Cangrejos ansiosos
La memoria tiene sus vueltas, que desde hace años la ciencia intenta develar. Pero no está sola, las emociones también juegan, y aún más, dejan huellas que sólo un ansiolítico puede calmar, por lo menos en crustáceos. Un grupo de investigación que utiliza cangrejos como modelo animal en sus experimentos busca echar luz en los vericuetos del cerebro a la hora de recordar.
¿Qué recordamos? Puede parecer una pregunta simple, pero encierra un mundo de teorías y de estudios que la ciencia desde hace años procura aclarar. Ahora, un reciente estudio en cangrejos vuelve a acentuar que la emoción ocupa un lugar importante en la memoria. Y aún más: tiene cierta independencia y puede modularla. “En nuestra hipótesis, que rompe en parte con el dogma clásico, cuando se trae al presente una memoria hay una emocionalidad que la acompaña y juega de modo diferente, forma un trazo distinto”, dice Alejandro Delorenzi, del Instituto de Fisiología Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE, UBA-CONICET) a cargo del equipo de trabajo.
Ya no sólo importa qué situación se vivió en el pasado, sino cómo era el mundo interno en el momento de registrarla. Es que esa sensación marca una huella a la hora de recordar, según señalan recientes experimentos.
La escena resulta curiosa. Imágenes de aves sobrevolando sobre cangrejos, traídos a la porteña Ciudad Universitaria desde la bonaerense Bahía de Samborombón. Un laberinto que pondrá a prueba sus recuerdos y, también, su estado emocional. Algo de ansiedad, un antidepresivo. Y nuevas pistas que se abren sobre los vericuetos a la hora de recordar.
La escena resulta curiosa: imágenes de aves sobrevolando sobre cangrejos, en un laberinto que pondrá a prueba sus recuerdos y su estado emocional.
El primer paso consiste en imitar una amenaza que, a diario, enfrentan estos crustáceos en la playa, pero hacerlo con todas las mediciones del caso en el Laboratorio de Neurobiología de la Modulación de la Memoria en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
“Como estos crustáceos viven en un área llana, cualquier elemento que venga desde arriba es, en principio, algo de peligro. Simulamos a un predador que los sobrevuela. La respuesta inicial es la de escape. A medida que se repite esta simulación, el cangrejo en vez de huir pasa a estar quieto”, relata Francisco Javier Maza, primer autor del trabajo publicado en Journal of Experimental Biology, junto con Alejandro Delorenzi y Francisco José Urbano.
Pero esta vez, el equipo intentaba estudiar algo más. “En este trabajo quisimos ver si ese entrenamiento aversivo, además del cambio de comportamiento frente al estímulo, le genera un cambio en el estado interno o emocional”, agrega Maza, también del IFIBYNE (UBA-CONICET).
Un laberinto resultó el lugar apropiado para medir estas emociones, porque ya había sido probado con otros animales como ratones. ¿El resultado? “Descubrimos que, después de la sesión de entrenamiento, los cangrejos mostraron aversión a las áreas claras del laberinto y un mayor tiempo de inmovilización en las zonas oscuras, un comportamiento similar a la ansiedad descrita en otros animales”, destacan Maza, Urbano y Delorenzi.
En otras palabras, la sensación de peligro que vivieron ante la imagen de un ave y las emociones que vivenciaron no quedaron en el olvido. Sino que volvieron a afectarlos y alterarlos ante otra situación laberíntica de riesgo que un calmante, un ansiolítico de uso humano, logró apaciguar. “Quisimos ver -coinciden- si este estado de ansiedad generado por el entrenamiento era reversible por esta droga. Y así fue”.
Un mundo de sensaciones
La sensibilidad del cangrejo hace años ya había sido planteada por The London School of Economics and Political Science, luego de presentar numerosos estudios para que sea considerado dentro de la Ley de Bienestar Animal de 2006 en el Reino Unido e incluirse en el ámbito de cualquier legislación futura relacionada con la sensibilidad animal.
Si antes la emoción no era considerada dentro del recuerdo, ahora cada vez va ganando un lugar mayor.
Entonces, ¿los cangrejos tienen emociones? “Si los animales no humanos tienen emociones es una discusión que está lejos de ser saldada. Pero componentes que nosotros conocemos como estados emocionales están conservados a lo largo de la evolución, según postulamos muchos”, dice Delorenzi.
Y, en este caso, esa marca emocional parece dejar rastros en la memoria. “Estos comportamientos emotivos duran mucho más allá del evento”, indican. No sólo afecta en el entrenamiento cuando simulan que aves atacan los crustáceos, sino que van más lejos. “Genera un cambio interno en el animal que se extiende en el tiempo. Algunos aspectos emotivos perduran y se presentan aun cuando no están frente al estímulo”, destacan.
Si antes la emoción no era considerada dentro del recuerdo, cada vez va ganándo un lugar mayor, y aún más. “La emocionalidad marca trazos relativamente independientes, esos trazos se mueven de manera tal que los podremos llegar a separar”, anticipa Delorenzi, quien asegura: “Cuando empezamos a cambiar postulados del proceso de la memoria, no se los cambiamos solamente para el caso del cangrejo, sino que empieza a tambalear todo lo que está sujeto tras las mismas hipótesis. Seguramente, en diez años hablaremos de emociones y memoria de modo habitual”.