Relaciones peligrosas
Un grupo de expertas y expertos latinoamericanos de distintas disciplinas se reunieron en Exactas UBA con el objetivo de formar recursos humanos e intercambiar conocimientos para abordar con mejores instrumentos y metodologías el estudio del impacto que este fenómeno tiene sobre la salud de las personas. La intención es desarrollar un observatorio latinoamericano de clima y salud.
El conocimiento acerca de la influencia que los distintos fenómenos climáticos tienen sobre el bienestar de las personas se remonta a épocas muy tempranas de la humanidad. Cuatro siglos antes de Cristo, en la Grecia antigua, Hipócrates -considerado uno de los padres de la medicina-, señalaba que “la salud y la enfermedad en el hombre, no solo están en relación con su organismo, sino también con el medio ambiente, especialmente con los fenómenos atmosféricos”.
Las sociedades humanas tienen una larga experiencia en superar todo tipo de vicisitudes climáticas de origen natural, derivadas de los grandes ciclos climáticos que se produjeron a lo largo de la historia del planeta. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIX, se está viviendo una situación sin precedentes. En los últimos 130 años la temperatura media global ha aumentado aproximadamente 0,9°C y, durante los últimos 30 años, cada década ha sido más cálida que cualquier década anterior registrada desde 1850. Este fenómeno conocido con el nombre de “cambio climático” es producto de la actividad humana, particularmente del consumo de combustibles fósiles que ha liberado cantidades monumentales de gases de efecto invernadero (como el CO2, metano y otros), que retienen más calor en las capas inferiores de la atmósfera.
El cambio climático influye en algunos de los determinantes sociales y ambientales de la salud, como aire limpio, agua potable, alimentos suficientes y una vivienda segura. Si bien el calentamiento mundial puede tener algunos efectos beneficiosos localizados, los científicos coinciden en que sus efectos globales para la salud serán, probablemente, muy negativos.
De allí que la relación del clima con la salud humana resulte ineludible para la salud pública. Ya sea que se adopten o no acciones para mitigar el cambio climático, será necesario implementar estrategias de adaptación orientadas a proteger la salud de la población. Estas estrategias requerirán no sólo de recursos económicos, tecnología e infraestructura, sino que también será preciso generar capacidades y marcos jurídicos e institucionales que permitan adoptar decisiones sostenibles y bien fundamentadas. Fortalecer la capacidad de respuesta a través de la concientización y la capacitación de profesionales constituye un paso fundamental.
Frente a este escenario, organizado por Centro Latinoamericano de Formación Interdisciplinaria (CELFI), se llevó a cabo en la sede CELFI Datos ubicada en el Pabellón 2 de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el seminario “Instrumentos y metodologías para un observatorio del clima y su impacto en la salud humana”. La actividad -que tuvo entre sus organizadoras a la climatóloga Matilde Rusticucci, profesora de Exactas UBA e investigadora del CONICET-, reunió a científicos y científicas de diferentes disciplinas provenientes de distintos países de la región con el objetivo de intercambiar conocimientos, formar recursos humanos y avanzar en la formación de un observatorio regional sobre esta temática.
De crónicas y vectores
Según sostienen los expertos, el cambio climático puede afectar a la salud de manera directa (debido a temperaturas demasiado altas o bajas, pérdida de vidas y lesiones en inundaciones, tormentas y otros eventos extremos) e indirecta, alterando el alcance de los vectores de enfermedades, como mosquitos y patógenos transmitidos por el agua, y la calidad y disponibilidad del agua, del aire y de los alimentos.
Las condiciones climáticas tienen gran influencia, por ejemplo, en las enfermedades transmitidas por el agua o por insectos, caracoles y otros animales de sangre fría. “Hay mucha literatura que relaciona ciertas variables climáticas con enfermedades infecciosas. Especialmente con enfermedades cuyo mecanismo de transmisión depende de vectores como el mosquito Anopheles de la malaria o el Aedes aegypti, en el caso del dengue y la fiebre amarilla. Porque ellos dependen, para su crecimiento poblacional, de determinados factores climáticos”, explica la epidemióloga Gilma Mantilla, que actualmente trabaja en la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana en Bogotá.
La especialista en salud pública, que formó parte, durante ocho años, del Instituto de Investigación de Clima y Sociedad de la Universidad de Columbia en Nueva York, agrega: “¿Qué pasa con un vector? El vector, lo que produce es agudo, es inmediato, porque el mecanismo a través del cual se produce la enfermedad no tarda más de 15 días. Entonces, es mucho más fácil que la gente entienda eso. Además, el sistema de salud detecta los casos y se reportan. Pero eso no pasa con otras enfermedades. Yo, como agente de salud no salgo a decir que están aumentando los infartos a raíz de una ola de calor. Eso recién ahora está saliendo a la luz”.
