Los océanos respiran menos
Luego de otros informes específicos sobre cambio climático, más de cien especialistas de diversas disciplinas han hecho foco en los océanos y la criósfera. El nuevo trabajo del IPCC expone los riesgos que enfrentan de manera directa cerca de mil quinientos millones de personas. Investigadoras e investigadores argentinos formaron parte de la producción del texto hasta su reciente aprobación final.
“El informe evalúa cambios en el sistema interconectado de masas de agua oceánica que ya pueden observarse, así como el impacto que el cambio climático produce en las comunidades”, resume Carolina Vera, investigadora de Exactas UBA y CONICET en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA). Vera, además, es vicepresidenta del Grupo 1 del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y ha presidido una de las sesiones de discusión sobre el documento, cuyo texto final fue aprobado el 24 de septiembre en Mónaco.
La criósfera y los océanos juegan un papel fundamental en la captación y redistribución del dióxido de carbono de origen natural y antropogénico; pero, además, permiten el desarrollo de la vida en otros múltiples sentidos: suministran agua y alimentos, posibilitan la generación de energía renovable, son fuente de salud, espacios de recreación, y representan recursos valiosos para el turismo, el comercio y el transporte. En ese sentido, el reporte de los expertos en cambio climático resulta una mirada abarcativa de múltiples factores a escala ecológica global y una serie de propuestas relacionadas con la adaptación y mitigación.
En las últimas décadas, el aumento de la temperatura media global ha producido la reducción de los glaciares y de las capas de nieve, así como del hielo marino del Ártico en extensión y espesor. En un intento de relacionar factores y trazar alternativas de adaptación, el informe ha contemplado el conocimiento de las comunidades de las regiones de criosfera: alrededor de mil quinientos millones de personas que habitan en regiones de alta montaña y en las costas, y cuatro millones que viven permanentemente en el Ártico.
“El informe permite analizar ´señales´ de impacto según grandes zonas geográficas. Por ejemplo, en la cordillera de los Andes sureños se registran impactos en la disponibilidad de agua atribuidos a cambios en glaciares y en las capas de nieve. En los Andes argentinos, por ejemplo, la cantidad de agua aumenta en las proximidades de Tierra del Fuego pero disminuye hacia la Puna. Esta situación luego trae aparejadas consecuencias en la descarga de los ríos”, explica Carolina Vera, y añade que existen regiones donde la ausencia de hielo y nieve ha favorecido a las actividades agrícolas y otras como los Andes tropicales (al norte de Perú), donde la declinación de la cantidad de agua está afectando la producción de energía eléctrica.
Los océanos, esponjas del cambio climático
Según el reporte, los océanos se han calentado sin cesar desde 1970 y han absorbido más del 90% del exceso de temperatura del sistema climático. Esto ha provocado olas de calor marinas que, desde la década del 80, han aumentado en frecuencia e intensidad. Como consecuencia de captar más dióxido de carbono, el sistema oceánico global ha experimentado una creciente acidificación de la superficie y una pérdida de oxígeno en los primeros mil metros de profundidad. Como las aguas profundas son más frías, más salina y, por lo tanto, más densas que las superficiales, el contraste de densidad entre las capas se ha intensificado y se ve dificultada la mezcla vertical de aguas.
“La estratificación en densidad aumentó en los primeros doscientos metros del océano en los últimos cincuenta años. El calentamiento que observamos en la superficie, sumado a la adición de agua dulce o poco salina por el derretimiento en altas latitudes están provocando que la superficie del océano sea menos densa que en su profundidad. Esto hace que se inhiba la mezcla del agua y afecte la disponibilidad de oxígeno en las capas inferiores del océano”, explica María Paz Chidichimo, autora principal de uno de los capítulos del informe e investigadora de CONICET en el Servicio de Hidrografía Naval.
La oceanógrafa describe la relevancia de esta conclusión: el aumento de la estratificación reduce el intercambio vertical de calor, salinidad, oxígeno, carbono y nutrientes en las aguas oceánicas y esto presiona directamente sobre los ecosistemas.
