Premio Strobel 2012

La reina de la Puna

Beatriz Coira, investigadora principal del CONICET y profesora en la Universidad Nacional de Jujuy, fue distinguida por su larga trayectoria docente y sus aportes al conocimiento de la geología regional y de los procesos volcánicos del Noroeste Argentino. También es directora del Instituto de Geología y Minería de la UNJu.

15 Ago 2012 POR

“La doctora Coira es uno de los referentes más indiscutidos en Argentina sobre volcanismo,  procesos metalogénicos y tectónicos en la Puna, a los que ha dedicado más de cuarenta años de investigación, siendo una formadora nata de numerosas geólogos”, afirmó Suzanne Mahlburg Kay, investigadora de la Universidad de Cornell, en el discurso de presentación de la galardonada con el Premio Strobel 2012.

Beatriz Coira obtuvo su licenciatura en la Facultad de Exactas en 1966, con un trabajo en la Cordillera Frontal de Mendoza, y se doctoró en 1974, con una tesis sobre la región de Abra Pampa en la Puna. Aquel tiempo no fue fácil “para las mujeres que querían ir al campo a estudiar geología, especialmente en lugares difíciles, a mula y a caballo. La doctora Coira tuvo la tenacidad de abrir caminos y obtener el derecho a hacer las mismas cosas que hacían todos los geólogos hombres”, destacó Mahlburg Kay.

Durante su doctorado, Coira se fue enamorando de la Puna. “En esos días era casi como ir a la Luna, un lugar poco conocido por los geólogos”, subrayó Mahlburg Kay.

Al principio, viajaba desde Buenos Aires, y retornaba cargada con las muestras que tomaba, para luego procesarlas. “Fueron pasando los años hasta que un buen día me dije que era más lógico vivir en el lugar donde tanto estudiaba. Con mi esposo nos instalamos en Jujuy”, relata Coira.

– ¿Cómo era ser geóloga en aquellos primeros años de su carrera?

– Cuando las mujeres entrábamos en la geología, lo hacíamos como petrógrafas, lo que correspondía a una mujer era trabajar con el microscopio en el laboratorio. Pero nosotras queríamos ir al campo, y ver de dónde se sacaban esas rocas que analizábamos. Entonces tratamos de convencer a los directores para que nos dejaran ir. Ellos decían: “Traen inconvenientes”. Pero a la larga nos dejaron ir. Nos sometían a pruebas, pero sobrevivimos a ellas.

– ¿Cuáles fueron esas pruebas?

– Primero, someternos a campañas previas a las campañas en sí. Cuando íbamos al campo, trataban de asustarnos, por ejemplo, con un sapo o un murciélago. Eran bromas. Finalmente vieron que no nos iban a ahuyentar.

– ¿Cómo empezó su trabajo?

– Empecé con relevamientos de tipo geológico, en los que se divide el terreno en cuadrículas y se construye un mosaico de información geológica, que luego sirve como base para otros proyectos desde la construcción de caminos hasta la exploración de minerales y petróleo. Pero mi corazón estaba en las rocas volcánicas. Combinaba la geología regional con el interés por lo magmático. Hoy en día sigo estudiando los volcanes.

– ¿Recuerda alguna anécdota de sus primeras salidas de campaña?

– Para salir al campo a lomo de mula necesitábamos las monturas, que habíamos enviado por ferrocarril a la Puna. Estábamos meses esperando, y nunca llegaban. Cuando ya estábamos resignadas a no ir de campaña, las monturas aparecieron. Estaban, pero no lo decían.

– ¿En esa época, había muchas mujeres que estudiaran geología?

– Había, no muchas, pero no todas querían salir al campo. Era más común que la mujer se dedicara al laboratorio, que era donde nos permitían iniciarnos. Hoy, en cambio, casi hay mayor número de mujeres que de hombres.

– El haber elegido esta profesión y ese sitio de trabajo, ¿le trajo problemas familiares?

– Por suerte tengo un compañero que me acompañó. Él hacía de papá y de mamá cuando yo no estaba. Siempre me acuerdo de una entrevista que tuve en Japón, donde había ido a realizar una beca corta, de tres meses. Me preguntaban: “¿Y su marido? ¿Usted lo dejó?” No podían entender cómo mi marido aceptaba que yo estuviera tres meses lejos de mi familia.

– ¿Cómo recuerda sus recorridos por el país?

– Siempre digo que gracias a la geología conocí a mi país y a su gente, o por lo menos a gran parte de este país. Al principio, hice estudios en Catamarca, la Patagonia, las sierras pampeanas. En los sitios a donde llegaba, nadie me preguntaba nada, me abrían la puerta, me brindaban su casa, una cama, el mate con yuyitos y azúcar, sin preguntarme nada.

“Ella tiene una pasión por la geología que nunca descansa y particularmente por las rocas volcánicas. Es una pionera de los estudios de la Puna, donde ahora hay gente trabajando de muchas partes del mundo, participó en sentar las bases para los modelos que se están probando actualmente. Es por todo de eso que se la llama la Reina de la Puna. Tiene una característica importante, nunca dice ‘no se puede’. No tiene miedo de estudiar los temas difíciles o controversiales”, concluyó Suzanne Mahlburg Kay.

 

Pellegrino Strobel

La doctora Coira durante el acto de entrega del premio Strobel acompañada por el Rector de la UBA, Rubén Hallú y Luis Stinko.

El naturalista italiano Pellegrino Strobel (1821-1895) llegó a la Argentina en 1865 para dictar un curso, invitado por el entonces rector de la UBA, Juan María Gutiérrez. En 1867 regresó a Italia. Antes de partir, donó 400 pesos para que sus réditos fueran aplicados a un estudiante meritorio de ciencias naturales. Para conmemorar la primera clase de geología en una universidad argentina, Exactas crea, en 1995, la Cátedra Libre Pellegrino Strobel, que el 7 de julio de cada año brinda una clase magistral a cargo de reconocidos especialistas.