Masivo reclamo

Nadie se salva solo: un país sin ciencia, tampoco

Una protesta masiva inundó la explanada del Polo Científico Tecnológico. Cientos de personas que trabajan en institutos científicos y universidades de todo el país se manifestaron con trajes y máscaras en alusión a El Eternauta. “Una nieve tóxica está destruyendo la ciencia argentina”, fue el lema convocante. La protesta también se llevó a cabo en las distintas provincias y buscó visibilizar la situación crítica del sistema científico nacional. Nunca en democracia la inversión en el sector fue tan baja.

29 May 2025 POR

Eran cientos los eternautas que iban saliendo de sus laboratorios e institutos, atravesando una ciudad que los miraba con cierto estupor. No todo el mundo parece percibir la toxicidad del ambiente. El punto de encuentro era el Polo Científico Tecnológico en el barrio de Palermo. La consigna era clara: protagonizar un reclamo de tintes cinematográficos para problemas bien reales. “El cientificidio no es ciencia ficción, es una decisión política”, rezaban algunos carteles. “La nevada mortal hoy es el desfinanciamiento”, decían otros. “Donde pasa la motosierra no crece nada”, algunos más. Son muchos carteles y muchas máscaras y muchos trajes aislantes. Es una procesión distópica: los ciencianautas salieron a denunciar el vaciamiento que el gobierno nacional le viene aplicando a la ciencia argentina.

Con una explanada colmada, el acto comenzó poco después de las 13.00. “Es el inicio de la resistencia”, anunciaron desde el micrófono. El clima no dejaba de ser festivo. Movilizarse con otros por lo que vale la pena, aunque esté en riesgo, nunca deja de generar cierta alegría. Tal vez, de eso se trate la resistencia: nadie se salva solo. La ficción de Oesterheld, ahora adaptada a la pantalla, reinstaló la épica del héroe colectivo, pero también cotidiano. Y así como nadie se salva solo, nadie investiga solo, nadie piensa solo, nadie crea, construye ni emprende solo. El Eternauta calza bien con la ocasión.

Vendrán el himno nacional, la música en vivo –una batucada, un bandoneonista, unas coplas– la serie de oradores y la lectura de un documento. El sector científico está movilizado y no es para menos. Los números de la motosierra son letales. Según informan desde la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (RAICYT), a cargo de la convocatoria, nunca en democracia la inversión en ciencia y tecnología fue tan baja. Es aún menor que en 2002 y se acerca a la aplicada por la última dictadura militar. A su vez, desde el inicio del gobierno de Javier Milei en diciembre de 2023, la ciencia nacional perdió 4148 profesionales.

Así como nadie se salva solo, nadie investiga solo, nadie piensa solo, nadie crea, construye ni emprende solo. El Eternauta calza bien con la ocasión.

Más allá de la urgencia del ajuste y los magros salarios, una de las mayores preocupaciones es la fuga de cerebros: jóvenes científicos formados en universidades públicas que emigran y no vuelven. Belén, de 21 años y estudiante de Física en Exactas UBA, manifiesta que asistió para “defender el espacio científico del país”. “Me gustaría trabajar acá y ser investigadora”, dice. Y continúa: “Pienso en los investigadores, muchos son mis profesores y los valoro un montón y es muy triste que cobren salarios de miseria, queremos que sigan trabajando en la facultad, en una universidad pública, porque si la facultad no puede seguir funcionando como hasta ahora, mis compañeros y yo no sé qué haríamos, es la oportunidad que tenemos”.

Facundo, de la misma edad y compañero de Belén, manifiesta que la investigación básica es muy importante para cualquier país. “Hay quienes dicen que hoy en día no es tan importante para un país en desarrollo, pero para mí es al revés, lo que saca adelante a un país es la investigación y el desarrollo tecnológico”, expresa. Por su parte, Milagros, un año mayor, dice estar presente como una muestra de apoyo: “Veo día a día la situación de mis profesores, lo capaces que son y la cantidad de gente increíble que hay en la facultad y la situación se siente”.

Nazarena tiene 19 años y con cartel en mano afirma que no podía quedarse de brazos cruzados en su casa mientras sus docentes estaban peleando por su futuro. Es estudiante de biología y se muestra angustiada por su situación: “Me parece injusto, porque el laburo que hacen es súper honesto y hace crecer al país”. Y expresa sobre ese futuro: “Quiero hacer ciencia en el país y para mi país. El trabajo científico es el que nos garantiza industria y desarrollo tecnológico”.

