Mejorando la vida social del ratón
Un equipo de investigadores logró revertir, en ratones, ciertos comportamientos compatibles con el autismo. En efecto, los animales que habían recibido tratamiento con un compuesto responsable de causar conductas antisociales, se volvieron más sociables al estar en contacto con ratones normales, lo cual sugiere que es posible revertir el autismo si es tratado en una etapa temprana.
Según la Organización Mundial de la salud, uno de cada 160 niños padece un trastorno del espectro autista (TEA), que abarca una variedad de manifestaciones que incluyen, por ejemplo, deficiencias en el comportamiento social así como en el lenguaje y la comunicación, y también la tendencia a las conductas repetitivas, como dar vueltas o palmotear.
Con el fin de determinar las causas del trastorno y hallar formas de revertirlo, los investigadores emplean ratones como modelo, pues estos son animales sociales, que siempre establecen contacto con sus congéneres y tienen alguna forma de comunicarse entre sí. Además, buscan todo el tiempo la novedad, y es raro que repitan conductas. Por ello, cualquier deficiencia en esos comportamientos puede ser indicadora de un problema.
En tal sentido, un equipo de investigadores aplicó un tratamiento prenatal a un grupo de ratones para generar manifestaciones de autismo. En efecto, las hembras, en el día 12 de gestación, recibieron una dosis de ácido valproico, un fármaco para tratar las convulsiones en la epilepsia, que hoy es contraindicado en mujeres embarazadas ya que se observó que su utilización durante el embarazo tiene efectos teratogénicos y aumenta significativamente la probabilidad de que los hijos luego manifiesten síntomas de autismo. En los ratones se da una sola inyección en la mitad de la preñez, que es cuando cierra el tubo neural, un momento clave para el desarrollo del sistema nervioso.
“En ratones que habían sido tratados en forma prenatal con ácido valproico y tenían menor sociabilidad, quisimos ver qué sucedía si, al momento del destete, enriquecíamos su vida social”, relata Amaicha Depino, profesora en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigadora del IFIByNE, instituto de la UBA y el CONICET.
En otras palabras, al momento del destete, esos animales menos sociables eran colocados con animales control, que no habían sido tratados con ácido valproico y mostraban una actividad social normal. El destete se efectúa al día 21 después del nacimiento, y hasta ese momento, las crías están con sus hermanos y la madre.
“Los animales que fueron tratados con el fármaco en forma prenatal y mostraron menor sociabilidad, al crecer con ratones control, llegaron a adultos con una sociabilidad normal”, precisa Depino, y destaca: “Esto significa que pudimos rescatar a esos animales del autismo, pues se logró revertir al menos uno de sus síntomas, que es la disminución de la sociabilidad”. El trabajo se publica en Molecular Autism, y el primer autor es el doctor Marcos Campolongo, quien defendió su tesis sobre este tema en Exactas UBA.
Menor interés por lo social
Los ratones fueron sometidos a diversas pruebas para determinar si mostraban o no síntomas del trastorno autista. Por ejemplo, se colocaba al ratón en un ambiente desconocido, donde había tres compartimentos. En uno, había un ratón desconocido para el sujeto que era examinado y, en otro, un objeto también desconocido.
Como los roedores son animales sociales, tienen preferencia por ir a inspeccionar al ratón desconocido en lugar del objeto. “Lo que vimos es que los animales expuestos prenatalmente al ácido valproico mostraron menor interés por explorar al ratón que no conocían, lo que sugiere que son menos sociables y les interesa menos el estímulo social, y por eso se los considera un modelo de autismo”, detalla Depino.
Asimismo, los ratones tratados con valproico mostraron comportamientos repetitivos, por ejemplo, destinaban un tiempo excesivo al autoacicalamiento.
Otra prueba consistía en introducirlos en un laberinto con forma de Y. Dado que los roedores tienden a explorar los ambientes desconocidos, lo esperable era que fueran explorando cada uno de los brazos del laberinto. Pero, en este caso, los ratones menos sociables se quedaban repitiendo la exploración en uno de los brazos. De este modo, ambas pruebas confirmaban que esos ratones tratados con ácido valproico mostraban comportamientos repetitivos.
Por otro lado, cuando se coloca a dos ratones jóvenes en un espacio, estos normalmente practican lo que se denomina “juego juvenil”: se persiguen mutuamente y se buscan para jugar. Las pruebas mostraron que los ratones tratados con ácido valproico jugaban mucho menos que los animales control.
Cambios en la corteza cerebral
Los investigadores también analizaron los cambios producidos en el cerebro de los ratones a través de imágenes obtenidas por tomografía de emisión de positrones (gracias a una colaboración con investigadores de FLENI). Así, en los ratones “autistas”, observaron una alteración del metabolismo en la corteza piriforme, que es una parte del cerebro asociada al olfato: había una mayor respuesta neuronal en esa región y estaba aumentado el metabolismo del neurotransmisor dopamina.
Asimismo, los ratones fueron sometidos a un test para determinar alteraciones en el olfato, y observaron que este no estaba alterado en cuanto a olores que no tienen significado social (por ejemplo, el olor a un alimento). Pero los animales que habían recibido ácido valproico en su etapa prenatal, mostraban deficiencias en la percepción de los olores sociales, como el de la orina de otros machos o de hembras.
“Los resultados de este trabajo muestran algo anti determinista: crecer con ratones normales puede revertir algo que es provocado farmacológicamente. Y refuerza la importancia del diagnóstico y estimulación temprana, porque hay períodos críticos durante el desarrollo postnatal en los cuales se puede revertir algo que es prenatal”, concluye Depino.