La mano del hombre
La ola de calor que afectó buena parte del país en diciembre de 2013 tuvo como actor principal al calentamiento global generado por el aumento de gases de efecto invernadero derivados de la actividad humana. La mayor concentración de estos gases, además, ha multiplicado por cinco el riesgo de que ocurra un evento de estas características extremas. Esta afirmación surge de un trabajo realizado por climatólogos argentinos y franceses recientemente publicado en el Boletín de la American Meteorological Society.
Buenos Aires, diciembre de 2013, los días calurosos se suceden, uno tras otro, implacablemente. Después de una semana, la ciudad se parece cada vez más a una olla a presión. Por las noches, la temperatura no cede, lo que impide que pueda refrescarse el asfalto, el cemento y hasta los cuerpos. El único refugio para escapar de ese infierno son los ambientes con aire acondicionado. Así se llenan shoppings y cines en busca de un poco de alivio, pero la red eléctrica no soporta tanta exigencia y comienzan a producirse cortes en el suministro en toda el área metropolitana, lo que desata protestas de la población. Pasados veinte días, la ciudad se encuentra al borde del caos. Pero esta inclemencia climática no se abate sólo sobre Buenos Aires sino que abarca un área muy extensa que incluye todo el centro y el norte del país y alcanza también al norte de la Patagonia.
Los registros del Servicio Meteorológico Nacional indican que diciembre de 2013 fue el mes más caluroso observado en las últimas décadas, con una temperatura 2,5ºC mayor respecto de la temperatura media registrada para el período 1961-1990. La ola de calor, cuyo pico se produjo entre el 13 y el 31 de diciembre fue la más prolongada vivida en el área metropolitana desde que se iniciaron las observaciones instrumentales en 1906. Este evento extremo provocó graves consecuencias sobre la salud de la población -más de veinte personas fallecidas por distintas causas relacionadas con las altas temperaturas-, y sobre la producción y distribución de la energía -en la última quincena de diciembre hubo 17 picos históricos de consumo eléctrico-, lo que causó múltiples fallas en el sistema.
En cada charla de café, en la casa o la oficina, la frase se repetía de manera sistemática: “Lo que está pasando se debe al cambio climático”. Esto muestra de qué manera ha sido incorporado este concepto en el imaginario colectivo. Pero claro, una cosa es decirlo entre amigos y otra muy diferente es probarlo desde el punto de vista científico. Si bien a lo largo de sucesivos informes tanto la comunidad científica argentina como, a nivel global, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) han venido advirtiendo que, como consecuencia del calentamiento global, cada vez se producirá un número mayor de fenómenos extremos (olas de calor, de frío, lluvias intensas, sequías, etc.), esta afirmación hace referencia a una tendencia. Pero para probar la relación causal en el caso de un evento singular, es necesario investigar cada caso individualmente, con las dificultades que esa tarea conlleva teniendo en cuenta que semejantes eventos climáticos tienen en general múltiples causas.
Eso, precisamente, fue lo que consiguieron científicos franceses y argentinos que trabajan en el Centro del Investigación del Mar y la Atmósfera (CIMA – UBA CONICET) y en el Centro Franco-Argentino para el Estudio del Clima y sus Impactos (IFAECI/CNRS). “El principal resultado que encontramos es que hay una influencia causal clara del forzante antropogénico en el caso de la ola de calor de diciembre de 2013”, explica en muy buen castellano el climatólogo francés Alexis Hannart, uno de los autores del trabajo, que trabaja en Argentina desde hace varios años. Cuando Hannart habla de “forzantes antropogénicos” se refiere a los llamados gases de efecto invernadero (GEI) que, producidos por diversas actividades humanas, son los responsables del calentamiento global. “En un mundo sin revolución industrial, sin altas concentraciones de dióxido de carbono (CO2) sería mucho menos probable que ocurriera un evento de estas características”, precisa.
