Aves de ciudades

Tomar distancia

¿Las aves tienen más miedo a la humanidad en los parques urbanos o en los cementerios? ¿Cuán cerca podemos llegar a estar sin que huyan despavoridas? ¿Ocurre lo mismo en América Latina y Europa? Un estudio hecho en 19 ciudades de ocho países latinoamericanos encontró curiosas respuestas para estos interrogantes.

16 Mar 2023 POR

Con binoculares en mano, Lucía apuntó a un pájaro posado en suelo porteño, a unos 30 metros de distancia. Caminó a su encuentro pero, antes de alcanzarlo, el animal huyó atemorizado por su presencia. Ella, entonces, con pasos calculados tomó medidas para saber cuán cerca había estado del ave, y registró el dato. Esta escena no fue única. Se repitió más de 1.700 veces en distintos puntos de la Argentina, y de otros siete países de América Latina.

Buenos Aires, Santa Fe, San Miguel de Tucumán, Santiago de Chile, Porto Alegre, Medellín, Arequipa, La Paz, Ciudad de México fueron algunas de las 19 ciudades puestas en la mira para este estudio que se preguntó: ¿Las aves tienen más miedo a los humanos en los parques urbanos o en los cementerios? “Ya se había hecho una investigación similar en Europa, a cargo del argentino Federico Morelli, quien me propuso replicarlo en nuestro país. Yo sugerí extenderlo a Latinoamérica para luego comparar los resultados”, relata Lucas Leveau, desde el Departamento de Ecología, Genética y Evolución, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires (IEGEBA, CONICET-UBA).

¿Por qué la elección de escenarios como camposantos y plazas? “Con la urbanización sin precedentes a lo largo del mundo, la importancia de las áreas verdes urbanas, como parques, cementerios, y jardines, que brindan refugio a la vida silvestre, se convierten en un tema importante en ecología”, indica el trabajo publicado en Science of the Total Environment.

El trabajo se desarrolló en primavera y verano, por ser la época de reproducción, y por la mañana cuando las aves están más activas.

Se estudiaron más de setenta espacios abiertos ubicados en atiborradas metrópolis latinoamericanas con hogares para millones de personas. Esos sitios, también son elegidos por al menos 81 especies para hacer sus nidos.

El trabajo se desarrolló en primavera y verano, “por ser la época de reproducción”, y por la mañana “cuando están más activos”, estos animales fueron seguidos paso a paso por decenas de observadores, como Lucía Bocelli, coautora del trabajo.

Estas científicas y científicos de Latinoamérica, que hacían las veces de espantapájaros vivientes, comprobaron que, si bien su mera presencia ahuyentaba a las aves, llegaban a estar a casi dos metros, de las más confiadas, y a unos 20 metros de las que tomaban mayores recaudos, en promedio. En Buenos Aires, fueron más amigables la paloma doméstica (Columba livia), y también la torcaza (Zenaida auriculata), el tordo músico (Agelaioides badius). En cambio, se ubicaron lejos, el halconcito colorado (Falco sparverius) y el suribí real (Tyrannus melancholicus). “El benteveo (Pitangus sulphuratus) -indica- tuvo una distancia de vuelo alta, no aguantó mucho la aproximación o presencia humana”.

Dónde temen más

Si bien, cada especie tuvo sus particularidades, en líneas generales, el equipo científico internacional detectó que, en los cementerios de las ciudades latinoamericanas, las aves tenían más miedo a los humanos, es decir escapaban antes, en relación con lo que ocurría en los parques, donde resultan ser más confiadas.

Lucas Leveau. Foto: Diana Martinez Llaser

“Hay una cuestión energética. Las aves en las plazas ven que los seres humanos pasan y no las dañan. Entonces, empiezan a ganar confianza. Pueden seguir en su lugar buscando lombrices o caminando -ejemplifica Leveau-, sin necesidad de volar ante la aparición de una persona. Esto les permite un ahorro de energía porque les evita remontar vuelo cada vez, teniendo en cuenta la gran cantidad de transeúntes que cruzan los parques”.

Como en los cementerios la cantidad de visitantes es menor a la de los parques, las aves están menos acostumbradas a la presencia del ser humano y son más miedosas. “Lo mismo ocurre a medida que nos alejamos de la ciudad, hacia las zonas periurbanas, donde estos animales suelen ser más temerosos. Es decir, la iniciación de vuelo de escape  se va acelerando a medida que nos situamos en áreas menos urbanizadas”, compara Leveau, doctor en biología e investigador del CONICET.

Estos resultados fueron congruentes con la teoría original de que las aves en sitios densamente poblados son más tolerantes a las personas porque están más acostumbrados a su presencia. En cambio, en las áreas rurales son más desconfiadas y toman mayor distancia. Por eso, suele observarse que un zorzal es más amigable en la ciudad, que cuando lo hallamos en el campo.

El equipo científico detectó que, en los cementerios de ciudades latinoamericanas, las aves tenían más miedo a los humanos, en relación con lo que ocurría en los parques.

En Europa

“En Europa, el estudio realizado había dado resultados que no eran los esperados”, compara Leveau. En el viejo continente, las aves de las ciudades se habían mostrado más cerca de los humanos en el cementerio que en las plazas. O sea, “mostraron el patrón opuesto”, señala la investigación. ¿Por qué? “Las actividades realizadas por los visitantes en los parques europeos incluyen, a menudo, correr o andar en bicicleta que pueden ser percibidos por las aves como un comportamiento de alto riesgo en comparación con el habitual caminar lento en los cementerios”, sugieren.

Otra de las hipótesis hace hincapié en las diferencias en ambos continentes a la hora de formar ciudades. “La urbanización en América Latina fue más reciente, y bastante rápida si se compara con la de Europa”, consignan. Tampoco se pasa por alto las distintas especies que sobrevuelan a cada lado del Atlántico. Mientras en Europa son aves más de climas templados, en América son más tropicales.

Mientras se buscan explicaciones a estos resultados opuestos entre las aves de ciudades europeas y latinoamericanas, Leveau concluye: “La ciencia avanza cuando no está todo dicho. De esta investigación salen nuevos interrogantes y esto demuestra que vale la pena hacer estudios comparativos entre ciudades de diferentes continentes”.