Mosquitos poco efectivos
Científicos de Estados Unidos y de la Argentina hallaron en la provincia de Misiones al mosquito Aedes albopictus y detectaron que, al contrario de lo que ocurre en otros países, no es un eficiente transmisor de chikungunya y menos aun de dengue.
Una buena noticia arrojó el estudio llevado a cabo por científicos en Estados Unidos y en la Argentina que siguieron de cerca al mosquito tigre asiático, o Aedes albopictus, localizado en la provincia de Misiones. El equipo comprobó que este insecto, de unos tres milímetros de largo no es un eficiente transmisor de chikungunya y del virus dengue en estas latitudes, a diferencia de lo registrado en otros países del planeta.
“Los Aedes albopictus de la Argentina subtropical son vectores relativamente ineficientes para la transmisión, tanto del virus chikungunya como del dengue, según indican los estudios de laboratorio”, publicaron Ailen Chuchuy, Marcela Rodriguero, Walter Ferrari, Alexander Ciota, Laura Kramer y María Micieli en la revista Scientific Reports de Nature.
Pequeño, este insecto oriundo de Asia, se dispersó por el mundo y ya se ubica en varios continentes. “En la Argentina se lo observó por primera vez en 1998, y hasta el momento lo encontramos en cuatro localidades de la provincia de Misiones. Su hábitat es la selva y el monte”, describe Chuchuy, quien realiza su tesis doctoral en la Universidad Nacional de La Plata bajo la dirección de Micieli y Rodriguero, investigadoras del CONICET. En la entrevista, realizada en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, ambas científicas coinciden en que este mosquito “aunque cuesta encontrarlo, está en el país”.
Así es que, con paciencia, los expertos dieron con esta especie en las localidades misioneras de Eldorado, Andresito, San Antonio y Puerto Iguazú. En la búsqueda, ellos fueron detrás de las larvas, que “sólo se logran detectar con microscopio, porque a simple vista no se diferencian de otras especies” como el Aedes aegypti, el conocido insecto transmisor de distintos virus en el mundo y también en la Argentina.
Últimamente, el mosquito tigre asiático ha ganado terreno en el planeta. “En las últimas décadas, Aedes albopictus se ha extendido desde Asia hasta África, América y Europa, particularmente gracias al comercio internacional de neumáticos usados, pues estos suelen acumular agua de lluvia y los mosquitos depositan sus huevos allí”, indica la Organización Mundial de la Salud.
El equipo de científicos, justamente, encontró gran parte de las muestras en neumáticos de vehículos dejados en distintos puntos de la provincia de Misiones. Tras la recolección, los investigadores estudiaron su ciclo reproductivo en el Centro de Investigaciones Ecológicas Subtropicales de Misiones. Por otro lado, en el Laboratorio de Arbovirus, del Departamento de Salud del Estado de New York, Estados Unidos, dirigido por Laura Kramer, se llevaron a cabo los estudios con las cepas virales. “Todo esto se hizo a través de un convenio internacional”, precisa Chuchuy del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE), de la Universidad Nacional de La Plata.
En contacto con los virus
En el laboratorio, los científicos alimentaron a los mosquitos tigre asiáticos, con sangre bovina a la que le agregaron los virus de dengue y chikungunya (mantenidos en cultivo celular), para evaluar qué ocurría en sus organismos. “Si hay rastro de estos virus en el cuerpo del insecto, quiere decir que está infectado. Si se observa su presencia en las patas del animal, significa que el virus se ha diseminado o esparcido. Y si es detectado en las glándulas salivales, entonces el mosquito ya está apto para transmitir la enfermedad en la próxima picadura que realice”, detalla Chuchuy.
Veinte días más tarde de la alimentación infectiva, un sólo individuo exhibía marcas de dengue en las glándulas salivales. En tanto, a los 16 días, unos pocos casos más mostraron la presencia de chikungunya. “Por lo que observamos en este estudio, esta especie de mosquito no es un buen vector para esos virus en la Argentina”, coinciden Rodriguero y Chuchuy. Más aun, cuando se tiene en cuenta que este proceso de incubación -desde la infección del cuerpo del insecto hasta alcanzar sus glándulas salivales-, insume varias semanas y estos insectos no alcanzan una gran edad. “Estos mosquitos viven 30 días de adultos, o sea, al mes mueren de viejos”, agregan. En otras palabras, no tienen demasiado margen de tiempo para contagiar de estos males a otros seres como los humanos.
Por ahora, los resultados no ofrecen indicios preocupantes. “En distintos países del mundo se han registrado brotes de estas enfermedades transmitidas por el Aedes albopictus, especie que en la Argentina no tiene tanto protagonismo como en otros lugares, aunque esto no indica que no la pueda desplegar en el futuro. Por ejemplo, si ciertos cambios climáticos favorecen su desarrollo”, advierten ambas investigadoras.