Bajar de peso no depende sólo de la voluntad
Un experimento con ratones mostró que la obesidad es reversible sólo si es atendida en una etapa temprana. Pero, si lleva mucho tiempo de instalada, los mecanismos del cerebro conducen a los individuos a mantener el exceso de peso como si fuera el estado normal. El trabajo que firma Marcelo Rubinstein, profesor de Exactas UBA, fue publicado en el Journal of Clinical Investigation.
Entrevista a Marcelo Rubinstein
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El deseo de bajar de peso, muchas veces, termina en fracaso. En efecto, las dietas y tratamientos farmacológicos suelen ser exitosos al principio. Pero llega un momento en que la balanza parecería atascarse, y los kilos se vuelven acumular. ¿A qué se debe este fenómeno tan desalentador?
“Lo que demuestran nuestros experimentos es que la obesidad es reversible sólo cuando se trabaja muy temprano sobre ella”, afirma Marcelo Rubinstein investigador del CONICET y profesor en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Son las conclusiones de un trabajo que se publica en el Journal of Clinical Investigation, revista internacional de alto impacto.
“Así como existen mecanismos autónomos que impiden dejar de respirar, hay un centro en el cerebro, en el hipotálamo, que toma control sobre la conducta y nos hace comer”, explica el investigador.
Desde hace unos veinte años Rubinstein y su equipo vienen estudiando los genes que controlan el circuito de la saciedad alimentaria. La falla en esos genes hace que los individuos coman en exceso, sin poder detenerse, y terminen en obesidad mórbida. Es más, cuando deciden iniciar una dieta, se enfrentan, a largo plazo, con la frustración.
Ratones obesos
Ante el fracaso de dietas que al inicio parecerían funcionar, los investigadores se preguntaron: ¿será que el cerebro de un individuo obeso interpreta que ese es su peso normal y lo induce a comer de manera de mantener ese peso? En general, los animales y los seres humanos tienden a conservar su peso a lo largo de grandes períodos. “Esa conservación sugiere que hay un sistema que controla cuánta energía se gasta, para incorporar la misma cantidad y mantener un peso estable”, sostiene Rubinstein.
Para confirmar que bajar de peso no depende de la voluntad, sino de mecanismos autónomos, los investigadores generaron en el laboratorio, por ingeniería genética, un ratón con obesidad extrema, cuyos kilos de más fueron ganados gracias al exceso de ingesta, y no intervinieron factores metabólicos o de otro tipo.
Los ratones “fabricados” tienen una modificación genética que inhibe el circuito de la saciedad. Es decir, los animales nunca se sentían satisfechos con lo que ingerían. Además, la comida que se les ofrecía tenía un valor hedónico mínimo, es decir, era un alimento que se consume sólo por razones de hambre, y no por el placer de saborearlo. En otras palabras, comida nutritiva pero aburrida. “Cuando la dieta tiene valor hedónico, se activa otro circuito, el del placer. Es un circuito de ‘refuerzo’, porque refuerza la conducta que lleva a obtener eso que nos gustó”, detalla Rubinstein.
La sustancia que estaba inhibida en los ratones mutantes es una proteína (melanocortina) que en el cerebro actúa como un neurotransmisor y activa el circuito de la saciedad. Los animales que no pueden liberar esa sustancia, comen más, todos los días. Sin ser voraces, cada día ingieren un 50% más, y en poco tiempo alcanzan una obesidad extrema. En tres meses, pesan el doble, y en un año pueden llegar a pesar más del triple que un ratón normal.
Cuestión de peso
Para determinar si la obesidad es reversible, los investigadores diseñaron un interruptor genético que permite revertir la mutación en los ratones. Inyectaron una droga que activa un gen clave en el mecanismo de la saciedad. Ahora, ante la misma cantidad de comida servida, el ratón come menos y empieza a perder peso.
“Trabajamos con tres grupos de animales a los que les revertimos la mutación a edades diferentes, que corresponden al período infantil, adulto-juvenil y adulto maduro. Al recuperar la saciedad, observamos que la obesidad era más severa y difícil de corregir cuanto mayor era el animal y más antigua su obesidad”, relata el investigador, y agrega: “Los resultados fueron categóricos: la obesidad es reversible sólo cuando se ataca en forma muy temprana. A medida que aumenta el porcentaje de grasa corporal, se disparan mecanismos cerebrales que recalibran el control de la ingesta para defender un peso mayor al normal”.
Si la obesidad lleva poco tiempo en el individuo, al recuperar el circuito de saciedad, la memoria del hipotálamo conduce a su peso habitual, que era el anterior a la gordura. Pero, “cuando el sobrepeso se mantiene durante mucho tiempo, a pesar de que se recupere la señal de saciedad, el hipotálamo calcula la ingesta de una cantidad de comida superior a la que hubiera comido si fuera normal, aunque inferior a la que comía cuando era obeso”.
Esta investigación pone de relieve que la obesidad es una condición que se autoperpetúa, pues ella misma genera mecanismos en el cerebro que hacen que el individuo mantenga como normal su exceso de peso, afirman los investigadores en el artículo publicado, firmado también por Viviana Bumaschny, investigadora del CONICET, y Malcolm Low, de la Universidad de Michigan, Estados Unidos.
“Los datos de estos experimentos tienen importancia desde el punto de vista de la salud pública y la educación”, remarca Rubinstein, y agrega: “Si se trabaja en forma temprana, en pibes de escuela primaria y secundaria, las chances son muy altas de poder recuperar un peso normal. A medida que pasa el tiempo, las posibilidades se reducen drásticamente”.
En resumen, si uno quiere tener un cuerpo que no es el que el hipotálamo le está pidiendo, tendría que comportarse toda la vida casi como un atleta que se entrenara más de doce horas diarias. Si hay que pelear todos los días con el hambre, no hay voluntad que resista.
Comentarios elogiosos
En la misma revista donde se publica el artículo, Chen Liu y Joel K. Elmquist, investigadores del Departamento de Medicina Interna y Farmacología de la Universidad de Texas, realizan un comentario muy elogioso del trabajo. “Mediante un modelo de obesidad reversible y de un solo gen, Bumaschny y Rubinstein exploraron la ventana temporal para el tratamiento efectivo y brindaron nueva comprensión de los mecanismos que subyacen a la obesidad refractaria”, subrayan.
“Estos hallazgos destacan la necesidad de una intervención temprana en el tratamiento de la obesidad y tienen importantes implicancias clínicas para el manejo de la obesidad infantil. Es más, estos estudios extienden nuestra comprensión sobre la progresión de la obesidad”, remarcan los investigadores.