En efecto, según señala el escrito, el calentamiento global ha producido un aumento del riesgo de que se produzca una ola de calor tan extrema como la del 2013 en un factor de cinco. “Esto significa que sin calentamiento global el riesgo de ocurrencia era de una vez cada 75 años y ahora, con el calentamiento global, es de 1 cada 15 años. Pero, además, dado que la concentración de gases de efecto invernadero sigue aumentando, el calentamiento cada vez es mayor, por lo cual, en algunos años su frecuencia puede acelerarse”, explica Carolina Vera, quien junto con Bibiana Cerne -ambas investigadoras del CIMA y profesoras del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA-, son las autoras argentinas del informe.
Para alcanzar este resultado, los investigadores tuvieron que analizar los datos climáticos observados y realizar múltiples simulaciones a partir de un modelo numérico del clima global. “Dado que se trata de eventos poco frecuentes, para poder medir una probabilidad de ocurrencia con suficiente precisión, es necesario hacer muchísimas simulaciones. Y ahí se presenta un problema técnico porque no sólo hay que tener el modelo sino también la capacidad computacional para correrlo. Son estudios muy costosos en términos computacionales. Entonces, nos asociamos con un grupo de la Universidad de Oxford que cuenta con una capacidad informática muy fuerte. Por eso uno de sus investigadores también es coautor del trabajo”, relata Hannart.
Hay que tener en cuenta que los estudios relacionados con cambio climático tienen un rango de incertidumbre, por un lado, debido a que los modelos no son perfectos; y, por el otro, a que la variabilidad natural del clima puede ser grande, y resulta difícil de distinguir el efecto antropogénico. Sin embargo, en este caso, se ha logrado alcanzar un grado de confianza lo suficientemente alto como para atribuir, en parte, el evento extremo a los forzantes antropogénicos.
La relevancia del trabajo se pone de manifiesto con su inclusión en el suplemento especial del Boletín de la American Meteorological Society (BAMS). Este volumen, que este año se publica por cuarta vez, es coordinado por investigadores de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA), una agencia científica que depende del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, muy prestigiosa a nivel global.
El Boletín reúne 32 estudios que analizan eventos climáticos extremos ocurridos en un año en particular, en este caso el 2014, en diferentes partes del mundo. Cada artículo tuvo que atravesar un proceso muy riguroso de revisión independiente llevado a cabo por los editores del boletín y por evaluadores externos.
“El BAMS es una de las revistas de alto impacto internacional en la temática del clima por eso es muy importante formar parte de este tipo de volúmenes. Además, implica una suerte de certificación de la calidad del trabajo realizado”, precisa Vera.
Esta cuarta edición del BAMS incorpora, por primera vez, trabajos realizados por grupos de investigadores sudamericanos sobre eventos extremos que tuvieron lugar en esa región del planeta. Además del argentino, aparece un estudio sobre una sequía en el sudeste de Brasil. Sin embargo, en este caso, los científicos brasileños no pudieron establecer su relación causal con el calentamiento global.
Uno de los objetivos centrales que persiguen este tipo de estudios es mejorar el entendimiento de las causas que dan lugar a los eventos climáticos extremos para poder pronosticarlos cada vez con mayor certeza. Asimismo, conocer su frecuencia y características constituye una herramienta fundamental para preparar a las sociedades de manera tal que se puedan minimizar sus impactos.
“Este trabajo pone en evidencia la necesidad de contar con nuevas metodologías”, afirma Hannart y se explaya: “Fíjense que recién ahora, casi dos años después, sale el estudio sobre este evento. Ya es tarde, tanto para la población como para los responsables de las políticas. Hay un reconocimiento de este problema entre la comunidad climática y se está trabajando para acortar esos tiempos. Para eso va a ser necesario desarrollar nuevas tecnologías que tendrán que estar relacionadas con el big data. Se está poniendo mucho esfuerzo para abordar este desafío”.
Alcanzar este objetivo sería clave ya que se sabe que en el momento en que ocurre algún fenómeno extremo se abre una ventana de comunicación muy poderosa para ayudar a que tome conciencia la población y los gobiernos. De esta manera, se contribuiría a que se llevaran a cabo los cambios estructurales necesarios para moderar las graves consecuencias que acarrean estos eventos. Que además, serán cada vez más frecuentes.
Carolina Vera from EXACTAS UBA on Vimeo.