Hallazgo accidental
Trabajando con ratones, un modelo validado internacionalmente para estudiar el autismo, un equipo de investigación de Exactas UBA hizo un descubrimiento inesperado. El trabajo, publicado en una revista científica de alto impacto, muestra la importancia de no descartar resultados que no concuerdan con la hipótesis planteada originalmente.
Cuando éramos chicos, en la escuela, nos enseñaron el método científico. Nos decían que la observación de un fenómeno podía generarnos preguntas y que había que plantear hipótesis para responderlas. Y que demostrar esas hipótesis requería de experimentos. Entonces, nos hacían hacer los ensayos que demostraban nuestra hipótesis y, finalmente, “sacábamos” conclusiones. Pero no nos decían qué hacer cuando los resultados no concordaban con lo esperado. O sí: nos decían que habíamos hecho mal el experimento.
La ciencia no es una empresa que construye conocimiento tan linealmente como nos enseñan en la escuela. La historia de muchos descubrimientos demuestra que el azar, o un hallazgo accidental, también hicieron caminar a la ciencia.
En el IFIByNE instituto de la UBA y el CONICET, un grupo de investigadoras e investigadores trabajan para comprender los mecanismos moleculares y celulares relacionados con el desarrollo del autismo.
Para ello, a los ratones de laboratorio les generan síntomas de autismo mediante un protocolo validado internacionalmente: inyectan a las hembras preñadas con ácido valproico -un medicamento que hoy está contraindicado en mujeres embarazadas pues se observó que aumenta la probabilidad de que los hijos luego manifiesten síntomas de autismo- y obtienen crías de ratón con conductas del espectro autista.
Mientras estudiaban en ratones los mecanismos moleculares vinculados al desarrollo del autismo, el equipo hizo un descubrimiento inesperado. Y su hipótesis inicial cambió.
En 2018, con este modelo animal, comprobaron que la socialización temprana de las crías lograba revertir ciertos comportamientos compatibles con el autismo.
Ahora, hicieron otro hallazgo en relación a este trastorno. Pero, esta vez, de manera inesperada.
“Accidente” científico
A partir de algunas observaciones que habían hecho en su laboratorio, el grupo de investigación del IFIByNE se planteó una hipótesis: la inflamación va a exacerbar los síntomas relacionados con el autismo.
Para verificar esa hipótesis, a los ratones con síntomas de autismo los dividieron en dos grupos. En el “grupo experimental”, los animales fueron inyectados con una sustancia inflamatoria, y en el “grupo control”, fueron inoculados con una solución inocua.
Las inyecciones se efectuaron día por medio durante dos semanas, desde el día 21 de edad del animal (momento del destete) hasta el día 35.
“Al final del experimento nos llevamos una gran sorpresa cuando vimos que los ratones del grupo control ya no manifestaban síntomas de autismo, es decir, habían revertido los comportamientos autistas”, cuenta Amaicha Depino, investigadora del CONICET, profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y jefa del grupo de investigación.
“En un principio, pensamos que habíamos hecho algo mal en nuestro experimento y consideramos descartar esos resultados”, confiesa. “Después, nos pusimos a revisar el procedimiento y nos preguntamos si la manipulación del ratón durante el tiempo en el que se le daba la inyección podría haber sido la causa ese efecto inesperado”.
Había surgido una nueva hipótesis en el grupo de trabajo: ¿era ese “manoseo” el responsable de revertir las manifestaciones autistas en los ratones?
Decidieron poner a prueba la idea.
Manipulación científica
Diseñaron un experimento científico para corroborar esa nueva hipótesis. Esta vez, a los ratones no les inyectaban nada. Simplemente, los manipulaban día por medio unos tres minutos, de la misma manera que cuando los inoculaban.
“Comprobamos que, si durante el período de vida que va de los 21 a los 35 días de edad, que es la etapa juvenil del ratón, se los agarra y toquetea durante tres minutos día por medio, dejan de tener los síntomas de tipo autista cuando llegan a adultos”, revela Depino. “Son dos semanas en las que, en el ratón, todavía hay bastante maduración del sistema nervioso”, agrega.
Comprobaron que si entre los 21 y los 35 días de vida, se manipula a los ratones día por medio durante tres minutos, dejan de tener los síntomas de tipo autista cuando llegan a adultos.
– ¿Podría hacerse alguna extrapolación de estos resultados a los seres humanos?
– No directamente. Podría pensarse en la importancia de la estimulación temprana que actualmente se hace durante la niñez, y en la posibilidad de efectuar algún tipo de estimulación durante la etapa juvenil.
Los resultados del trabajo, que también incluye los experimentos conductuales que corroboran la reversión de los síntomas autistas, acaban de publicarse en la revista científica de acceso abierto Scientific reports.
Habitualmente, los científicos no hacen públicos sus experimentos fallidos. Sin embargo, el paper del grupo de Depino incluye un párrafo que da cuenta de ese evento inesperado. “Una de las cosas que más me gustan de este trabajo es el hecho de que no haber descartado aquellos resultados nos abrió una nueva pregunta. De hecho, hicimos hincapié en eso con la editora de la revista y con los revisores del paper”.
El estudio lleva la firma de Araceli Seiffe, Mauro Federico Ramírez, Lucas Sempé y Amaicha Depino.