infancia desenfocada
Espectro autista

Una explicación para ellas

Los trastornos del espectro autista presentan un claro sesgo de género: afectan a una niña por cada cuatro varones. Un estudio científico efectuado en un modelo animal propone una explicación para esa menor incidencia en el sexo femenino. Los resultados del trabajo abren la puerta a potenciales intervenciones terapéuticas.

10 Jul 2024 POR

Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada 100 niños sufre un Trastorno del Espectro Autista (TEA). Estamos hablando de un amplio conjunto de afecciones que están relacionadas con el desarrollo neurológico y que presentan una diversidad de síntomas. Entre otros, dificultades en la interacción social y en la comunicación, y patrones de conducta atípicos.

La evidencia científica disponible indica que los TEA son causados por la interacción de factores genéticos y ambientales. Entre estos últimos, está demostrado de manera concluyente que la infección de la madre por el citomegalovirus o por el virus de la rubeola y, también, la administración de medicamentos como la talidomida o el ácido valproico durante el embarazo pueden causar TEA en su hija o hijo.

Los TEA se pueden detectar en la niñez y presentan un claro sesgo de género: afectan a una niña por cada cuatro varones. ¿Por qué sucede esto? Es una pregunta que la ciencia se hace desde hace algún tiempo y a la que todavía no le ha encontrado respuestas concluyentes.

En trabajos anteriores el equipo había visto que, si bien las hembras no veían afectada su conducta, al estudiar sus cerebros se observaban signos de neuroinflamación.

En el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIByNE, UBA-CONICET), un grupo de investigadoras e investigadores trabajan para comprender los mecanismos moleculares y celulares relacionados con el desarrollo del autismo. Para ello, a los ratones de laboratorio les generan comportamientos compatibles con las conductas que se observan en el autismo mediante un protocolo validado internacionalmente para estudiar ese trastorno.

Amaicha Depino. Fotografía: Luiza Cavalcante.

El protocolo consiste en inyectar con ácido valproico a hembras de ratón preñadas. En este modelo animal, por razones que todavía se desconocen, la inyección de ácido valproico a las hembras preñadas produce crías machos que tienen comportamientos compatibles con el autismo, mientras que las crías de sexo femenino no se ven afectadas.

“En trabajos anteriores habíamos visto que, si bien las hembras no veían afectada su conducta, cuando estudiábamos sus cerebros observábamos signos de neuroinflamación”, cuenta Amaicha Depino, investigadora del CONICET en el IFIBYNE. “O sea que el ácido valproico no es que no les hace nada. Algo les hace, pero no llega a afectarles la conducta”.

De esa observación surgió la hipótesis: “Nos preguntamos si aumentando aún más esa neuroinflamación podríamos ver efectos sobre la conducta de las hembras”. Entonces, eligieron una molécula bacteriana que provoca inflamación generalizada y se la inyectaron a las hembras en la panza: “Como no se sabe qué estructura del cerebro es la más relevante para producir efectos en la sociabilidad de estos animales, les aplicamos un estímulo inflamatorio periférico que, se sabe, afecta el estado inflamatorio de todo el cerebro”.

La inyección se la aplicaron a dos grupos de hembras que estaban en la etapa juvenil: un grupo que había estado expuesto al ácido valproico antes de nacer y otro grupo que no. Los resultados confirmaron la hipótesis: “Comprobamos que las hembras que recibieron dos estímulos inflamatorios, el prenatal y el juvenil, muestran una sociabilidad reducida”, revela Depino.

Cuando se detecta tempranamente un individuo susceptible a un trastorno en el desarrollo neurológico, sería bueno no exponerlo a estímulos inflamatorios del ambiente.

Según la investigadora, que es profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, estos resultados indican que “el ácido valproico las predispone a que un segundo estímulo pueda afectar su sociabilidad”. Y en la comparación con los machos, Depino señala que “el cerebro femenino, de alguna manera, resiste más el impacto del ácido valproico”.

Para la científica, este hallazgo cobra importancia a la hora de pensar potenciales intervenciones terapéuticas para los TEA: “Cuando se detecta tempranamente un individuo susceptible a un trastorno en el desarrollo neurológico, sería interesante evitar exponerlo a un estímulo inflamatorio del ambiente como, por ejemplo, alérgenos, agentes infecciosos, o contaminantes ambientales. También, se podría considerar la posibilidad de utilizar fármacos antiinflamatorios”.

Durante las últimas décadas, hubo un crecimiento significativo de los estudios que apuntan a analizar y comprender las diferencias entre ambos sexos en relación al funcionamiento del sistema nervioso y de la conducta.

“Nuestro trabajo apunta a entender una de esas diferencias”, consigna Depino, y concluye: “Yo creo que esto tiene una importancia muy grande para las enfermedades psiquiátricas humanas, porque la mayoría tiene diferente incidencia en varones y en mujeres. Por ejemplo, las enfermedades del neurodesarrollo tienden a ser más diagnosticadas en varones; pero la depresión o los desórdenes de ansiedad son más frecuentes en las mujeres. Entonces, entender cómo el sexo biológico contribuye a estas enfermedades psiquiátricas, para mí es importante”.

El paper con los resultados del trabajo fue publicado en la revista Scientific Reports y lleva la firma de Araceli Seiffe, Nadia Kazlauskas, Marcos Campolongo y Amaicha Depino.