un experimento internacional de campo para estudiar qué factores favorecen a una estrategia de coloración antipredador. Se basó en las preferencias de aves insectívoras utilizando simulaciones de mariposas. El trabajo llegó recientemente a la tapa de la prestigiosa revista Science y constituye un importante aporte en el estudio de la evolución de la coloración de los animales.

22 Oct 2025 POR

Es 2021 y acaba de comenzar la primavera. La pandemia lleva más de un año pero las restricciones siguen siendo fuertes. En la Reserva Natural El Destino, en la localidad de Magdalena, en la Provincia de Buenos Aires, una becaria y un investigador recorren el terreno seleccionando árboles uno por uno, deben alcanzar un total de ciento ochenta. Pretenden colocar en cada uno un pequeño gusano, atravesado por un alfiler junto a un cartón en forma de triángulo que simula ser una mariposa. Algunas con colores llamativos, otras más bien se camuflan con el tronco. Quieren saber si las aves se los comerán y a cuáles prefieren.

Son Juan Manuel Rojas Ripari y María de las Nieves Sabio, investigadores del Laboratorio de Ecología y Comportamiento Animal del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA, UBA-CONICET). Bajo la dirección de Juan Carlos Reboreda y de María Cecilia de Mársico, están participando de un mega experimento internacional que involucra a veintiún bosques de todos los continentes. El objetivo es estudiar la eficacia de las distintas estrategias de coloración: las aposemáticas, que utilizan colores llamativos que representan una alerta de toxicidad, y las crípticas, que se camuflan con el entorno.

Hoy, cuatro años después, el trabajo fue publicado y alcanzó la tapa de la revista Science. Tanto Rojas Ripari como Sabio destacan la importancia de compartir la autoría en una publicación “con un impacto altísimo”, lo que, además, les permite relacionarse con equipos de todo el mundo con ganas de seguir colaborando. También celebran el aprendizaje sobre la coordinación de un proyecto tan grande. “Tenemos un protocolo de base que podemos seguir”, dicen.

Este es el primer trabajo a escala global para analizar qué factores ecológicos son los que afectan a la coloración. Antes, sólo eran locales.

Según Sabio, el trabajo aporta al estudio de la evolución de la coloración de los animales. “Más allá de que aquí los modelos utilizados simulaban ser mariposas y que el tipo de predador modelo fueron las aves insectívoras, se trata de una pregunta a nivel teórico de la ecología del comportamiento, que busca evaluar qué modela la evolución de ciertos comportamientos. Este tipo de coloración se ve en anfibios, en reptiles, incluso en algunos mamíferos”, agrega, por su parte, Rojas Ripari.

La participación del equipo argentino, que trabaja en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, representa un reconocimiento a su trayectoria. Uno de los principales requisitos era la experiencia en trabajos de campo y el acceso a un bosque -con la posibilidad de trazar una transecta de, al menos, dos kilómetros y diez metros de ancho- sobre el cual se tengan conocimientos sobre la comunidad de aves locales. “Hace más de veinte años que trabajamos en ese lugar y hay una tradición bastante fuerte en nuestro grupo de hacer trabajos experimentales con mucho peso a la hora de plantear hipótesis sólidas”, sostiene Rojas Ripari.

(De izq. a der.) Juan Manuel Rojas Ripari, Juan Carlos Reboreda, María de las Nieves Sabio y Cecilia de Mársico.

La coordinación estuvo a cargo de investigadores de la Universidad de Melbourne, Australia, y de la Universidad de Swansea, Inglaterra, bajo la dirección de William Allen. Por su parte, la primera autora, Iliana Medina, ha trabajado sobre parasitismo de crías en aves, un tema en el que se especializa el equipo local. “Tienen conocimiento de quienes son Juan Carlos Reboreda y Cecilia De Mársico, de hecho, muchas veces nos citamos”, destaca el investigador.

Veo, veo

“Este es el primer trabajo a escala global para analizar qué factores ecológicos son los que afectan a la coloración. Antes, sólo eran locales, afirma Sabio. “Nos subimos al barco sin tener mucha idea de cómo iba a ser”, reconoce Rojas Ripari. Y agrega: “La propuesta fue evaluar qué tipo de coloración puede generar más ventajas a la hora de evitar la predación”.

El resultado más importante del trabajo es que no hay una estrategia mejor que otra, sino que es contexto-dependiente.

Ambos cuentan que la selección del lugar llevó mucho tiempo, tanto por los requisitos como por las restricciones durante la pandemia de COVID-19. “Los árboles tenían que tener un diámetro específico y las copas no debían cruzarse con otros árboles, para evitar la predación por hormigas. También debíamos evitar que haya interrupciones y tránsito, como arroyos y ganado. Seleccionamos los que permitían adjudicar un evento de predación a las aves insectívoras, que se guían por claves visuales”, explica Rojas Ripari.

