Neurociencias

Memorias persistentes, grabadas en las neuronas

Los recuerdos, aunque olvidados, pueden reactivarse y ello se evidencia si los sujetos muestran sorpresa ante una situación inesperada. Lo interesante es que esa persistencia de la memoria tiene un correlato en las neuronas.

21 Jun 2016 POR
Imagen: Ardy Rahman./UCI Research.

Neuronas. Imagen: Ardy Rahman./UCI Research.

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Siempre se consideró que recordar algo implica expresarlo, ya sea mediante palabras o a través de un comportamiento. Ello vale tanto para el alumno que rinde un examen, como para el animal que aprendió que la presencia de un predador es señal de peligro. El primero puede expresar lo aprendido a través de un examen escrito; en el caso del animal, su respuesta es la huida veloz ante la amenaza de un posible ataque.

Sin embargo, que la memoria no se exprese no indica que no esté “grabada” en el cerebro, según afirma un equipo de investigadores que acaba de publicar sus resultados en la revista Neurobiology of Learning and Memory. En efecto, muestran en cangrejos que un cambio en las neuronas puede evidenciar la persistencia del recuerdo.

Aunque no se exprese, la memoria está, y se pone activa de nuevo cuando se encuentra frente a un recordatorio”, indica Alejandro Delorenzi, profesor en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Pero ¿cómo demostrar que la memoria olvidada se puede activar nuevamente? Los investigadores encontraron una manera de mostrarlo en entrenamientos realizados con voluntarios. El “truco” consiste en presentarles algo casi idéntico a lo aprendido pero con algo nuevo, que le produzca una sorpresa. “Luego de veinte días de haber realizado un aprendizaje, cuando la persona dice no recordar casi nada, le presentamos una situación inesperada. Si el sujeto muestra sorpresa, ello significa que está usando la información aprendida para evaluar que sucedió algo distinto, inesperado”, detalla.

Ciertos recordatorios van a hacer que se reactive esa memoria que parecía olvidada, y se ponga lábil de nuevo, es decir, que sea susceptible de modificarse.

Recuerdos y estrés

La clave para mostrar que el recuerdo está «grabado» reside entonces en generar una situación donde tiene que suceder algo nuevo, distinto de lo acontecido en la sesión de entrenamiento. Solo si aparece algo distinto, estas memorias pueden ponerse lábiles. Y solo las memorias lábiles son susceptibles de ser modificadas.

¿Cómo se pueden modificar las memorias? Se modifican cuando se genera una situación de estrés después de la sorpresa; las hormonas y neurotransmisores (como la adrenalina) que se liberan durante el estrés hacen que esta memoria, aparentemente olvidada, se vuelva a expresar.

La idea es demostrar que la información que se generó en el entrenamiento, tres semanas atrás, se vuelve activa y puede ser usada: para que haya sorpresa, tiene que haber una expectativa previa”, destaca Delorenzi, desde el Instituto de Fisiología Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE) del CONICET y UBA.

Es que para que la memoria se ponga lábil, tiene que haber sorpresa. En los experimentos que realizan los investigadores, se pide a un grupo de voluntarios que aprenda una lista de sílabas. Éstos vuelven al laboratorio tres semanas después y no recuerdan nada. Pero, al experimentar una situación inesperada, diferente de la que vivieron durante el aprendizaje, sienten sorpresa. Esa sorpresa es indicio de que el sujeto está empleando la información almacenada. En caso contrario, no podría haber sorpresa. “La conclusión de ello es que la información almacenada se usa, por más que el sujeto diga que se olvidó”, apunta.

Lo cierto es que nadie ha demostrado en forma experimental que una memoria se haya perdido. “Siempre es posible recuperarla, aunque se aplique un amnésico, ello no implica que la memoria desapareció”, comenta Delorenzi.

¿Es posible olvidar?

Nadie demostró aún cuál es la naturaleza del olvido. Lo que sucede es que al menos algunas memorias se dejan de expresar, pero pueden activarse en los recordatorios”, agrega.

Antes se pensaba que los recuerdos, una vez fijados, eran inmodificables, lo que se denominó “teoría de la consolidación”. Después aparecieron los estudios de reconsolidación, que muestran que las memorias ya consolidadas eran susceptibles a interferencias. Si se administra un amnésico, por ejemplo, se ve que esa memoria puede ser modificada.

Lo que en su momento demostró el Laboratorio de Neurobiología de la Memoria [de Exactas UBA], que fundó Héctor Maldonado, fue que las memorias ya consolidadas, cuando se recordaban nuevamente se podían poner lábiles”, recuerda Delorenzi. Además, se mostró que sólo bajo condiciones de sorpresa, las memorias se ponen lábiles.

Una vez demostrado que la memoria está presente, porque puede activarse ante un recordatorio que incluye sorpresa, los investigadores redoblaron la apuesta: quisieron determinar qué pasa en las neuronas, es decir, indagaron si era posible hallar una traza de memoria en el cerebro.

La huella en las neuronas

Los investigadores pudieron observar que hay algo que cambia en el cerebro cuando se guarda información. En el momento de consolidación de la memoria aumenta la actividad en un área determinada del cerebro.

Buscamos el correlato de la memoria en un sitio en particular del sistema nervioso del cangrejo, que se llama médula terminal”, explica Delorenzi.

El aumento de la actividad neuronal se puede ver, mediante fluorescencia, en un microscopio. Las neuronas marcadas con colorante aumentan su fluorescencia a medida que se incrementa la actividad, es decir, cuando entra calcio en la célula. Esa actividad aumenta cuando al cangrejo se le presenta un estímulo visual de peligro. Los entrenamientos producen cambios, que se mantienen por algunos momentos.

Una vez que el cangrejo estuvo varias veces frente al estímulo de peligro, cambia su comportamiento. Aprendió que no hay peligro, entonces ya no se mueve como para escapar. Si se hace la prueba a los cinco días, la respuesta se mantiene, mientras que los que no fueron entrenados, siguen intentando huir, aunque no haya peligro.

Los investigadores realizaron diferentes pruebas: en algunos casos a los animales entrenados se les dio un amnésico, y respondieron de la misma manera que los animales no entrenados, que funcionan como control.

No obstante, se sometió a los animales a una situación de sorpresa: cuando el cangrejo esperaba que apareciera el estímulo de peligro (una pantalla que pasa por encima de su cabeza), tal estímulo no aparecía. Bajo esta circunstancia, la sorpresa permitió activar la memoria.

Esas diferencias en el comportamiento de los cangrejos entrenados y no entrenados tienen un correlato en las neuronas. “Vemos que cuando pasa la pantalla que indica peligro, hay un montón de neuronas que se encienden con fluorescencia. Pero, a medida que transcurre el entrenamiento, la actividad empieza a decaer”, relata el investigador.

Cuando uno mira los correlatos neuronales, se ve que el animal aprendió porque cambió el comportamiento en el largo término. Si bien algunos no lo cambian, se puede ver que las neuronas se reactivan”, confirma Delorenzi.

Y subraya: “Lo que mostramos en este trabajo es que los cambios en el cerebro, en áreas asociadas con procesos de memoria, se correlacionan con la persistencia de la memoria pero no con la expresión en el largo término. Memorias que no se van a expresar en el largo término, también producen estos cambios”.

Delorenzi subraya que “cuando se estudia la memoria es necesario tener en cuenta aquellos recuerdos que no se expresan pero que son capaces de reactivarse”.