Manejo sustentable de fauna

Temporada de caza

Un equipo de investigadores determinó los parámetros reproductivos del coipo, un roedor autóctono y principal recurso de fauna silvestre de Argentina por el valor comercial de su piel. El trabajo, efectuado en Victoria, Entre Ríos, permitió establecer la época ideal de captura y, con ello, asegurar la sostenibilidad para los lugareños que viven de este animal.

8 Jun 2015 POR

 

imagen gentileza del Grupo de Investigación de Ecología de Humedales de Exactas-UBA.

Imagen: gentileza del Grupo de Investigación de Ecología de Humedales de Exactas UBA.

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Originario de esta parte de América del Sur, el coipo –también llamado “falsa nutria”- es un animal herbívoro (a diferencia de la “verdadera” nutria, que es carnívora) que está sometido a la caza por el hombre desde tiempos precolombinos. Los pueblos originarios (guaraníes y querandíes, entre otros) aprovechaban su carne para la alimentación y su piel para confeccionar vestimenta y, en la actualidad, los “nutrieros” (así se llama a sus cazadores) subsisten gracias al valor comercial de su piel.

“Hasta el año 98 su caza se producía casi sin ninguna normativa, lo cual ponía en riesgo la sostenibilidad del recurso”, señala Paula Courtalon, del Grupo de Investigación en Ecología de Humedales de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Los humedales (ecosistemas que permanecen inundados o, por lo menos, saturados con agua durante considerables períodos de tiempo) constituyen el hábitat del coipo, que tiene un comportamiento anfibio: “La cópula ocurre en el agua donde necesita de cierta profundidad para poder reproducirse, y las hembras dan a luz sobre plataformas que construyen doblando la vegetación”, explica Courtalon.

En 2001, la Dirección de Fauna Silvestre de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación instrumenta el “Proyecto Nutria”, un programa para el aprovechamiento sustentable del coipo que establece cupos, determina el tamaño del animal que puede ser capturado y limita la temporada de caza a un período que comienza a mediados del otoño y finaliza a comienzos de la primavera. Pero, hasta entonces, no había estudios biológicos precisos que diagnosticaran si lo que se había establecido era correcto.

“Entonces, nos convocan para hacer un estudio reproductivo riguroso y con una secuencia temporal suficiente como para establecer si la temporada de caza que habían planteado era adecuada. Fue así que decidimos trabajar en el Departamento de Victoria, Entre Ríos, una de las provincias nutrieras por excelencia”, consigna Courtalon.

Pieles de invierno

A lo largo de tres años consecutivos y con un diseño experimental que establecía las zonas donde tomar las muestras, los investigadores recolectaron los aparatos reproductivos de las hembras que les proveía un nutriero que había sido previamente entrenado para tal fin. Luego, determinaron la cantidad de individuos preñados y analizaron los embriones y fetos. Finalmente, estimaron algunos parámetros reproductivos -como la tasa de preñez, el tamaño de la camada y la edad de esos embriones y fetos, entre otros- durante los diferentes meses del año.

“Encontramos que si bien las hembras son poliéstricas, es decir, se reproducen a lo largo de todo el año, hay momentos en que dejan más descendencia”, ilustra Courtalon, y revela: “Determinamos que esos picos de parición ocurren a mediados del otoño y a principios de la primavera, que son épocas en las cuales estaba habilitada la caza del coipo”.

Los resultados de la investigación acaban de ser publicados en el Brazilian Journal of Biology y, además de Courtalon, lo firman Roberto Bó (responsable técnico del Proyecto Nutria), Florencia Spina, Nadia Jimenez y Liliana Cantil, de Exactas UBA.

También figuran como autores del trabajo Roque Fernández, de la Dirección General de Recursos Naturales, Forestación y Economías Alternativas de Entre Ríos, y Gustavo Porini (responsable del Proyecto Nutria), de la Dirección de Fauna Silvestre de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. El compromiso de ambas instituciones con el estudio facilitó el establecimiento de un nuevo lapso para la temporada de caza: “Ahora está acotada exclusivamente al invierno. Esto va a permitir que los pobladores locales que viven de este recurso puedan mantenerlo adecuadamente”, concluye Courtalon.

 

Otro paradigma

En la década de 1930, algunas parejas de coipo fueron llevadas a Inglaterra con la finalidad de criarlas para la peletería. Pero su gran capacidad colonizadora en ausencia de predadores llevó a que esta especie se convirtiera en plaga. Lo mismo sucedió en Italia. “Actualmente esto está sucediendo en Japón”, cuenta Courtalon. “Están preocupados por erradicarla, en lugar de elaborar un programa para su uso sustentable”, opina, y comenta: “En los congresos científicos nos preguntan por qué estudiamos esta especie. También tenemos conflictos con los revisores de nuestros papers, porque como son europeos lo piensan y lo viven como una plaga”.