“Son un montón de años de esfuerzo para concursar ese puesto en CONICET y ahora que llegué me doy cuenta de que ya no es algo que me pueda permitir vivir”.

En la manifestación se cruzan las diversas disciplinas, desde la matemática y la física hasta la química, la arqueología, la medicina, la historia, la sociología, la climatología, la computación, entre muchas más. También personal de los distintos institutos y universidades, y profesionales que aportan sus conocimientos en otros sectores, como la salud. Es el caso de los residentes del Hospital Garrahan. “Somos médicos que continuamos nuestra formación haciendo una residencia y reclamamos una recomposición salarial. La situación de los médicos de planta también es precaria, hay gente muy especializada que da la vida por el hospital y termina yéndose. Se rompen equipos de trabajo y la cadena de traspaso de conocimiento. El hospital va a dejar de funcionar como lo hacía”, comenta Constanza, de 29 años, residente de segundo año de pediatría. Y concluye: “La relación con el campo científico es total. Lo que la ciencia y el CONICET le dan a la medicina no tiene nombre”.

Fotografías: Diana Martinez Llaser y Luiza Cavalcante (Exactas UBA)

La ciencia funciona

El documento que se leyó hacia el final resume la serie de eventos que están destruyendo a un sector que siempre se adjudicó la hazaña de alcanzar grandes logros con pocos recursos. El cierre de las carreras de investigador científico y personal de apoyo del CONICET, la interrupción desde diciembre de 2023 de las designaciones de personas que ya habían sido seleccionadas por concurso público –luego de un arduo proceso evaluatorio–, la desaparición en la práctica de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, una de las principales fuentes de financiamiento de proyectos, fueron algunas de las menciones. También la eliminación de los programas que dependían del exMinisterio de Ciencia y Tecnología y el ahogo presupuestario y el deterioro salarial de las universidades nacionales.

“No es a través del sector financiero o la especialización primario-exportadora que crecen los países, ni serán tampoco estos sectores los que motoricen más y mejores trabajos, construyan escuelas, mejoren las prestaciones en el ámbito de la salud ni brinden hogares a quienes lo necesitan. Sin Ciencia y Tecnología no será posible un país que crezca realmente, se desarrolle y genere fuentes de trabajo y oportunidades para el pueblo argentino”, reza el documento. Y sentencia: “Le estamos regalando al mundo uno de los bienes más importantes que logramos generar, recursos humanos altamente calificados”.

“No es a través del sector financiero o la especialización primario-exportadora que crecen los países, ni serán tampoco estos sectores los que motoricen más y mejores trabajos”.

Es lo que se está planteando una de las manifestantes, investigadora del CONICET en la Escuela de Ciencia y Tecnología de la UNSAM, que trabaja con nanomateriales cerámicos para la producción de energía, orientada a las celdas de combustible y a la producción de hidrógeno. “Son un montón de años de esfuerzo para concursar ese puesto y ahora que llegué me doy cuenta de que ya no es algo que me pueda permitir vivir y que todo es muy frágil. Me pregunto si elegí el camino correcto o no y si hay que irse. Ya apliqué para irme un año afuera. Por supuesto, después quiero volver, pero no lo sé”, manifiesta.

Para Juan Carlos Reboreda, ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, esa es la principal urgencia: “Hoy estamos perdiendo a los jóvenes, una generación de investigadores que se están yendo al exterior. Eso no se recupera en pocos años. La última gran fuga fue en el 2001 y se terminó de recuperar más de una década después. Y esto es peor que lo del 2001”, afirma.

Últimamente, suele escucharse que la ciencia es importante pero no prioritaria en este momento. “Es muy difícil decir qué es y qué no es prioritario”, responde Reboreda, y agrega: “Si no se hubiera investigado en biología molecular de bacterias en la década del cincuenta no se hubiera desarrollado la biotecnología. Hay que apostar porque es una apuesta al futuro”.

Para la investigadora y matemática, Teresa Krick, no sólo se trata de que no se la considera prioritaria, sino que el tema científico está siendo “totalmente denigrado”. Su colega, Pablo Groisman, afirma que hoy la ciencia es más prioritaria que nunca, mientras invita a recordar la famosa frase del Premio Nobel de Medicina, Bernardo Houssay, cuya imagen se reiteraba en decenas de carteles: “Los países que no se desarrollan son los que no apoyan a la ciencia”.