Premio Strobel 2024

Herencia y legado

Beatriz Aguirre Urreta, una de las máximas referencias de la paleontología del país, recibió el premio Pellegrino Strobel 2024 en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. En una charla con NexCiencia hizo un balance de su carrera y reflexionó sobre el futuro de la ciencia y la paleontología argentina: “Estamos atravesando tiempos muy difíciles pero tenemos que seguir, por los chicos”.

5 Jul 2024 POR

La paleontología trabaja con los restos, las presencias espectrales de mundos extintos que se hacen presentes, cual rompecabezas, pieza por pieza. Son huellas enigmáticas a la espera del descubrimiento y la fascinación de las generaciones venideras. Es precisamente ese ciclo, el de descifrar restos, continuar un legado y plantar el futuro, el que se expresa en la carrera de una de las exponentes nacionales ineludibles en esta disciplina, Beatriz Aguirre Urreta, quien acaba de ser galardonada con el premio Pellegrino Strobel 2024.

“Entender el pasado nos sirve para pensar lo que va a ser el futuro”, resume Aguirre Urreta al explicar la paleontología. Y aclara: “Hay cosas que todo el mundo mira: el dinosaurio más grande o más carnicero; pero también hay otras muy distintas: la micropaleontología, el nanoplancton, que tiene utilidad en la industria, o el cambio climático. Se trata de cuánto podemos ayudar a mejorar el futuro entendiendo el pasado”.

“Para mí es una gran alegría, es un premio a la trayectoria porque pasé toda mi vida acá y pienso seguir colaborando todo lo que pueda”, celebra refiriéndose a su reconocimiento en la nueva edición del Strobel, premio del que fue jurado durante más de veinte años. “Nunca me tocó estar del otro lado, estoy muy agradecida”, expresa.

“Para mí es una gran alegría, es un premio a la trayectoria porque pasé toda mi vida acá y pienso seguir colaborando todo lo que pueda”.

Bióloga de origen, Aguirre Urreta forjó su carrera siendo fiel a su pasión paleontológica contra la rigidez de una época universitaria “con la comisaría en la puerta”. Recuerda cuando era chica y recolectaba fósiles en la playa. Luego, su inclinación por la biología: “En ese momento todos queríamos ser biólogos marinos por Jacques Cousteau, que andaba recorriendo el mundo en su velero. Entré a la facultad con esa idea”.

Sin embargo, siempre le gustó la paleontología. La cursó como materia electiva y su profesora, Lidia Lustig, la motivó a dedicarse de lleno. Una vez graduada, quiso ingresar al doctorado haciendo una tesis en paleontología. Desde el Departamento de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA se lo prohibieron. “Era la época de la dictadura y la interdisciplina no era una opción. Me dijeron: ‘Usted es bióloga, tiene que hacer un doctorado en biología´. Así que hice eso. Estamos hablando de fines de la década del setenta, una no se podía poner a discutir demasiado”, recuerda.

Cuando llegó el momento de defender su tesis no conseguía jurado: “Me decían que era de paleontología, entonces logramos que participen dos jurados de geología como expertos, lo cual demostró que la tesis debía haber sido en geología desde el inicio. Por eso, después de treinta años, ya siendo profesora titular, hice un doctorado en Geología, porque me había quedado algo personal pendiente. Siempre digo: el primer doctorado lo hice en tres años, el segundo en treinta”.

Beatriz Aguirre Urreta es una pionera en muchos sentidos. Fue impulsora y partícipe de la creación de la Licenciatura en Paleontología de la UBA y del Instituto de Estudios Andinos (IDEAN, UBA -CONICET), del cual fue directora. “En ese momento, la locura por los dinosaurios a raíz de la película Jurassic Park fue muy grande y venían estudiantes del secundario preguntando si había una carrera para estudiar eso”, relata. Y agrega: “El año pasado cumplimos veinte años y más de un centenar de egresados. Es una carrera pequeña pero hasta ahora logramos que un montón de gente pueda vivir trabajando de algo que le interesó siempre. Tenemos graduados desde Jujuy hasta Tierra del Fuego”.

“Era la época de la dictadura y la interdisciplina no era una opción. Me dijeron: ‘Usted es bióloga, tiene que hacer un doctorado en biología´”.

Custodiar el futuro

La investigadora destaca que pese a trabajar en “un mundo de hombres”, nunca se vio discriminada. “Yo nunca sentí lo que se denomina techo de cristal. Tal vez he tenido mucha suerte. He estado en la cordillera con baqueanos, durmiendo en el medio de la nada, hice campañas en los Cáucasos de Azerbaiyán y Daguestán, fui al desierto blanco de Egipto, a los Himalayas y a Sudáfrica en la época del apartheid. Jamás tuve un problema”, resume al tiempo que recuerda “épocas bravas” en donde había profesores que cuestionaban la presencia de mujeres en la Facultad.

