Vinchucas

Sabores que matan

Un equipo de investigación de la Argentina demostró, por primera vez, el efecto fisiológico que distintos componentes amargos producen en el insecto transmisor de la enfermedad de Chagas. Una de ellos, la cafeína, reduce a la mitad su supervivencia. Este hallazgo es un paso más en la búsqueda del desarrollo de repelentes gustativos que eviten que las vinchucas piquen a las personas.

17 Sep 2020 POR

A la hora de comer, el sentido del gusto puede salvar vidas. Tal es el caso de la vinchuca. Investigadores de la Argentina demostraron por qué el animal rechaza compuestos amargos como la cafeína, que pueden resultar letales. En su camino hacia la elaboración de repelentes gustativos, especialistas de Exactas UBA midieron, por primera vez, el efecto que ciertas moléculas producen en el organismo del insecto transmisor de Chagas. El equipo probó, desde una perspectiva inédita, cómo sustancias de sabor amargo, en algunos casos, las matan.

“El sentido del gusto ayuda a los insectos a evitar que tomen decisiones equivocadas de alimentación, como la ingesta de alimentos amargos tóxicos y, por lo tanto, a eludir efectos potencialmente nocivos para su salud”, señalan Ignacio Muñoz, Pablo Schilman y Romina Barrozo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, en Scientific Reports, perteneciente al grupo editorial Nature.

Picar o no picar es un dilema cada vez que una vinchuca o un mosquito despliegan su curiosa boca, trompa o probóscide para succionar sangre. ¿El candidato es apetecible? “En una instancia anterior a ingerir, estos insectos nos degustan, nos sienten gustativamente, con las patas, con las antenas, y con las estructuras que tienen en la probóscide. Y ahí deciden: pico o no pico. Este aspecto no ha sido históricamente muy abordado porque los estudios se habían centrado más en el aparato olfativo. La idea es conocer el sistema del gusto de estos animales y encontrar herramientas para evitar que nos piquen y nos transmitan enfermedades”, subraya Barrozo, a cargo del Grupo de Neuroetología de Insectos Vectores, del Laboratorio de Fisiología de Insectos en Exactas UBA.

Tres sustancias, tres

Cuando llevamos un alimento a la boca, el aroma brinda indicios sobre si se halla en buen o mal estado. Luego, hará otro tanto el sabor percibido en el paladar. “El sentido del gusto permite a los animales, incluido el hombre, evaluar y predecir la calidad de una fuente de alimento, que puede ser potencialmente nutritivo o dañino”, coinciden en el trabajo. Ante el amargor no es raro el asco o rechazo. ¿Es sólo una sensación de aversión?, ¿es un aviso de que estamos ante un elemento posiblemente tóxico?, ¿o son ambas las razones? Para dilucidar este tema pero desde un ángulo distinto, los investigadores de Exactas UBA echaron mano a una serie de experimentos.

El laboratorio cuenta con alimentadores artificiales recubiertos con una membrana de látex que simula la piel de un hospedador.

El laboratorio cuenta con alimentadores artificiales recubiertos con una membrana de látex que simulan la piel de un hospedador. Foto: gentileza Romina Barrozo.

Con tres compuestos que le saben amargo a los seres humanos, como la cafeína, la teofilina y la quinina (que se pueden hallar en el café, el té y la quina), comenzaron a alimentar a la vinchuca Rhodnius prolixus, para medir su funcionamiento biológico o fisiológico. “Estas tres sustancias amargas generaban el mismo comportamiento de rechazo, pero cuando medíamos el metabolismo a poco de haber ingerido estas soluciones, en el caso de la quinina no le afectaba para nada. El organismo se mantenía igual. Sin embargo, los que consumieron cafeína o teofilina aumentaron su actividad metabólica casi cuatro o cinco veces”, precisa Schilman, director del Laboratorio de Ecofisiología de Insectos y profesor de Exactas UBA.

Una de estas sustancias, en tanto, mostró un aspecto más dañino para el insecto. “La cafeína no sólo tenía un efecto sobre el metabolismo sino que, además, hacía que la vinchuca viviera menos. No pasaba así con las otras dos”, describe Muñoz en una de las conclusiones de su tesis de licenciatura dirigida por Schilman y Barrozo. Este compuesto le cae mal a este animal y “reduce la supervivencia en casi un 50 por ciento. Es una molécula súper efectiva para matarlo, con muy pequeñas cantidades de ingestión”, remarcan.

En el caso de la cafeína, cuando la vinchuca la rechaza y no quiere consumirla, su aversión le está evitando malestares futuros, e incluso la muerte. En esta ocasión, el sabor le indica el sentido del gusto por la vida. “Se corroboró la hipótesis vox populi de que los insectos y animales vertebrados no comemos compuestos amargos porque nos señalan toxicidad del alimento. Y, de hecho, encontramos que le aumenta el metabolismo al insecto o lo termina matando. Siempre se habían hecho estudios comportamentales pero esta fue la primera vez que se demuestra midiendo un efecto fisiológico en un insecto o en un vertebrado”, destacaron.

Gusto por la vida

Como las vinchucas, al igual que los mosquitos o los piojos, pican y succionan a la hora de comer, el laboratorio donde las estudian cuenta con alimentadores artificiales. “Son unos aparatitos que calentamos a una temperatura adecuada para atraer a la vinchuca, y que están cubiertos por una membrana de látex, que simula la piel de un hospedador”, describe Barrozo, investigadora del CONICET.

Con ese sistema, el equipo científico ya había hecho experimentos. “Si ponemos esa membrana del hospedador artificial untada con cafeína o quinina, la vinchuca posa sus antenas donde están las neuronas sensoriales capaces de detectar estas moléculas y, directamente, no pica”, relata Barrozo, sin dejar de remarcar que con el reciente trabajo publicado dan un paso más en conocer el sistema del gusto de la vinchuca, de modo de avanzar en sus estudios de repelentes gustativos.

Evitar la picadura de este insecto es quitar otro sabor amargo a un amplio número de la población, en especial en 21 países de Latinoamérica donde la enfermedad de Chagas es endémica. Sólo en la Argentina, alrededor de dos millones de personas están infectadas, y un 30 % de ellas puede presentar alteraciones cardíacas de distinto grado a lo largo de su vida, según la Organización Panamericana de la Salud. Cómo impedir que este diminuto insecto siga dañando la salud es casi una obsesión para estos investigadores. A nivel internacional, en cambio, no ocurre lo mismo. “Se avanzó más en el estudio de mosquitos que afectan a los países del primer mundo. Las vinchucas son de países más pobres, por desgracia, y acaparan menos atención”, concluye Schilman.