Cuenta regresiva
El IPCC presentó un nuevo reporte en el que concluye que el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta. El informe señala que más de tres mil millones de personas habitan en lugares considerados altamente vulnerables al cambio climático; especialmente, quienes viven en asentamientos informales, en países de bajos y medianos ingresos. La ventana de tiempo para la toma de acciones globales es, cada vez, más pequeña.
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) presentó un nuevo reporte sobre impactos, adaptación y vulnerabilidades en las comunidades humanas, los ecosistemas y la biodiversidad. El texto completo, de más de tres mil páginas, dado a conocer hace pocos días fue construido por 270 autores de 67 países que evaluaron más de 34 mil artículos científicos. En pocas palabras, la publicación recopila observaciones con vasta evidencia y también proyecciones que podrán ocurrir según distintos escenarios de aumento de la temperatura global. Con foco en el entramado del clima, el desarrollo de la vida humana, sus actividades económicas y el uso de la tierra, enfatiza la importancia de comprender las interacciones entre esos sistemas y los impactos agravados producto de la combinación de varios escenarios problemáticos a la vez.
Este documento, realizado por el Grupo de Trabajo II, constituye la segunda entrega del Sexto Informe de Evaluación (IE6) del IPCC, que se completará a lo largo de este año. “Este reporte llega en un momento fundamental, es importante reflexionar qué significa para Argentina y Latinoamérica, pensar en la agenda de adaptación al cambio climático no sólo porque salva vidas sino porque va de la mano con el desarrollo sostenible de nuestra región. Esperamos que, desde esta mirada global que nos brinda el reporte, la comunidad científica local pueda apuntalar las políticas públicas, porque necesitamos que se implementen de manera urgente”, resaltó Carolina Vera, referente argentina en la ciencia del clima, profesora e investigadora de Exactas UBA y miembro del Ministerio de Ciencia de la Nación.
Todo ocurre al mismo tiempo
Una de las experiencias más palpables del calentamiento global son los eventos climáticos extremos, no sólo son más frecuentes y de mayor magnitud, sino que generan preocupación porque ocurren en contextos que combinan procesos de gran complejidad en todo el mundo: mayor crecimiento y urbanización de la población; pobreza persistente; degradación de la tierra y el agua; pérdida de biodiversidad; inseguridad alimentaria; cambios tecnológicos veloces, y, ahora, una pandemia.
“Los riesgos climáticos no respetan las fronteras nacionales, generan conmociones en el comercio mundial; agravan el riesgo general y son más difíciles de manejar. A la vez, las sociedades que lo sufren producen gases de efecto invernadero, buscan adaptarse y accionan para mitigar el cambio climático, todo ocurre al mismo tiempo”, enfatiza Vera.
En este sentido, uno de los conceptos clave que atraviesa la publicación es el de riesgo: ese potencial de consecuencias adversas para las personas y el ambiente resulta determinante a la hora de comprender que los problemas relacionados con el clima son cada vez más graves e imbricados entre sí. Los autores identificaron riesgos potencialmente graves, los cuales resultan ser grandes desafíos para la sociedad a nivel mundial y regional, son aquellos relacionados a recursos esenciales como el agua y los alimentos, y riesgos asociados a la infraestructura, a las economías, la salud y la paz.
Ante el riesgo, tanto los humanos como otras especies han intentado adaptarse. El informe documenta esos procesos, aunque los autores explicitan que no todas las respuestas a la adaptación conducen a reducir el riesgo. La severidad de las consecuencias del cambio climático varían en magnitud y probabilidad, pero algunas de ellas son consideradas como irreversibles.
Incluso, los especialistas han identificado el incremento de la “mala adaptación”, un riesgo procedente de respuestas humanas contraproducentes en la carrera por adaptarse al cambio climático. Particularmente, esta situación se ha observado en el contexto de las prácticas agrícolas, forestales y pesqueras, a veces generando nuevos riesgos o perjudicando a otros actores, muchas veces haciéndolos aun más vulnerables.
Por ejemplo, frente a la necesidad de adaptarse a los mercados de alimentos se intensifican cultivos en tierras marginales, se desmonta y se genera dependencia de semillas provenientes de corporaciones extranjeras. Ante el aumento de temperatura se busca reforestar y así aliviar el calor, proveer de sombra o protegerse de los vientos fuertes; pero los árboles que se utilizan no son originarios de la zona, por lo que suelen consumir más agua o contribuir a la expansión de los incendios. Otro caso: ante la sequía se busca almacenar agua, lo que ha provocado el aumento de los criaderos de mosquitos, vectores de enfermedades.
Si algo hemos aprendido con la pandemia de COVID-19 es que la salud mundial depende de un sutil equilibrio entre los modos de vida humana y el del ambiente. La evidencia científica es robusta: la explotación de la vida silvestre y la degradación de los hábitats naturales han aumentado las oportunidades de “derrame” de patógenos de los animales silvestres a las poblaciones humanas y, por lo tanto, han incrementado la aparición de enfermedades zoonóticas y epidemias.
En Sudamérica las posibilidades de exposición a enfermedades van a duplicarse, y hasta triplicarse, porque el cambio climático afecta la epidemiología de las enfermedades infecciosas sensibles al clima en la región. La transmisión de dengue, chikungunya o Zika aumenta a medida que se incrementa la temperatura.
Un atlas del sufrimiento humano
Más de tres mil millones de personas viven en lugares considerados altamente vulnerables al cambio climático, además de ser susceptibles al daño tienen menos posibilidades para hacerle frente y adaptarse. El riesgo aumenta en las ciudades y zonas urbanas donde viven 4.200 millones de personas, la mayoría de la población mundial, especialmente en asentamientos informales, en países de bajos y medianos ingresos.
