La fragilidad de los cuerpos
Un informe del The Lancet Countdown advierte el efecto dañino del cambio climático en la salud y muestra cómo la adicción al consumo de combustibles fósiles agrava la crisis en todo el mundo post covid. El trabajo fue presentado durante XIV Congreso Argentino de Meteorología, llevado a cabo en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
El planeta cruje. Sequías agobiantes, inundaciones arrasadoras, temperaturas que cada año baten sus propios récords, son algunos de los eventos extremos que a diario matan, enferman, destruyen empleos, llevan a dolorosas migraciones y causan cuantiosas pérdidas. “El cambio climático es la mayor amenaza a la salud del siglo XXI, pero también su mitigación puede ser la mayor oportunidad para el futuro”, dice Marina Romanello, directora ejecutiva The Lancet Countdown, una colaboración académica de 99 expertos de 51 instituciones, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que acaba de dar su último informe, publicado por la prestigiosa revista médica.
El mundo arde. Y pone en riesgo, sobre todo, la vida de poblaciones vulnerables como menores de un año y mayores de 65, quienes entre 2012/2021 estuvieron expuestas a entre tres y cuatro días más de olas de calor por año, comparado con 1986-2005. En tanto, “las muertes relacionadas con el calor aumentaron un 68 por ciento entre 2000/04 y 2017/21”, indica el estudio.
El cambio climático es la mayor amenaza a la salud del siglo XXI, pero también su mitigación puede ser la mayor oportunidad para el futuro.
Insolación, alteración del sueño, empeoramiento de enfermedades cardíacas y respiratorias, son algunos de una larga lista de trastornos posibles, que afectan también la actividad laboral, en especial, para quienes la desarrollan al aire libre. Según el informe, se estima que en 2021, la exposición al calor resultó en la pérdida de 470 mil millones de horas potenciales de trabajo a nivel global.
“En la Argentina, la población mayor de 65 años aumentó un 86 por ciento la exposición a olas de calor si se compara 2012/2021 con 1986/2005”, precisa la argentina Romanello, bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, y doctora en Ciencias Biomédicas de la Universidad de Cambridge. “Y, se perdieron 236 millones de horas potenciales de trabajo, el 62%, en el sector de la construcción”, agrega en la primera conferencia magistral del XIV Congreso Argentino de Meteorología, realizado en Exactas UBA, bajo la coordinación de la climatóloga Matilde Rusticucci.
Sed de futuro
La Tierra está sedienta. Es que las secas abundan. “En el período 2012/21, en promedio, casi el 47 por ciento de la superficie terrestre mundial se vio afectada por, al menos, un mes de sequía extrema cada año, lo que representa un aumento del 29 por ciento con respecto al período 1951/60”, marca el informe, y enseguida agrega: “Las sequías ponen en riesgo la seguridad alimentaria y del agua, amenazan el saneamiento, afectan los medios de subsistencia y aumentan el riesgo de incendios forestales y transmisión de enfermedades infecciosas”.
Las muertes relacionadas con el calor aumentaron un 68 por ciento entre 2000/04 y 2017/21.
A este panorama inquietante, se suma otro problema más preocupante todavía. “Conforme aumentan los impactos sobre la salud, los sistemas sanitarios están cada vez menos preparados para lidiar con ellos, dejando a las poblaciones mundiales en una debilitada primera línea de defensa. Aun así, las empresas y los gobiernos continúan priorizando a la industria de los combustibles fósiles por sobre la salud de las personas. Tenemos una persistente adicción a los combustibles fósiles que está exacerbando los impactos del cambio climático sobre la salud”, indica Romanello en el encuentro organizado por el Centro Argentino de Meteorólogos.
El cuadro de situación es tal que el título del informe es La salud a merced de los combustibles fósiles. Es que los gases contaminantes por uso de energías sucias como el petróleo y sus derivados, sigue sin descanso con sus emanaciones, y son las señaladas como una de las principales causantes del cambio climático. En este sentido, la experta argentina menciona indicadores que hay que tener en cuenta. “Las estrategias actuales de las mayores empresas de producción de gas y petróleo del mundo las llevaría a un nivel de emisiones de gases de efecto invernadero que exceden en un 103 por ciento los requeridos para cumplir con el Acuerdo de París. De seguir así, no podríamos cumplir con un futuro saludable. Hoy, nos preocupa que estas empresas tienen ganancias récord e inesperadas, con lo cual aumenta el incentivo para extraer combustibles fósiles”, señala.
Destellos de esperanza
Pero no todo está perdido. “Vemos algunos destellos de esperanza en el informe. Se comienza a entender un poco más, que el cambio climático no es un problema del oso polar en el 2100, sino que es un problema nuestro, que impacta en nuestra salud y en el futuro de nuestros hijos”, observa Romanello, tras mencionar que cada vez más países hacen mención de esta relación en los foros internacionales.
Las sequías ponen en riesgo la seguridad alimentaria y del agua, afectan los medios de subsistencia y aumentan el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas.
También están surgiendo signos de cambio en el sector energético. “Aunque -precisa el informe- la generación total de energía limpia sigue siendo extremadamente insuficiente, se alcanzaron niveles récord en 2020. Las fuentes de carbono cero representaron el 80 por ciento de la inversión en generación eléctrica en 2021, y las energías renovables han alcanzado la paridad de costos con las energías de combustibles fósiles. Mientras algunos de los países con mayores emisiones intentan reducir su dependencia del petróleo y el gas en respuesta a la guerra en Ucrania y al aumento de los precios de la energía, muchos se están centrando en aumentar la generación de energía renovable, lo que genera esperanzas de una respuesta centrada en la salud. Sin embargo, esta mayor conciencia y compromiso deben traducirse urgentemente en acciones para que la esperanza se convierta en realidad”.
En esta crisis, que además se vio agravada por la pandemia de covid, con una mayor demanda a los sistemas de salud, aparece también la oportunidad de cambio. “Podríamos evitar 11,5 millones de muertes que vienen de dietas demasiadas ricas en productos cárnicos y que no tienen suficiente incorporación de productos de origen vegetal. Podríamos diseñar ciudades más verdes, más saludables y amigables con enormes beneficios para la salud física y mental. No solo vamos a poder sobrevivir al cambio climático, sino que además daríamos un futuro más próspero para las generaciones que vendrán. Una respuesta alineada y centrada en la salud, puede todavía proporcionar un futuro en que las personas puedan no solo sobrevivir, sino prosperar”, concluye Romanello.