Caracoles en apuros
A causa de la pesca intensiva y desregulada, cada vez es menor la población del caracol fino, un molusco típico de la costa marina bonaerense que se exporta al mercado asiático. Al mismo tiempo, sus ejemplares son cada vez más pequeños. Investigaciones recientes reafirman la preocupación de los científicos por el futuro de esta especie.
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Cada vez son menos y más chicos, los ejemplares de Zidona dufresnei, el caracol típico de Mar del Plata, que habita a unos cincuenta metros de profundidad en el mar frente a la costa de la Provincia de Buenos Aires y es extraído para comercializar principalmente en el mercado asiático. Recientes estudios reproductivos y energéticos de este molusco reafirman la inquietud de científicos argentinos por la situación de esta especie.
“Las investigaciones recientes sobre energética y cambios en la talla reproductiva reafirman todo lo señalado en su momento sobre la época del año en que estos animales son más vulnerables. Durante el período reproductivo, establecido para los meses comprendidos entre noviembre y marzo, no se debería desarrollar la pesquería de este molusco”, indica Juliana Giménez, directora del Laboratorio de Biología de Invertebrados Marinos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (Exactas UBA).
Habitante del Atlántico Sur, el caracol fino, como también se lo denomina comúnmente, se distribuye desde Río de Janeiro en Brasil hasta Puerto Madryn en la Argentina. Desde los 20 hasta los 60 metros de profundidad, según las zonas, este animal de unos 300 a 400 gramos camina por el fondo cada vez más solo y sin lograr adquirir el tamaño de décadas pasadas.
“En el año 2000 la longitud o talla promedio de su concha al momento de alcanzar la madurez sexual era de 15 centímetros, luego de diez años encontramos que esta talla se redujo a 13 centímetros. La presión de la pesca hizo que los individuos de las tallas grandes fueran extraídos del mar. Solamente se podían reproducir los animales más pequeños y su descendencia no puede alcanzar las tallas mayores anteriormente registradas y la población no se recuperó”, detalla Giménez quien hizo mediciones en 1999 y también en 2010 para realizar una evaluación sobre el impacto de las pesquerías a corto plazo.
La disminución en la talla de primera madurez sexual va acompañada de otra pérdida. “Cada vez hay menos ejemplares. La población disminuyó y eso se corrobora con las 1300 toneladas al año pescadas a fines de los 90 y con las 200 toneladas registradas en 2010”, precisó Giménez desde el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental en Ciudad Universitaria.
Uno de los objetivos de su investigación es conocer las características de la especie para usar esa información en beneficio de todos. “De noviembre a marzo es la temporada reproductiva, por eso es importante que no se lo capture. La talla del animal –indica- debe ser mayor de 14 centímetros. Es importante respetar a los juveniles y las temporadas reproductivas”. Además, estos caracoles -de coloración ligeramente amarronada y con manchas blancas- son de crecimiento lento, y con una baja incorporación de juveniles en la población.
Conocer qué organismos tenemos en nuestro mar, su biología y su rol en la comunidad es otro de los propósitos del equipo de Giménez. “Cada especie juega un rol en el sistema que tal vez hoy no conocemos. Pero al ir disminuyendo las poblaciones, o alterándose sus estrategias reproductivas, puede llegar a haber pérdidas visibles. Todo lo que vamos conociendo nos da una idea de la vulnerabilidad de estos moluscos marinos, y cómo podemos entonces con nuestro conocimiento mejorar esta situación, o evitar un deterioro a futuro”, señala.
Cuidar los recursos no implica, a su criterio, que se impida la explotación comercial de este caracol. “La cuestión es pescar en forma responsable, lo que no significa no pescar. Qué, cuándo y cuánto capturar, son conocimientos clave en el desarrollo de la pesquería, porque es la forma de conservar la diversidad biológica, generando un compromiso de la sociedad con la naturaleza, concluye.