Aguirre Urreta plantea otro techo de cristal, uno muy distinto. “Es hemisférico –dice–. En el sur no hay forma de romper el techo de cristal respecto al norte. Recuerdo haber escrito un trabajo junto a autores británicos y que el editor, holandés, me dijera que debía revisar el inglés. ¿Cómo puede ser si había autores británicos que escribieron y revisaron? El problema fue que la primera autora era yo, una argentina. Nosotros tenemos secciones espectaculares, muy buenos fósiles y estratigrafía, pero los Andes están muy lejos… Ese techo no lo pude romper”.

Y es que el legado que custodia la paleontología es el del propio suelo, por eso la experta, quien además es profesora emérita de la UBA, destaca que aprendió tempranamente a recolectar su propio material. “El trabajo implica hacer campañas, extraer los materiales, juntar información estratigráfica asociada y después venir al laboratorio y estudiarlos, pero en el marco de un ambiente geológico, sin depender de una colección que juntó alguien hace muchos años. Por eso, si bien las colecciones complementan, siempre es bueno contar con material propio y de acá”, sintetiza.

Aguirre Urreta recibió el premio de manos de la vicedecana de Exactas UBA, Valeria Levi.

Toda su vida trabajó con amonites cretácicos de Argentina, una clase de moluscos cefalópodos extintos con una prominente concha, cuyas huellas fósiles se aprecian hoy incluso en diferentes lugares de la ciudad. Sus campañas han transcurrido por Santa Cruz, Mendoza, San Juan y Neuquén, entre otros. “Siempre la idea es que cada profesional trate de mantener su propia colección. Algo que a mí me encanta, amaba ir a la Cordillera. Mi última campaña fue hace dos años”, comenta.

El presente es diferente. “Estamos atravesando tiempos muy difíciles”, advierte. “Me deprime que no se entienda que la ciencia es algo positivo y que se esté denostando y destruyendo tanto. Puede haber problemas como en muchos lugares pero el grueso de la ciencia y de las facultades trabaja muy bien y en condiciones muchas veces complicadas. Pero al mismo tiempo me digo que vamos a seguir peleando. Tenemos que seguir, por los chicos”.

“Me deprime que no se entienda que la ciencia es algo positivo y que se esté denostando y destruyendo tanto”.

Esa convicción también se expresa en su trabajo actual. La custodia de un legado y su traspaso a las generaciones futuras. Así lo explica Aguirre Urreta: “Estoy haciendo lo que no podía cuando daba clases, era consejera y hacía un montón de cosas. Estoy ocupándome de las colecciones. La Facultad tiene decenas de miles de ejemplares desde que se fundó en 1865. Strobel, que venía de Europa, lo primero que hizo fue comprar colecciones porque acá no había nada. Y esos fósiles los usamos durante ciento cuarenta camadas. Después se fueron sumando más. Es un repositorio impresionante y lo estamos ordenando. Ese es el cierre de mi carrera”.

El premio Strobel es una de las distinciones científicas más antiguas del país. Conmemora la primera clase de geología dictada en la Universidad de Buenos Aires en 1865 por Pellegrino Strobel, naturalista italiano que fue invitado a dictar Historia Natural en el entonces flamante Departamento de Ciencias Exactas de la UBA. En 1881 se inauguró el premio, con fondos donados por él, para distinguir a quienes se destacan localmente en el campo de las ciencias de la tierra. En 2001, la universidad retomó esa premiación de forma ininterrumpida hasta hoy.

En el acto llevado a cabo el pasado 4 de julio en el edificio Cero + Infinito de Exactas UBA, Aguirre Urreta agradeció emocionada el premio a una trayectoria de más de cincuenta años. Y citó, para cerrar, unas palabras de Martín Doello Jurado, pionero de la paleontología en nuestro país: “El conocimiento científico del suelo en el que se ha nacido es uno de los tesoros de la civilización de un pueblo y forma, en cierto modo, el sustrato físico de la nacionalidad. Un pueblo que vive en un territorio cuya constitución física ignora o conoce sólo superficialmente, es un inquilino y no un propietario de su suelo”.

“Por eso –concluyó la galardonada– seguimos trabajando día a día mostrando que lo que hacemos es importante y que la ciencia y la educación es lo que finalmente le permitirá a nuestro querido país seguir adelante”.