COVID-19 en AMBA

La movilidad en foco

Para el investigador Roberto Etchenique, el aumento de la movilidad de la población es la causa central del crecimiento de los casos de COVID-19 en el AMBA. El aumento del índice de propagación del virus trascendido en los últimos días revela la situación. La necesidad de rastrear y aislar rápidamente a los contactos de las personas infectadas, y testearlos a éstos antes que a los sintomáticos, para ganar tiempo en el breve período de incubación.

20 Jun 2020 POR

Alta movilidad, aglomeraciones, falta de distancia social, mal uso de las barreras para la transmisión del virus, distintas variables del drama que se vive en Argentina y el mundo.

“La movilidad ha ido en constante aumento en el último mes y eso se correlaciona claramente con el aumento de R, el número efectivo de reproducción del virus”, señala con preocupación el químico Roberto Etchenique, que participa activamente de tres investigaciones cruciales para este momento de la lucha contra la pandemia de COVID-19: modelos de cálculo estadístico que permitan proyectar su rumbo epidemiológico, métodos de testeo que optimicen los limitados recursos disponibles para la detección, y el desarrollo de un mecanismo que automatice la extracción de ARN, suerte de cuello de botella que impide dinamizar los diagnósticos.

Hace poco más de un mes, en un seminario vía Zoom organizado por el Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Etchenique señalaba la fuerte desaceleración de R a partir de mediados de marzo, en los días previos a la implementación del aislamiento social preventivo y obligatorio, asociada a la abrupta caída de la movilidad de la población. La flexibilización de la cuarentena, básicamente en la Ciudad de Buenos Aires -ahora puesta en duda ante el fuerte aumento de los casos en toda el Área Metropolitana- modificó temerariamente los índices. “R llegó a 1,6 en la Provincia. En Capital, la acumulación de nuevos casos había quedado clavada en alrededor de 550 por día, lo que indicaría un R igual a 1, pero eso no era posible porque la tasa de positividad era enorme: entre el 40 y el 50% de lo que se testea. Creo que esa inmovilidad se debía a un efecto de saturación del sistema de medición, porque lo esperable son variaciones más pronunciadas: un día 600, y otro, eventualmente, 400, incluso si fuera estable, pero no siempre tan cerca. Deberían medir en la Ciudad, para estar en una zona segura de medición, entre cuatro y cinco veces más. Y en la Provincia, el doble, aunque un 23% de positividad, como está dando en el distrito, es malo pero aceptable.  El misterio se develó los últimos dos días, cuando CABA aumentó sus casos abruptamente a casi 700, para pasar inmediatamente a más de 800.»

El eventual regreso a restricciones del inicio de la cuarentena, con controles de tránsito que impidan la circulación de trabajadores no esenciales, y una limitación de la apertura al running nocturno en la Ciudad, se perciben como imprescindibles. “Ocurre que lo que uno ve, no es lo que pasa –reflexiona el químico del Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (INQUIMAE, CONICET-ExactasUBA)–. La presencia de personas en la calle, caminando, con barbijo, cruzándose con otras durante una décima de segundo a un metro de distancia, es completamente irrelevante. El problema es que esa gente se dirige a algún lado. ¿Adónde van? ¿Aumentaron las ventas de los comercios en los últimos días? Yo diría que no, si no, habría un repunte económico que no se observa. Para mí esa gente se dirige principalmente a ver a otra gente. Ese es el verdadero problema. Las personas a las que les gusta correr no van a lugares donde hay mucha gente, porque se chocan. Mi impresión es que hay muchos más niños en baúles que los que se detectan.”

Además de su participación en el grupo del Instituto de Cálculo y el Instituto de Ciencias de la Computación que diseña modelos estadísticos de seguimiento de la pandemia, Etchenique coordina otro proyecto que busca optimizar los testeos, herramienta fundamental frente a un virus que crece de modo exponencial. Y se pregunta a quiénes hay que testear en este momento de la pandemia.