Las vías a través de las cuales las modificaciones de las distintas variables climáticas impactan sobre la salud de la población son muy variadas. “En el caso de la enfermedades respiratorias, por ejemplo, de manera natural dices: ‘hace más frío, tienes más infecciones respiratorias agudas’. Pero ¿qué pasa en aquellas ciudades que tienen una mala calidad del aire por problemas contaminación atmosférica? En esas zonas urbanas tenemos problemas básicamente por el material particulado y el ozono. El ozono se forma por los óxidos de nitrógeno en presencia de la radiación solar. ¿Qué pasa si hay mayor radiación solar? Hay mayor formación de ozono que afecta a los pulmones y al tracto respiratorio”, señala Magalí Hurtado Díaz, doctora en Ciencias de la Salud Ambiental, quien se desempeña en el Instituto Nacional de Salud Pública de la ciudad de Cuernavaca, al sur de la Ciudad de México.
La investigadora completa: “Otro ejemplo son los contaminantes químicos, los plaguicidas que se utilizan para los cultivos en las zonas rurales. ¿Qué pasa cuando hay inundaciones? Pues estos plaguicidas se mueven hacia zonas donde no se utilizaron y sabemos que son compuestos dañinos para las personas. Entonces, hay muchas maneras indirectas en las que el clima afecta la salud”.
El clima como amenaza
La medición de los efectos sanitarios del cambio climático sólo puede hacerse de forma aproximada ya que el impacto real en la salud dependerá mucho de las condiciones ambientales locales y las circunstancias socioeconómicas, así como de las diversas adaptaciones sociales, institucionales, tecnológicas y de comportamiento orientadas a reducir todo el conjunto de amenazas para la salud.
Yendo a un caso concreto: Las temperaturas extremas pueden matar. En muchos países templados, la mortalidad durante el invierno es entre un 10 y un 25% mayor que en verano. En julio de 1995, durante una ola de calor que azotó Chicago se registraron 514 fallecimientos y 3.300 ingresos hospitalarios urgentes por arriba de la media. Pero, en cuanto al número de vidas perdidas, no es posible determinar con certeza el impacto de un fenómeno breve e intenso, como una ola de calor, sobre la mortalidad.
“Está claro que si yo sobrepongo a la curva de la ola de calor la curva de mortalidad puedo decir: ‘¡Mira, hay más muertes!’ Pero eso no necesariamente implica que el único factor que provocó que la gente se muriera fuera el calor. Por ejemplo: la gente se murió por calor, pero ocurrió porque no tenía aire acondicionado para refrigerarse o no lo prendió porque no tenía dinero para pagar la energía eléctrica. Entonces, para que disminuyan las muertes no tenemos que mirar solamente cómo anticiparnos a la llegada de la ola de calor sino como prever que tengamos sitios donde la gente se puede refrigerar”, explica Mantilla.
Para la investigadora, este conocimiento, aunque exploratorio, resulta útil para generar sistemas de alerta temprana de olas de calor que permiten a la gente realizar acciones de prevención. “Eso es muy válido pero yo no he visto ningún paper que diga que la ola de calor causa la muerte. Ese factor de atribución, que es el riesgo atribuible a ciertos factores, es un trabajo que esperamos tener pronto para poder saber, en ciertas enfermedades, cuál es la atribución del clima. Si es un 10 por ciento o un 20 por ciento. Si depende del grupo etario, de la raza, del lugar donde vives, porque la vulnerabilidad varía dependiendo de múltiples datos”.
La mayor parte del exceso de mortalidad durante los períodos de temperaturas extremas corresponde a personas que ya padecen enfermedades, sobre todo cardiovasculares y respiratorias. Las más vulnerables son las muy ancianas, las de muy corta edad y las de salud frágil. Una evaluación llevada a cabo por la OMS concluyó que, según las previsiones, el cambio climático causará anualmente unas 250.000 muertes adicionales entre 2030 y 2050. “Yo diría que todos estamos expuestos en algún momento de nuestro curso de vida. Y ese es el mensaje que se debe dar. Este no es un problema ni de los pobres, ni de los niños, ni de las mamás, ni de los viejos; es un problema de todos. Entonces, para resolverlo, hay que involucrar a todo el mundo”, asegura Mantilla.
Mirar el problema
De acuerdo con la visión de las expertas, la respuesta de los sistemas nacionales de salud frente al problema ha sido, hasta el momento, bastante lenta. Ello se debe, entre otras cosas, a la falta de recursos humanos formados en la temática y a la necesidad de enfrentar el tema sobre la base de un trabajo interdisciplinario, utilizando para ello información y datos provenientes de diferentes ámbitos, como los estudios sobre clima. Los sistemas de salud, no están acostumbrados a trabajar de esta manera.
Para mejorar este escenario, los investigadores, durante el encuentro, coincidieron en la idea de desarrollar un observatorio de clima y salud para América Latina. “Me parece que sería muy útil contar con un sitio en el cual los distintos países puedan compartir sus experiencias y aprender uno del otro. Es fundamental reunir un conjunto de datos y ponerlos a disposición del público, de los investigadores y de los tomadores de decisión, porque uno de los problemas mayores que tenemos hoy es que no tenemos forma de integrar las múltiples variables que hay en los diferentes sectores que se ocupan de este problema”, sostiene Mantilla y completa: “El observatorio podría ser como una interfase que facilite que se disponga una suerte de catálogo de variables y una serie de metodologías de análisis, que faciliten la posibilidad de anticiparnos a que se produzcan los eventos que afectan la salud y, así, tratar de que las acciones de los sistemas de salud, pasen de tener un carácter curativo y reactivo, a otro un poco más preventivo”.