Comprueban la influencia humana
Los inviernos menos fríos, y los veranos más tórridos parecen tener una causa antropocéntrica. Pero se necesitan evidencias científicas para confirmarlo. Ahora, un estudio mostró que el aumento de la lluvia registrado durante el último siglo en el sudeste de Sudamérica no se explica sólo por causas naturales.
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El calentamiento global es inequívoco, y se debe muy probablemente a las actividades humanas, según afirma el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) en su último informe. Si bien todo parece indicar que las emisiones de gases derivados del uso de combustibles fósiles son responsables del calentamiento, es necesario contar con pruebas. Pero ¿cómo obtenerlas?
Para hallar evidencias, numerosos grupos de investigación en el mundo, además de realizar observaciones, emplean modelos climáticos y efectúan simulaciones considerando las ecuaciones y variables que explican el clima, como la presión, los vientos, la temperatura o la lluvia.
Así, un análisis de las variaciones en la cantidad de lluvia caída en verano, detectadas en el sudeste de América del Sur y en los Andes australes, aporta una de las primeras evidencias de que esos cambios pueden atribuirse a la influencia de la actividad humana sobre el clima.
“Los modelos reproducen el clima teniendo en cuenta la atmósfera, los océanos, la vegetación y los hielos, entre otros componentes, e incorporan los forzantes externos, factores ajenos al clima, que pueden alterarlo”, explica Carolina Vera, profesora e investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA). Hay forzantes naturales, como las variaciones en la radiación solar que llega al planeta o las erupciones volcánicas, y forzantes antropogénicos, es el caso de las emisiones de gases de efecto invernadero, producto, por ejemplo, del empleo de combustibles fósiles.
“La hipótesis es que se necesitan ambos tipos de forzantes para explicar el clima que ocurrió”, subraya la investigadora. Vera, junto con Leandro Díaz, estudiaron las tendencias de la lluvia del verano, desde 1902 a 2005, en Sudamérica. El objetivo era determinar la influencia de la actividad humana en los cambios que se observaron a lo largo de los años. Para confirmar la atribución, ya sea a causas antropocéntricas o a causas naturales, se necesitan numerosas evidencias que, además de las observaciones, surjan de distintos modelos y diferentes simulaciones. Asimismo, esas evidencias tienen que ser coherentes entre sí.
De ese modo, Vera y Díaz analizaron las tendencias de lluvia a partir de observaciones y de 59 simulaciones provenientes de 14 modelos climáticos diferentes, que incluyen los forzantes naturales y los antropogénicos, en forma conjunta y separada.
“La mayoría de los modelos reproducen el incremento de las lluvias observado en el sudeste del continente, y la disminución en la región de los Andes australes”, señala Vera, y prosigue: “Si bien el rango de incertidumbre es alto todavía, podemos afirmar que la actividad humana, al menos en parte, contribuyó a explicar esos cambios observados en las precipitaciones durante el último siglo”.
Modelos y simulaciones
Actualmente existe sólo una decena de centros en el mundo con la capacidad informática para realizar simulaciones del clima en las distintas regiones del planeta, mediante modelos climáticos globales. Pero, “gracias a un esfuerzo internacional de coordinación científica, los diferentes centros realizan los experimentos climáticos en forma similar pero independiente. Luego, toda esa información se reúne, y se coloca en un reservorio, a disposición de todos los investigadores, en el mundo entero”, explica Vera.
De ese modo, cualquier investigador del planeta puede tomar esas simulaciones del clima global y estudiar una variable en particular en una determinada región. “Los estudios de detección y atribución del cambio climático en escala regional no son sencillos, porque la gran magnitud de la variabilidad climática natural opaca la señal de cambio climático”, indica Vera. Por ejemplo, los fenómenos de El Niño y La Niña pueden hacer que haya períodos más húmedos o más secos, respectivamente, en la Argentina, con independencia del calentamiento global.
Cabe señalar que los estudios de cambio climático tienen un rango de incertidumbre, por un lado, debido a que los modelos no son perfectos; y, por el otro, a que la variabilidad natural del clima puede ser grande, y difícil de distinguir del efecto antropogénico.
Lluvias en la Argentina
“Al estudiar los registros de lluvia de verano de la región sudeste de Sudamérica, la tendencia muestra un aumento de 7 milímetros por estación por década”, relata Vera. Estos cambios han permitido la expansión de la producción agrícola en el país en las últimas décadas.
Al analizar los modelos climáticos, los investigadores consideraron, por separado, las simulaciones que incluyen sólo las causas antropogénicas, las que incorporan solo las causas naturales, y luego aquellas que combinaron ambas causales. Al calcular las tendencias, observaron que “los modelos que incorporan las causas antropogénicas fueron capaces de representar un aumento de la lluvia de 2 mm, por década”, señala Vera. Estos modelos, si bien mostraron un aumento inferior al real (que era de 7 mm), indicaron una tendencia positiva, es decir, un incremento.
En cambio, los modelos que sólo consideraban las causas naturales, no indicaban aumento. Este hecho contribuye a demostrar entonces que no es posible estimar la tendencia de cambio en la lluvia si no se considera la influencia de la actividad humana.
Menos lluvia en los Andes
En la zona de los Andes del sur, los registros indican que en verano, a lo largo del último siglo, las lluvias disminuyeron. Con el mismo estudio, al considerar sólo los forzantes naturales, los modelos no mostraron cambios.
“Hasta ahora, éste es el único estudio que, con las herramientas de que se dispone actualmente, muestra que las tendencias en la precipitación tuvieron su causa, al menos en parte, en la actividad humana global”, concluye Vera.