Menos tests, más resultados
Un sistema que abarata costos a la hora de detectar infectados por la pandemia fue puesto a punto por un grupo de científicas y científicos de Exactas UBA, y ya está en uso en la provincia de Buenos Aires. Ahora, el equipo, liderado por Roberto Etchenique, trabaja en la automatización del método para evitar contagios del personal al hacer los análisis.
Es un día más en medio de la pandemia en un geriátrico bonaerense. A simple vista, ningún residente presenta señales de COVID-19, pero, por control, serán hisopados con un test que abarata costos y descongestiona la ajetreada agenda de los laboratorios. El sistema fue puesto a punto por un equipo dirigido por el profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Roberto Etchenique. Y ahora, van por la robotización de esta técnica de diagnóstico para evitar infecciones del personal de salud a la hora de analizar las muestras.
“El método que estudiamos fue adoptado, en mayo, por la provincia de Buenos Aires. En general, se toman muestras en geriátricos, psiquiátricos y personal de salud, con un ahorro significativo, porque un test termina valiendo la quinta parte o menos que el tradicional”, compara Etchenique, a cargo de esta propuesta que fue unas de las 64 elegidas entre 900 postulaciones en el Concurso COVID-19 de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación.
Habitualmente, el conocido como PCR (sigla en inglés de reacción en cadena de la polimerasa) es el método de diagnóstico considerado de mayor sensibilidad y selectividad para detectar el nuevo coronavirus, pero testea de modo individual. Y aquí radica la diferencia con el sistema puesto a punto en Exactas UBA, que propone reunir varias muestras en un solo test. “Por eso, se llama pool o grupos de PCR”, indica quien también es investigador de CONICET.
En el caso de un geriátrico con cuarenta residentes, a cada uno se le hace su hisopado, pero en vez de hacer un test por cada persona, se juntan de a ocho muestras en un solo análisis. “Si el grupo da negativo, quiere decir que todos (los ocho) lo son”, ejemplifica. En este caso, en vez de usar ocho tests -con el costo y demanda de laboratorio que ello implica-, apenas requirió uno.
Pero, si el resultado es positivo, al menos una persona de las ocho analizadas, está infectada. Entonces, hay que hacer nuevos análisis para identificarla. Como los grupos se arman por áreas de convivencia, esto facilita las medidas que se habrá que tomar. “Si un pool del segundo piso del geriátrico da positivo, se sabe que allí hubo un brote. Entonces, se aíslan y se actúa directamente en ese sector para detectar a la persona contagiada que, en general, es asintomática”, describe.
Este método tiene su historia. “En el pasado -memora- los pools se emplearon mucho, por ejemplo, con el virus VIH del SIDA”. El equipo de Exactas UBA, que ajustó esta técnica para el SARS-CoV-2, causante de la pandemia, ve multiplicarse su propuesta. “Un laboratorio en el SENASA adoptó el método que desarrollamos y, ahora, se abrirán tres más en Quilmes, Hurlingham y Mar del Plata”, adelanta, al tiempo que cuenta: “El laboratorio de Daniela Hozbor, de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, que trabaja codo a codo con nosotros, ya lleva analizadas unas 8 mil muestras. La gran mayoría de los detectados son asintomáticos y lo que se ha encontrado es que las cargas virales de los asintomáticos son del mismo nivel que la de los sintomáticos”.
A esta altura de la pandemia, Etchenique detecta fallas en la comunicación: “Extrañamente, en todos los medios se suele dar información errónea, incluso en los documentos oficiales, como si hubiera una diferencia en el testeo de asintomáticos y sintomáticos, cuando no la hay. Tampoco existe una diferencia en la capacidad de contagio, ambos transmiten la enfermedad”.
Un robot que testea
Con el primer tramo de la propuesta concluido, y ofrecidos los detalles de esta técnica de diagnóstico a las autoridades sanitarias que deseen aplicarla, ahora el equipo enfrenta otro desafío: la automatización de los pooles. “Ya llegó al laboratorio el robot que importamos. ¿Qué queremos hacer?”, pregunta, y enseguida responde: “La idea es poner las pruebas de los hisopos individuales y que el robot arme el pool directamente. ¿Para qué? Es un robot que mezcla, y este es el proceso más peligroso para el operador humano porque son un montón de muestras, algunas de ellas positivas, y se deben tocar a mano”.
La automatización busca evitar las posibilidades de contagio del personal de salud durante los análisis. En el futuro, la tarea de mayor riesgo estaría a cargo del robot, donde se “colocan los tubitos, se aprieta el botón de un programa y, 40 minutos después, se sacan las muestras ya preparadas y se las procesa”, detalla.
En este sentido, el equipo está trabajando a pleno en este sistema automatización. “Nos queda -calcula- un mes de trabajo, por lo menos. Se debe chequear muy bien que el robot no contamine unas muestras con otras”, concluye con prudencia.
El equipo
El grupo de trabajo que puso a punto la técnica de diagnóstico hoy en uso y que investiga su automatización, entre otros estudios, está integrado por -además de Roberto Etchenique-: Adalí Pecci, Daniela Hozbor, Nicolás Pregi, Luciana Rocha Viegas, Valeria Genoud, Valeria Levi, Virginia Dansey, Ricardo Gürtler, Min Chih Lin, Guillermo Solovey, Juan Domingo González, Martín Díaz, Renée Crisp, Magalí Gabrielli, Evelyn Olszanowsky, Daniela Bottero, Pablo Aispuro, Aníbal Lodeiro, Eugenia Zurita, Nicolás Ambrosis, Guillermo Mangialardi, Oscar Filevich, Javier Tiffemberg y Felipe Marceca.