Nuevos vecinos
Cada vez resulta más frecuente detectar, alrededor de los espacios verdes de la Ciudad, la presencia de gavilanes mixtos. Se trata de aves rapaces que encuentran en las palomas su alimento predilecto. Desde hace un tiempo han comenzado a colonizar Buenos Aires y también se los puede ver en La Plata y en cercanías de Mar del Plata.
Gavilán mixto a la vista. Y no está solo, lleva en sus garras una paloma que acaba de cazar. Esta escena propia de un documental no ocurre en el campo, ni en un ámbito natural, sino en plena selva de cemento: la Ciudad de Buenos Aires. El biólogo Lucas Leveau ha sido testigo de ello. Con su lápiz, libreta de apuntes y binoculares sale a poco que amanece a observar la vida que sobrevuela nuestro mundo urbano y registra sus cambios.
“Cada vez se observa con más frecuencia que ciertas especies de rapaces, como el gavilán mixto, colonizan las ciudades. Han aparecido en barrios suburbanos y periurbanos de Mar del Plata. En tanto, en La Plata y en Buenos Aires antes se encontraban en los alrededores y ahora empezaron a ser detectadas dentro de las ciudades”, señala Lucas Leveau, del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (IEGEBA, UBA-CONICET) sobre esta ave, también llamada peuco o halcón de Harris en Latinoamérica.
Esplendoroso resulta cuando despliega sus alas, que extendidas miden más de un metro. Su tamaño también es considerable: unos 59 centímetros de largo, las hembras; y unos 49, los machos. Ambos son marrones o pardo oscuro, y con cierto toque rojizo en las alas, y blanco al final de su cola. Su distribución original los ubicaba en el interior bonaerense, hasta hace unos diez años cuando se fueron acercando a las costas. Pero, aquí o allá, no pierde sus mañas de cazador.
“Siempre caza presas vivas, no es carroñero como el carancho. He visto cómo un gavilán mixto venía por una calle y dobló para lanzarse de sorpresa sobre unas palomas”, describe Leveau, quien, fruto de sus observaciones, agrega: “Estas aves suelen volar en círculo y, aprovechando su buena vista, distinguen a sus presas en la zona. Necesitan vientos ascendentes y estas corrientes de aire están más que nada alrededor del mediodía. Cuando tienen la presa en la mira, se lanzan sobre ella en picada. No tienen la velocidad del halcón peregrino pero, al juntar las alas, parecen tirarse como un proyectil”.
Vecina porteña
Leveau es un asiduo visitante de los cementerios de Chacarita, Flores y Recoleta, y de los parques dlee Avellaneda, y otros ubicados en Belgrano, Agronomía y Parque Chas. Sabe que las primeras cuatro horas luego del amanecer es cuando las aves muestran más actividad, y resulta el momento ideal para observarlas. “Los conteos se hacen de mañana, con buen tiempo, sin lluvia ni viento fuerte porque, en esas condiciones adversas, las aves se ocultarán, no cantarán, no las ves”, señala.
Día tras día, con un itinerario marcado por las mismas sendas o por determinados puntos fijos, cada detalle es un dato que pasa a ser anotado en su libreta que lo acompaña en todas sus visitas de campo o, mejor dicho, de ciudad. Leveau no se cansa, es su pasión desde la niñez, y hoy su profesión como doctor en biología. “En la Ciudad de Buenos Aires encontré que la presencia del gavilán mixto (Parabuteo unicinctus) es más probable de hallar en lugares cercanos a parques grandes, de más de cinco hectáreas”, indica.
¿Alguna explicación acerca de las razones por las cuales no eligen instalarse en espacios amplios? “Parece -responde- que su mejor locación es ubicarse a distancia corta de varias áreas verdes, lo que le permite ir a diferentes lugares y buscar alimentos”. En este sentido, la investigación publicada en Animals destaca “la importancia de las áreas verdes para la colonización de aves rapaces en las ciudades”.
Porteños por adopción, estos nuevos vecinos resultan ser planeadores incansables que juegan en el aire con destreza, y también parecen tener un plan estratégico de supervivencia. “Distintos estudios de dieta muestran que, si este animal está cerca de una laguna, cazará ratones, aves, anfibios. Es oportunista, se alimentará de acuerdo con lo que hay. En la ciudad es posible verlos cazar palomas, que es lo más abundante. Es mejor que el gavilán mixto esté, a que no esté. Porque es un predador que hace uso de ellas”, dice, y enseguida aclara que aún no hay estudios hechos para establecer si, con su presencia, se han logrado dominar las poblaciones de palomas.
No nos tienen miedo
Cuando estos nuevos vecinos y vecinas revolotean, suelen llamar la atención de los transeúntes. “El sonido de los adultos es una especie de grito. Los juveniles –destaca- emiten un sonido no tan horrendo que es una llamada para los adultos. Son bastantes conspicuos y, por ello, la gente se da cuenta de su presencia”.
Lejos de contar con un canto amigable y a pesar de sus garras amenazantes, el gavilán mixto “no ataca a las personas, como por ejemplo, las calandrias, que son muy agresivas. Y esto es parte de su éxito de radicación en las ciudades”, agrega. Curiosamente, en un ámbito campestre su actitud sería diferente.
“Voy caminando por la ciudad y veo, sobre un plátano, un gavilán mixto. Que eso suceda en un medio natural es poco probable porque volaría ni bien se acerca un humano. En cambio, resulta posible verlos anidar en una plaza de Colegiales rodeado de numerosas personas, y esto es porque han perdido miedo al ser humano. Esa habituación es porque no los atacamos. Esta adaptación de las aves rapaces es algo progresivo. Las especies van entrando, van viendo que no es inseguro, se van adaptando y colonizando a la ciudad”, remarca y anticipa: “Cada vez veremos más de estos gavilanes”.