En este sentido, la investigadora Valeria Guinder explica el impacto de la estratificación para los ecosistemas marinos: “Cuando la estratificación de la columna de agua se intensifica, como ya se observa en bajas latitudes, de esta diferencia de densidades se espera una reducción de la productividad primaria oceánica del fitoplancton, ya que la reducción de mezcla vertical reduce el aporte de nutrientes a las capas superiores luminosas desde las zonas oceánicas más profundas. Por otro lado, una mayor intensidad en la estratificación afecta a la movilidad del oxígeno, perjudicando al desarrollo de la vida acuática en las zonas tropicales y subtropicales”.
“Lo que hicimos fue evaluar la intensidad del riesgo que cada ecosistema, costero y de océano abierto, tiene ante la conjunción de factores climáticos y no climáticos en un mundo con 0,8 grados más que en la época preindustrial y proyecciones futuras de calentamiento progresivo bajo escenarios de bajos y altos niveles de emisiones de dióxido de carbono. Los ecosistemas más sensibles al aumento global de temperatura son los corales de aguas cálidas, los bosques de macroalgas sumergidas y los pastos oceánicos”, puntualiza Guinder, investigadora de CONICET en el Instituto Argentino de Oceanografía de Bahía Blanca, autora principal de uno de los capítulos del informe.
Por primera vez se analizaron los impactos del cambio climático sobre el llamado blue carbon, que comprende tres ecosistemas costeros marinos vegetados: manglares, marismas y las praderas de pastos marinos: “Son capaces de tomar el dióxido de carbono atmosférico y, mediante fotosíntesis y producción de biomasa vegetal, generar un reservorio de carbono orgánico que permanece gran cantidad de tiempo en los sedimentos. Resulta muy importante cuidar estos ecosistemas, conservarlos e incluso hacer prácticas de restauración para que sigan siendo un sistema biológico natural importante de mitigación al cambio climático”.
El agua sube
La pérdida de las barreras de hielo en Groenlandia y la Antártida ha provocado que el nivel del mar aumente, también ha influido, aunque en menor medida, por el derretimiento de los glaciares y la expansión por calor.
“El aumento del nivel del mar va acompañado de un incremento en la frecuencia de eventos extremos. La misma variabilidad del clima y de los vientos hacen subir esporádicamente el nivel del mar, esta situación que ocurre naturalmente generará más impacto a medida que los niveles de agua se incrementen y los fenómenos se intensifiquen”, explica Carolina Vera, y aclara que las regiones más vulnerables son las costeras, y los pequeños estados insulares en desarrollo”.
Otro factor que influye en el impacto que tiene el aumento del nivel del mar para las ciudades costeras es que el mismo peso de estas compacta los sedimentos donde están construidas y, si además están erigidas sobre acuíferos, al haber menos agua, la zona se deprime. “La combinación de el descenso de una ciudad con el aumento del nivel del mar genera más chances de inundación”, dice Vera.
Durante el siglo pasado, el nivel del mar creció unos 15 cm. Las proyecciones del reporte afirman que si no se logran reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero para fines de este siglo la cifra ascendería de 30 a 60 centímetros, y de 60 a 110, en un escenario más preocupante.
Hay mareas en las calles
Mientras en Mónaco se discutían los puntos que luego formarían el informe final del IPCC, en Nueva York se llevaba a cabo la Cumbre de Acción Climática de la ONU. El rostro de Greta Thunberg, la joven activista que ha ganado reconocimiento mundial, se viralizaba alrededor del mundo. Ella, ante los poderosos líderes políticos del mundo pidió que escucharan a los científicos. En 2018, 164 activistas ambientales fueron asesinados, más de la mitad de esas muertes ocurrieron en Latinoamérica, según la organización Global Witness.
“Aunque estuvimos trabajando durante muchas horas, concentrados en el informe, nos llegaban las noticias sobre las movilizaciones masivas y creo que la comunidad científica las acompaña -cuenta Carolina Vera-. Nosotros, desde Argentina, sabemos la importancia que tienen las manifestaciones para visibilizar un problema, para considerarlo cotidianamente. Particularmente encuentro en Greta a una persona que tiene muy en claro el problema, y aunque muchos la aplaudieron, espero que repercuta de alguna manera en acciones. Como demostró cada uno de los reportes, si las emisiones no cesan, la situación será cada vez peor. Resulta más difícil adaptarse y mitigar el cambio climático en un mundo que está cada vez más caliente. Tenemos que evitar llegar a los puntos de inflexión de los sistemas naturales, donde sea imposible volver atrás”.