Una mirada diferente de la física
Santiago Costantino estudió y se doctoró en Física en Exactas UBA. Si bien de chico soñaba con estudiar las estrellas y las partículas, su carrera se fue acercando cada vez más hacia las aplicaciones del láser en el ámbito de la biología. Desde hace tiempo vive en Canadá, donde aplica sus conocimientos a novedosos estudios que ayudan a diagnosticar enfermedades en los ojos.
“Si tengo que decirte el momento en que pensé: ‘la física es lo mío’, fue cuando vi la serie Cosmos. Debía tener 12 ó 13 años. Dije: ‘lo mío son las estrellas y las partículas’. Después empecé la carrera y lo mío de ninguna manera fueron las partículas y las estrellas. Pero la vocación por la física surgió en ese momento”, recuerda con una sonrisa el físico Santiago Costantino.
Graduado y doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, viajó a Canadá para hacer un posdoc en 2003 y, aunque estuvo a punto de hacerlo, nunca regresó al país. Establecido en la provincia de Quebec, trabaja en la Universidad de Montreal, una de las más prestigiosas de ese país, aplicando sus conocimientos en áreas muy alejadas de la física tradicional: la biología celular y la oftalmología.
Apasionado permanente por encontrar nuevos desafíos, les promete a los estudiantes de física un futuro interesante: “Yo sé que la carrera es un poco ardua pero, una vez recibidos, el trabajo del físico es particularmente divertido”.
– Durante tu carrera, ¿cuándo empezaste a cambiar las estrellas por otros temas?
– Durante mi doctorado, que fue en láseres de pulsos ultracortos. En realidad, toda mi carrera la hice por el lado de la física experimental, nada de estrellas ni partículas, sino en aplicaciones de la luz. Pero, en esa etapa, me di cuenta de que la biología era un tema particularmente importante. Me parecía que uno no podía ser tan burro como para no conocer nada de todo ese mundo. Y la carrera de física era muy poco abierta. Ahí decidí ir a cursar una materia de biología como optativa para el doctorado de física. Me pareció divertida e interesante. Luego, al buscar posdocs, me concentré en grupos que se dedicaran a temas biológicos en los cuales mi expertise en láseres de pulsos ultracortos resultara útil. Terminé en un grupo que hacía microscopías no lineales. Entonces, yo aprendía un poco de biología y llevaba un know how de cómo armar esos microscopios y desarrollarlos.
– ¿Vos tenías la idea viajar al exterior para hacer el posdoc?
– Yo me fui en el 2003, año en que terminé mi doctorado. Era un momento bastante complicado para quedarse. Los ingresos a carrera no existían. Si bien yo tenía la sensación de que hubiera podido encontrar algún trabajo en Argentina, la posibilidad de irse afuera para hacer un posdoc sonaba más que razonable. El país no invitaba a quedarse. Me fui a la Universidad de McGyll que queda en Montreal, Canadá. Terminé en un grupo que tenía muchas colaboraciones con biólogos. Durante mis cuatro años de posdoc se armó una red de investigadores con la que yo trabajaba como físico, pero aplicado a muchos temas de biología. Fueron, más que nada, temas de microscopia y procesamiento de imágenes aplicados a biología celular.
– ¿Qué pasó una vez que terminaste tu posdoc?
– Terminé mi posdoc en el 2007 porque me llamaron de la Universidad de Montreal ofreciéndome un cargo de profesor. Lo extraño del caso era que me proponían un lugar en el Departamento de Oftalmología. Yo jamás había tenido ningún contacto con la oftalmología. Ellos me ofrecían que hiciera lo que quisiera, pero que una parte de mi tiempo tenía que dedicarla a investigar sobre cirugías de transplante de córneas con láseres de pulsos ultracortos. Yo soy bastante de tirarme a la pileta y dije: “¿por qué no?” Y agarré, de caradura, digamos (risas). Era una gran oportunidad para independizarme. La investigación en ojos se desvió completamente de las cirugías láser y terminó en cosas muy distintas que son las que hago ahora. Pero encontré un montón de temas divertidos para hacer, sistemas muy interesantes para estudiar. Una cosa que noté extraña como físico es que en general uno está acostumbrado a que las aplicaciones de lo que uno descubre, por lo general, son a muy largo plazo. Mientras que acá, algunas de las cosas que hacemos, si funcionan, le pueden cambiar la vida a la gente en un plazo razonablemente corto. Nosotros tratamos de desarrollar, por ejemplo, métodos de diagnóstico de algunas enfermedades que son difíciles de detectar a tiempo. Eso tiene un sabor particular porque lo que vos estás haciendo puede servirle en breve a una persona que la está pasando mal. Esto tiene un aspecto que yo no había previsto en mi trabajo como científico y que me satisface. A eso dedico, ahora, la mitad de mi tiempo, la otra mitad, a tareas más parecidas a las cosas que aprendí a hacer en mi formación como físico.