Alternativas para optimizar el testeo

“El sistema de testeo por PCR es caro. Cada uno cuesta, desde el hisopo hasta el resultado, un mínimo de 30 ó 35 dólares, además del trabajo que demanda, a razón de una hora de experto, y un lugar adecuado: cabinas de bioseguridad clase II. Ahora bien, ¿para qué se usa un test de PCR? Se usa cuando uno quiere estar seguro de que una persona tiene cierta patología, a fin de tratarla. Hoy, estar 100% seguro de que alguien tiene COVID-19 no sirve para nada clínicamente, sólo para mostrar que testeaste e ingresarlo en la estadística, pero no tiene ninguna utilidad clínica. Lo importante es saber con quién estuvo esa persona, sus contactos estrechos, e identificar una segunda tanda, los contactos de esos contactos.” ¿Por qué? El COVID-19, explica Etchenique, tiene un período latente de entre 3 días y una semana. Entre la detección de una persona que acude con síntomas al sistema de salud y el resultado del hisopado pasan tres o cuatro días, por lo tanto sus contactos ya contagiaron a alguien más. “En Capital, el lunes se testeó a unas 1100 personas, y la mitad dieron positivo. Por lo tanto, como testear es caro, hubiera sido mucho más razonable, económico y efectivo salir a buscar a los contactos de esas personas sintomáticas como si todas tuvieran COVID-19, y testearlos a ellos, para luego salir a buscar los contactos de los contactos positivos.”

En efecto, ya se ha comprobado que la transmisión del virus se da muy fuertemente por los asintomáticos, que producen el 40% de los contagios. “Lo más sensato, entonces –concluye Etchenique–, parece ser no testear a los sintomáticos, sino aislarlos, y usar el test del PCR, que es caro y muy preciso, para ver lo invisible. Si sólo lo usás para corroborar lo que es visible, lo estás malgastando. Desde luego, si hubiera absoluta disponibilidad de tiempo de expertos y de tests de PCR, lo ideal sería testear a todo el mundo, pero no es éste el caso”.

Etchenique y su equipo desarrollaron un modelo poblacional de testeo en pools, es decir, las muestras de varias personas diluidas en un solo test de PCR. “En poblaciones con baja prevalencia del virus, supone una fuerte reducción del costo. La matemática asociada a la medición con pools puede resultar compleja pero, al final, obtenés tres resultados posibles: negativo, positivo, o probablemente positivo -cuando sabés que hay una persona infectada dentro del pool, pero no sabés cuál-. Ahí decidís: seguís testeando hasta descubrir quién es o aislás a todos, que en algunos casos puede ser lo más razonable”. Si el pool está bien conformado, con una población de, por ejemplo, diez individuos que mantienen contactos entre sí, y uno da positivo, los otros nueve se consideran automáticamente casos sospechosos. El modelo ya se ha puesto en práctica en las últimas semanas en instituciones semicerradas, como geriátricos, y ya se analizaron los patrones de dilución (a más individuos en el pool, menor carga viral detectable) que minimicen la incidencia de falsos negativos.

A Roberto Etchenique lo desvela, como a toda la comunidad científica, mejorar las modalidades de testeo, hacerlas más eficaces y rápidas, en una carrera sin tregua contra el tiempo de incubación y el tiempo de infectividad del virus, que se multiplica si no hay detección temprana y, enseguida, un rastreo activo de los contactos de las personas infectadas, y los contactos de los contactos, subraya el químico.

“La extracción de ARN está generando un importante cuello de botella. Los dos tests isotérmicos que se desarrollaron en la Argentina, si bien reducen el tiempo de PCR, también precisan la extracción de ARN. Hay que hacerla con normas de seguridad muy estrictas, lleva mucho tiempo, y el costo también es alto. Y supone, sobre todo, un desgaste muy grande para quienes lo hacen”.

El arduo proceso de extracción de ARN (lisis, unión, centrifugado, secado, eluido) para su retrotranscripción, que permite obtener la doble cadena de ADN que la PCR amplifica a fin de detectar la presencia del virus, es oneroso tanto en términos monetarios como humanos, y es hoy un fuerte obstáculo para la operatoria diagnóstica. “Se puede automatizar”, asegura Etchenique. Explica que se necesitan insumos accesibles, un diseño robusto pero simple, que una pyme pueda ensamblarlo, fácil de limpiar y esterilizar, con tecnología segura y confiable. “El problema es que muchas compañías no están entregando los insumos esenciales para utilizar los  equipos automáticos comerciales que ya existen en el país, porque sus países de origen, por la pandemia, les impiden exportarlos. Por eso queremos avanzar en un desarrollo local”.