En ellos colocaron a los tenebrios, larvas de escarabajos, a modo de recompensa para que las aves los comieran. A su alrededor incluían una cinta adhesiva rellena de vellón para evitar a las hormigas. Con ellos, los dispositivos estrellas del experimento. “Simulan una mariposa de polilla. El críptico es el camuflado y los aposemáticos tienen una coloración más llamativa que representa una advertencia”, señala Sabio. Uno presenta una coloración naranja y negra alternada en franjas. “Es el más típico en la naturaleza”, dice la investigadora. El otro es negro y turquesa y representa una novedad, algo inusual: “Con el fin de evaluar si las aves terminaban evitando cualquiera de los colores de advertencia o sólo el más común”, completa Sabio.

 

Los investigadores colocaron en 180 árboles un pequeño gusano, atravesado por un alfiler junto a un cartón en forma de triángulo que simula ser una mariposa.

Resulta interesante que la señal aposemática no es exclusiva de animales tóxicos. “Este color puede representar una presa no palatable o tóxica, pero hay otras especies, que son miméticas batesianas, que tienen la misma coloración pero no ese tipo de defensas”, explica Rojas Ripari. “Se camuflan para parecerse a la que es mortal aunque no lo sea, como este tipo de presas que simulamos”, completa Sabio.

Los resultados dan cuenta del sorprendente equilibrio que puede presentar un ecosistema. Según Sabio, el resultado más importante del trabajo es que no hay una estrategia mejor que otra, sino que es contexto-dependiente. “Depende mucho de cada localidad cuál va a ser mejor, esa es la conclusión”, afirma.

Para Rojas Ripari, eso justifica que se haya hecho a nivel global, porque las conclusiones previas en base a experimentos similares tenían un alcance local. “Que sea contexto-dependiente significa que depende de cuál es la comunidad de depredadores, de cuántos y cuán especialistas son, de las otras presas que haya disponibles, de cuántas crípticas y cuántas aposemáticas se puedan encontrar y también de cuánta luz llegue al bosque, qué tanto contraste hay entre la presa y el sustrato en el cual está apoyado”, explica. “Si es un bosque muy abierto y tiene mucha luz, por más que la estrategia sea estar camuflado, la luz delata a esa presa y la van a ver”, completa Sabio.

Lo que importa es lo de afuera

A nivel local, la reserva El Desvío presenta características muy equilibradas. “No era ni muy luminoso ni muy oscuro y había una proporción bastante equitativa de presas aposemáticas y crípticas, también entre aves insectívoras y no insectívoras, por eso atacaron en proporciones bastante similares a las tres presas”, comenta Rojas Ripari. A su vez, comparte una apreciación: “A medida que avanzaba el experimento, más rápido iban a buscar los gusanos. A veces, apenas dejábamos la presa ya escuchábamos silbidos detrás nuestro. Con el tiempo, terminaron aprendiendo”.

Si es un bosque muy abierto y tiene mucha luz, por más que la estrategia sea estar camuflado, la luz delata a esa presa y los depredadores la van a ver.

Según el científico, en ámbitos con pocas especies con coloración aposemática, las aves depredadoras no han desarrollado las habilidades que permiten reconocer cuáles de estas presentan defensas, entonces eran menos preferidas y, por lo tanto, esa estrategia era más eficaz. A su vez, en ámbitos con mucha luz, al principio el target críptico era menos preferido pero a medida que avanzaba el experimento, esa defensa iba cayendo. “En lugares así la estrategia críptica sirve como carácter novedoso pero eventualmente los depredadores van a encontrarlos”, resume.

Por su parte, Sabio explica: “Cuando hay muchos predadores insectívoros, el nivel de competencia aumenta, todos quieren comer, entonces, no son tan exquisitos y lo primero que ven son los aposemáticos. En cambio, si hay sectores en donde los predadores son menos y no compiten por la comida, se puede dar el lujo de buscar el críptico y no el que da la señal de alerta. Por eso es contexto-dependiente”.

Por ese motivo, el aporte del estudio es repensar también las modificaciones que los humanos hacemos en los ambientes. “En bosques con mucha presión antropogénica, debido a presencia de la industria de la madera o de diferentes cultivos, se pueden generar cambios en los tipos de árboles que crecen y la cantidad de luz que ingresa y eso, eventualmente, puede modificar la dinámica depredador-presa, un cambio en la abundancia y diversidad de las especies”, explica Rojas Ripari.

Ambos afirman que una modificación en las precipitaciones puede secar la copa de los árboles, hacer que ingrese más luz y aumentar la presión depredatoria sobre algunas especies. Al igual que si se producen cambios en la comunidad del bosque: “En El Destino, el bosque nativo es el talar pero hay bastante presencia de especies invasoras, como el ligustro, y el color de su tronco es bastante distinto al del tala. Entonces, qué tanto contrasta la coloración y la sombra que genera la presa sobre el tronco es muy diferente”, comenta Rojas Ripari. “Es parte de la relevancia del trabajo”, concluye Sabio.