– ¿Qué le aporta la física a la oftalmología?
– Le aporta un montón. Para que te des una idea, en cualquier consultorio oftalmológico, el 90 por ciento de los aparatos que van a usar para diagnosticarte se basan en óptica. Y el láser se utiliza mucho en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades oftalmológicas. Así que hay un montón de trabajo de físicos en esas aplicaciones. Las cosas que nosotros hacemos, en general, tienen que ver con usar una técnica láser para hacer imágenes en el ojo y, a partir de esas películas que hacemos, medimos propiedades mecánicas del ojo. Estas propiedades mecánicas se relacionan con lo rápido que progresa el glaucoma. Entonces, tratamos de ver si las podemos medir bien, y para qué tipo de pacientes resulta útil como herramienta de diagnóstico.
– ¿Qué propiedades mecánicas se miden?
– Nosotros medimos cuánta sangre entra en el ojo y cuánto se estira (como si fuera una pelota que se infla) cada vez que el corazón late. Y, a partir de ahí, deducimos la rigidez del tejido. En el caso del glaucoma, lo que queremos es saber cuán rápido va a progresar. Porque el tratamiento cambia en función de ese dato y al médico no puede predecir si el ojo del paciente se va a degenerar muy rápidamente o se puede esperar tres o cuatro años porque se va a mantener estable. A eso estamos apuntando con este problema en particular. Además, hay otras aplicaciones de este tipo de medición.
– ¿En tu otra línea de trabajo, más cercana a la física tradicional, sobre qué proyectos estás trabajando?
– Estamos trabajando con métodos para etiquetar células con láser. Etiquetar células quiere decir, mirar células en un microscopio y ser capaz de marcarlas de manera de poder seguirlas en el tiempo. Desarrollamos una técnica para poner estas etiquetas en función de lo que uno puede mirar en un microscopio sin conocer la bioquímica de por qué se porta así.
– ¿Te parece que hay un espacio en el sistema de salud para una mayor presencia de físicos aportando sus conocimientos?
– Hay una presencia que se repite en todo el mundo, que son los físicos que controlan los aparatos de radiación. Los hospitales siempre tiene algunos físicos encargados de la dosimetría de rayos utilizados generalmente para el tratamiento de cáncer. El resto de los físicos, en general, están para hacer investigación en los hospitales. No hay muchos pero tampoco es que hay cero. ¿Si yo creo que tienen valor? Por supuesto, ¡cómo no! (risas). En general, el físico que decide ir a trabajar a un hospital es porque ya está decidido a abrir su campo más allá de las estrellas y las partículas, y está dispuesto a aplicar su formación a cosas que no tienen nada que ver con lo que estudió. A mí me parece que eso no sólo es divertido, sino que hay un montón de cosas para hacer. Y no soy el único que lo piensa.
– ¿Qué le dirías a un chico que está estudiando física y no tiene muy claro su futuro profesional?
– Tendría dos cosas para decirle. La primera es que no se equivocó, que si consigue un lugar para trabajar e investigar, el trabajo del físico es particularmente divertido. La carrera es un poco ardua y larga, pero una vez que uno superó todos esos obstáculos el trabajo cotidiano es divertido. Cambia todo el tiempo, tenés libertad, no tenés que fichar, es original. Le diría que se quede tranquilo que eso va a ser así. ¿A qué dedicarse? Eso ya es mucho más difícil. Yo vengo repitiendo que a mí me parece que hoy, las áreas en las que yo veo más pujanza y más plata invertida, tienen que ver con análisis cualitativo, no sólo de imágenes sino también de datos de secuencia. Todo lo que tiene que ver con análisis de secuencia de genes y de transcriptomas, y por otro lado, las aplicaciones del machine learning a las imágenes médicas son como enormes campos donde se está concentrando una cantidad de recursos enormes. Yo, a un joven medio perdido, le diría: por qué no mirás por acá, que es donde me parece que vas a conseguir fácilmente meterte en problemas interesantes, donde hay recursos para trabajar y donde los va a seguir habiendo durante bastantes años.
Sin vueltas
– ¿Alguna vez pensaste en volver? ¿Te llamaron para invitarte a regresar?
– Todo eso ocurrió (risas). Sí, pensé en volver, lo pensé muy bien, inclusive concursé un cargo de profesor en el Departamento de Física en el 2006. Desde que me presenté al concurso, hasta que salió y lo gané, pasaron tres o cuatro años. Cuando me presenté estaba convencido de que me quería volver pero cuando el cargo salió mi situación había cambiado mucho. Yo ya tenía mi laboratorio funcionando y no confiaba en que la mejora de la situación de la ciencia en Argentina se fuera a sostener en el tiempo. Todo eso, más la situación familiar, decidieron que nunca asumiera ese cargo. La decisión de no volver fue complicada. Hoy me parece que no me equivoqué.