Momias de quinoa
Semillas de quinoa fueron halladas en los años 70 en Los Morrillos, en la localidad de Barreal, en San Juan. Estaban en una vasija de calabaza. Las bajas temperaturas y el clima seco contribuyeron a mantenerlas momificadas. Pero los estudios químicos y moleculares mostraron que murieron en forma muy lenta. Se trata de semillas domesticadas, lo que indica que hace muchísimos años que los pueblos originarios ya la cultivaban.
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Al excavar una cueva en la reserva Los Morrillos, de la localidad de Barreal, al oeste de San Juan, un arqueólogo sanjuanino halló una antigua vasija de calabaza que contenía dos kilos y medio de semillas de quinoa. Los estudios de radio carbono revelaron que tenían unos 2.300 años de antigüedad.
Las semillas daban evidencia de que hace más de dos mil años, en esa zona desértica, alguien cosechó quinoa y la trilló. Los granos estaban limpios y se habían conservado muy bien gracias a las bajas temperaturas, la altitud de casi 3000 metros y el clima seco.
Para los Incas, la quinoa era el “grano madre”, porque constituía la base de su dieta alimentaria. La historia de este seudo cereal de alto poder nutritivo se inicia hace miles de años en América del Sur, en la región comprendida entre el noroeste de Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y sur de Colombia. Actualmente se cultiva en Salta, Jujuy y Catamarca, en general en pequeñas parcelas para el autoconsumo. Pero nunca se había hallado en la zona de los Andes centrales.
El hallazgo de esas semillas se produjo hace unos cuarenta años. Ahora, los arqueólogos del Museo Gambier, de San Juan, se pusieron en contacto con investigadores del Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada (IBBEA), del CONICET y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA.
“Empezamos a analizarlas con microscopía, y confirmamos que se trata de quinoa domesticada”, señala Hernán Burrieza, docente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, e investigador en el IBBEA.
Si bien no se dispone de la planta completa, el tamaño del grano y algunas de sus características indicaron que corresponden a plantas domesticadas. Las semillas de plantas silvestres son más pequeñas y oscuras.
Hace unos 3 mil años, los pueblos prehispánicos ya seleccionaban aquellas plantas que tenían fruto más grande o características convenientes, y plantaban sus semillas.
Muerte celular programada
Al disponer de esas semillas tan antiguas, que estaban muy bien conservadas, los investigadores tuvieron la ilusión de que podrían estar vivas. Sin embargo, comprobaron que estaban muertas. Éstas pueden morir por distintas causas, puede haber un daño químico provocado por reacciones químicas espontáneas o por formación de radicales libres. La muerte que sobreviene es una muerte celular lenta y programada.
Al analizarlas con diversas técnicas (microscopio electrónico, citometría de flujo y reacciones histoquímicas) comprobaron que estaba dañado el ADN así como las proteínas y los ácidos grasos. “La conclusión fue que se había tratado de una muerte celular programada”, asegura Burrieza. Los resultados del trabajo se publicaron en PlantScience.
Por su parte, Sara Maldonado, directora del grupo de investigación, explica: “Las semillas están destinadas a conservarse durante mucho tiempo. En una semilla madura, toda la estructura celular y la actividad metabólica se reducen al mínimo en tanto no germinen. La muerte celular programada es una muerte muy lenta que ocurre durante el almacenamiento. Es distinto si mueren por necrosis o porque se queman; en estos casos la muerte es inmediata y el ADN se conserva sin cambios”.
En otras palabras, si se quiere analizar ADN de un material que murió por necrosis, ésta va a estar mejor conservado que el que murió por muerte celular programada, porque este tipo de muerte va actuando sobre las moléculas de ADN y los lípidos. Si la semilla murió en el acto, el ADN se conserva más o menos intacto. Es necesaria la muerte rápida para conservar el ADN.
Lo cierto es que es muy difícil encontrar semillas tan antiguas y que se encuentren en buenas condiciones. En general se hallan carbonizadas o rotas.
Reinserción de la quinoa
La planta de quinoa se caracteriza por su adaptabilidad a diferentes suelos. En efecto, puede hallarse en la Puna, en zonas por encima de los 3 mil metros sobre el nivel del mar, en suelos áridos, y también en áreas con alto nivel de precipitaciones, o con alta salinidad.
Pero, sobre todo, este seudo cereal es reconocido por la calidad de sus nutrientes. Los investigadores señalan que la semilla contiene los aminoácidos esenciales de la dieta humana, aporta ácidos grasos esenciales y provee minerales como el hierro y el fósforo.
Actualmente esas semillas nutritivas pueden encontrarse formando parte de platos tanto en restaurantes como en las góndolas de supermercados en ciudades de Europa y Estados Unidos. Los principales exportadores a nivel mundial son Perú y Bolivia. En la Argentina, la producción se reduce a pequeñas zonas del noroeste argentino, en especial para el autoconsumo.
“En este momento tenemos un proyecto de reinserción de la quinoa en los valles áridos de San Juan. Esto tiene impacto en la seguridad y la soberanía alimentarias”, destaca Burrieza.
Mientras tanto, los investigadores siguen estudiando a fondo las semillas antiguas para determinar qué más se puede conocer sobre el pasado de esta planta milenaria que hoy se destaca en todo el mundo por su calidad nutricional.