Comer y producir en tiempos de calentamiento global
En su último informe el IPCC concentró sus esfuerzos en analizar la literatura científica producida hasta ahora en relación con el uso de la tierra y el calentamiento global. Por primera vez, se realizó un reporte donde distintos problemas ambientales y alimenticios se evalúan de manera interrelacionada y, además, se proponen soluciones para paliarlos. Cómo usamos la tierra y qué comemos resultan factores clave para luchar contra el aumento de la temperatura a nivel global.
Se trata del último informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que lleva por título: El cambio climático y la tierra. Trabajaron en su redacción 107 científicos de 52 países a lo largo de varias etapas. Primero evaluaron alrededor siete mil trabajos científicos y técnicos; luego escribieron un informe que pasó por varios procesos de revisión y que, finalmente, fue aprobado en la sesión final de la asamblea que tuvo lugar a principios de agosto en Ginebra, Suiza. Durante la elaboración del documento los autores consideraron y respondieron más de 28 mil comentarios de sus colegas. Así se logró un informe consensuado que ahora podrán utilizar las autoridades de todas los países del mundo.
El reporte evalúa en conjunto problemáticas diversas como cambio climático, desertificación, gestión sostenible de la tierra y seguridad alimentaria: “Naciones Unidas tiene distintas asambleas donde se tratan estos temas por separado; hasta el momento no había un informe que se concentrara en las interrelaciones entre estos problemas ambientales y en la identificación de soluciones que permitan resolverlos de manera articulada”, describe la climatóloga Carolina Vera, vicepresidenta del grupo de trabajo que estudia las bases físicas del cambio climático y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Las conclusiones más relevantes
En lo que respecta a los suelos, “un cuarto, al menos, de la superficie continental no cubierta por hielo ya está degradada; y esas tasas de degradación, junto con las del agua dulce en las últimas décadas, no tienen precedentes en la historia humana”, dice el informe de agosto de 2019. El reporte también confirma que el cambio climático está empeorando una situación que ya es compleja y resalta el riesgo que implica, no solo para los ecosistemas naturales, sino también para la seguridad alimentaria. La agricultura, la ganadería, la producción de alimentos y las actividades forestales son importantes contribuyentes de los gases de efecto invernadero que producen el cambio climático: el sector es responsable del 23% de las emisiones.
En ese sentido, los usos de la tierra y la alimentación van de la mano. “Aunque el informe no recomienda ni advierte sobre las dietas de las personas, sí evaluó un número importante de dietas y su impacto para enfrentar el cambio climático, garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición, al mismo tiempo que se protegen los suelos”, advierte Vera.
Entre los modos de alimentación que resultan más amigables con el medio ambiente y nuestra salud están el veganismo y el vegetarianismo. También se enumeran otros seis tipos de dietas que incluyen el consumo de origen animal, pero el reporte del IPCC aclara que solo aquellos producidos de forma sostenible, es decir, “producidos con sistemas que generen pocas emisiones de gases de efecto invernadero”.
“Una de las alternativas que incluye productos de origen animal es una dieta saludable que cualquier médico argentino recomendaría”, dice la investigadora y agrega que otra alternativa es reemplazar el 75% de la carne proveniente de rumiantes por pollo o cerdo. Los rumiantes -ovinos, bovinos, caprinos- son los animales que generan más emisiones de gas metano por el tipo de digestión que realiza su organismo. Otra opción alimenticia que el informe califica como beneficiosa para paliar el deterioro ambiental es la dieta mediterránea, conocida por el balance de alimentos de origen vegetal y animal.
La situación en América del Sur
En esta oportunidad, el 53% de los autores del último informe del IPCC pertenecen a países en desarrollo. Es la primera vez que el porcentaje resulta mayor que el de quienes provienen de países centrales. Carolina Vera considera que este grado de participación contribuye a lograr que se considere una mayor cantidad de publicaciones científicas y, en particular, de las regiones que están en países en desarrollo: “A veces no accedemos a esa literatura si no somos de la región. Yo noté una mayor diversidad, más conclusiones relacionadas con Sudamérica y atribuyo la razón a que fuimos más autores de la región, también al hecho de que Latinoamérica ha mejorado su sistema científico, por lo cual hay más artículos de revistas con referato”.
En el informe puede leerse un análisis de la situación social del mundo y, en particular, de América que concluye, nuevamente, en que la reducción de las desigualdades, el aumento de los ingresos y la garantía de un acceso equitativo a los alimentos son estrategias alternativas de adaptación a los efectos negativos del cambio climático. Esta cuestión es muy importante en particular para Argentina: “Si bien el 23% de las emisiones de gases de efecto invernadero se debe a las prácticas agrícola-ganaderas en el mundo -incluyendo la deforestación- en la Argentina asciende al 39%, por lo que reducir las emisiones del sector en nuestro país resulta un desafío aún mayor”, enfatiza la investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, UBA-CONICET).
“Si hacemos foco en Sudamérica, desde el punto de vista de las amenazas climáticas, se ha confirmado que el calentamiento global provoca un aumento de frecuencia, intensidad y duración de las olas de calor; también de las sequías en algunas partes del continente. En el reporte, puede verse cómo en la zona que va desde Cuyo hasta la Patagonia hay una tendencia a mayor aridez. Por otro lado, hay regiones que se han vuelto más verdes como el sudeste americano y la Sudamérica tropical donde la combinación del aumento de dióxido de carbono en la atmósfera con mayores cantidades de lluvia provocan mejor fertilización”, concluye la climatóloga.
El informe pretende ser una herramienta de conocimiento para quienes diseñan y deciden políticas. Los expertos consideran que las acciones locales, asociadas a las economías regionales y en miras de adaptación pueden contribuir notablemente a la disminución de los riesgos del cambio climático.