El Delta como un polvorín
Desde 2020 las lenguas de fuego se convirtieron en una postal repetida para el Delta del Río Paraná. En lo que va del año, se registraron casi ocho mil focos con más de cien mil hectáreas afectadas. El cuadro de situación actual resulta inquietante por las condiciones ambientales de sequía y aguas bajas que se mantendrían en los próximos meses.
“La situación de los incendios en el Delta venía mal, y explotó”, explica Roberto Bó, director del Grupo de Investigación en Ecología de Humedales (GIEH) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “En la primera semana de agosto hubo 1.415 focos de fuego, y en lo que va del año se registraron 7.851. Desde que comenzó 2022, ya se quemó el equivalente a 20 superficies de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, agrega en base a estudios de monitoreo satelital del Museo Regional de Ciencias Naturales de San Nicolás.
Llamaradas, destrucción y humo forman parte de un panorama que se repite. “El tamaño promedio de cada foco de incendio es de 14 hectáreas, lo cual es grandísimo”, define Bó, quien conoce el daño que este tipo de situaciones genera en el ambiente del Delta del Paraná, un gran sistema de humedales compartido por Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe. Este paraíso de vegetación exuberante, arroyos, y variada fauna, hoy muestra un paisaje de infierno que “afecta hasta el momento alrededor del 4,8% si se considera el territorio PIECAS, que corresponde al Plan Integral Estratégico para la Conservación y el Aprovechamiento Sostenible en el Delta del Paraná”, indica.
El cuadro de situación es inquietante, porque numerosas condiciones se dan para que una chispa genere una bola de fuego perfecta. “Desde hace años se viene registrando la bajante histórica del río Paraná, llueve menos, la biomasa vegetal -de predominancia de pajonales- está prácticamente seca, al igual que la tierra donde se erigen los arroyos que podrían actuar como virtuales barreras para contener las llamas. Y esos mismos arroyos muestran poca agua que no alcanza a detenerlas. Por eso, el Delta hoy es un polvorín”, describe.
“El tamaño promedio de cada foco de incendio es de 14 hectáreas, lo cual es grandísimo”
El río Paraná -el segundo gigante de agua dulce de Sudamérica- desde hace un tiempo no para de encogerse en sus dimensiones, que baten sus propios récords de déficits. Es que la caída de los valores de las precipitaciones es uno de los factores para su escaso caudal. “Las lluvias son menores a las normales en todo el país, y en el Delta, en particular, desde mediados de 2019. La bajante del Paraná -íntimamente relacionada con la falta de precipitaciones- empezó a principios de 2020 y se sigue manteniendo con altibajos, pero con tendencia general a la merma. En concreto, hay menos agua y las perspectivas son malas. Según diversos organismos nacionales, las aguas bajas del río se mantendrán», precisa. En el puerto de Rosario, las marcas están por debajo del límite mínimo. De acuerdo con los expertos, esta inestabilidad hidrológica es característica de la nueva realidad del cambio climático.
¿Y a mí por qué me miran?
En este escenario delicado se presentan actores con posibilidades de brindar un espectáculo dantesco. “Una cosa es que las condiciones faciliten el fuego, y otra es que, en medio de estos riesgos, alguien vaya y lo prenda. Antes decía que el 95% de los incendios son de origen humano, ahora diría que lo son en un 98%”, contrasta.
La lista de sospechosos es larga para Bó. “Me parece que hay gente relacionada con la ganadería que está encendiendo, e insiste en ‘limpiar’ o despejar con fuego áreas para que en el futuro venga el rebrote para alimentar a los animales. A veces, la gente traslada sus tradiciones de actividad productiva de una parte del país a otra, sin pensar que una cosa es hacer quemas en las pampas semiáridas y otra, en el Delta. Sin embargo, hay muchos y variados actores, y no se debe generalizar. Conozco ganaderos -remarca- que no lo hacen y están preocupados porque les incendian sus campos”.
“Antes decía que el 95% de los incendios son de origen humano, ahora diría que lo son en un 98%”
Cazadores y pescadores también ocupan un lugar en este listado de posibles causantes de fuego. “En general, no son los isleños, que viven de la caza de la nutria, y de pescar sábalo, sino gente de las ciudades cabeceras que rodean el Delta y que van a las islas. Algunos son pescadores que queman para acceder a algún espejo de agua interno; otros son cazadores furtivos que hacen fuego para espantar a los animales y, de este modo, se los conduce a un determinado lugar para facilitar la caza”, dice.
Pero, a criterio de Bó, puede que estos no sean los actores más significativos. “En general, fuego hubo por los ganaderos, cazadores o pescadores con más o menos razón y con más o menos conocimiento, pero la magnitud de los incendios está relacionada con otros actores». Bó sospecha que pueden estar vinculados «con emprendimientos inmobiliarios importantes, intereses agrícolas importantes, intereses portuarios importantes e intereses mineros (como los relacionados con la extracción de arena). Tampoco debemos olvidar que por ahí pasa la hidrovía. Y no podemos ignorar que hay propuestas de negocios de distinto tipo; por ejemplo, querer transformar el Delta en otro sitio para sembrar soja”.
Su mirada sobre el mapa de ubicación de los focos de incendio, revela que “los fuegos están distribuidos de modo relativamente cercano a todas las ciudades cabeceras que rodean el Delta: Rosario, San Nicolás, Baradero, San Pedro, Diamante”. Y a renglón seguido, Bó agrega: “En la franja entre San Pedro y Baradero no dejó de haber fuego desde que comenzaron los incendios en 2020. Es una zona que tiene pretensiones agrícolas por ser considerada por algunos un área transicional entre las pampas y las islas”.
¿Y la Ley de Humedales?
Desde el primer momento, en 2012, que se empezaron a proponer proyectos para una Ley de Humedales en el Congreso de la Nación, Bó y los integrantes del GIEH, brindaron sus conocimientos y asesoramiento para su diseño. A partir de los estudios científicos de cómo funcionan estos ambientes claves del planeta, el equipo de investigación buscó colaborar en la toma de decisiones para su preservación, uso sustentable y restauración. “En los últimos diez años, la propuesta de ley perdió tres veces estado parlamentario. Ahora, hay un total de 10 a 12 proyectos entre Diputados y Senadores que se volvieron a presentar y que están por tratarse. Empieza todo de vuelta desde cero”, señala, al tiempo que no oculta su principal temor: “Siempre estamos en momento complejos como los actuales y el ambiente queda para después. Lo económico sigue siendo como siempre lo único importante, y luego… veremos. Tenemos la oportunidad de cambiar, y aprobar una legislación que dé el marco para un inventario de humedales, un ordenamiento, un control para hacer bien las cosas. Debemos trabajar pensando en el cambio climático, en la prevención y no en ir por detrás, como los bomberos, apagando el fuego”.