“Este reporte es un atlas del sufrimiento humano” dijo António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas cuando dio a conocer el informe públicamente. Cada pequeño aumento en el calentamiento resultará en mayores riesgos, tanto para la naturaleza como para las personas en todas las regiones del mundo.
La combinación entre falta de agua potable, dificultades para acceder a la salud y altos niveles de pobreza hace que la dinámica del riesgo sea particularmente preocupante en algunas partes del mundo. El problema del agua, del acceso a ella y su calidad, ocupa el desarrollo de todo un capítulo del último reporte del IPCC. Los expertos hacen foco en la seguridad hídrica para analizar la disponibilidad y accesibilidad de las poblaciones a suficiente agua limpia que les permita subsistir, acceder a la salud, desarrollarse socioeconómicamente y lograr estabilidad política.
Según el informe, los estudios estiman que actualmente, entre 1.500 y 2.500 millones de personas viven en áreas expuestas a la escasez de agua en todo el mundo. Se prevé que estas cifras aumenten continuamente, con estimaciones de hasta 3.000 millones en un escenario de aumento de 2°C de la temperatura global y de hasta 4.000 millones si se eleva 4°C, hacia la mitad de este siglo.
“Si bien la escasez de agua suele ser un fenómeno estacional, se prevé que el cambio climático aumente los extremos estacionales. Con frecuencia, los años consecutivos con condiciones más secas conducen a una disminución a largo plazo de las capas freáticas, lo que afecta directamente la disponibilidad de agua y la humedad del suelo a largo plazo”, resalta la comunicación del organismo.
En nuestro continente, las grandes áreas de América Central y del Sur “se encuentran altamente expuestas, vulnerables y fuertemente impactadas”. En Chile, por ejemplo, uno de los primeros anuncios del presidente Gabriel Boric fue en relación con la fuerte sequía que atraviesa el país. El mandatario no descartó el racionamiento del agua potable en la región Metropolitana, especialmente en Santiago.
Los autores analizan que otro componente crítico para garantizar el acceso seguro al agua limpia es una infraestructura hídrica adecuada. Desafortunadamente, los eventos extremos, en especial las inundaciones y las tormentas, tienen un gran potencial para dañar las obras de saneamiento y distribución del agua potable.
La adaptación tiene límites
“Existe un creciente desequilibrio entre las acciones de adaptación puestas en práctica y las que se requieren. Buena parte de la adaptación observada es fragmentada, de pequeña escala, específica a un sector, diseñada para responder a los impactos actuales o riesgos en el corto plazo y enfocada más en la planeación que en la implementación”, resume Roberto Sánchez Rodriguez, investigador mexicano y vicepresidente del Grupo de Trabajo II del IPCC.
Para el experto, muchos de los esquemas de adaptación al cambio climático “se quedan en los planes y no trascienden a la implementación”. Y brinda un dato contundente con respecto a la financiación de respuestas a la crisis: “el 92% del financiamiento público y privado está orientado a acciones de mitigación -a reducir las emisiones o mejorar los sumideros de gases de efecto invernadero-, y sólo el 8% restante va a adaptación”. Las agendas de adaptación y mitigación no pueden hacerse de manera separada, no es sencillo, por la naturaleza misma de las acciones: las de mitigación son claras y cuantificables, las acciones de adaptación son mucho más nebulosas, concluye Sánchez.
El calentamiento global también ha causado perturbaciones peligrosas y generalizadas en la naturaleza. Tal vez, de las situaciones irreversibles, la más fotografiada sea la pérdida de biodiversidad. El calentamiento global ya ha provocado la extinción de algunas especies y es probable que siga haciéndolo con mayor grado: “Las especies siempre se han extinguido en la historia de nuestro planeta, pero las actividades humanas que causan el cambio climático están acelerando este proceso. Por ejemplo, investigaciones recientes predicen que un tercio de todas las especies de plantas y animales podrían extinguirse para el año 2070 si la crisis climática continúa de este modo. Las especies pueden adaptarse pero hasta cierto punto”, afirma el informe.
Según los expertos, se han observado cambios en el comportamiento en gran cantidad de animales, en las migraciones e incluso en la reproducción. Aproximadamente, la mitad de todas las especies que han visto modificado su hábitat por el uso de la tierra han registrado movimientos hacia los polos o las alturas. Del mismo modo, la crisis climática está contribuyendo al aumento de la mortalidad de los árboles de manera directa -a través del aumento de la aridez o la sequía-, e indirectamente por el aumento de los incendios forestales y las plagas de insectos.
¿Y qué acciones pueden ayudarnos? Los especialistas coinciden en que restaurar bosques nativos y también prevenir una mayor pérdida es fundamental. Sin embargo, advierten que plantar árboles en áreas históricamente sin bosques -como pastizales, matorrales y sabanas- puede reducir la biodiversidad y aumentar los riesgos de daños: “es esencial orientar la forestación a los lugares adecuados y utilizar las especies apropiadas”. Estas acciones si se llevan a cabo correctamente reducen la contaminación del aire, almacenan carbono y aumentan la resiliencia de los sistemas naturales.
“La conclusión más importante de este reporte dice que la evidencia científica es inequívoca, el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta. Cualquier retraso adicional en la acción global concertada perderá la breve ventana que se cierra rápidamente para asegurar un futuro habitable. Este informe ofrece soluciones al mundo”, sintetizó en cuatro líneas Carolina Vera.