Más rápido, más furioso
En el último informe del IPCC, que reúne toda la evidencia científica de los aspectos físicos del cambio climático, investigadores e investigadoras de todo el mundo concluyeron que el sistema del clima cambia rápidamente por una influencia humana abrumadora y consideran que algunas transformaciones son irreversibles. En NEXciencia les presentamos un análisis minucioso que resalta los aspectos más trascendentes del estudio, junto con la opinión de expertas y expertos argentinos que formaron parte del trabajo.
“Las actividades humanas han provocado que el clima se caliente a un ritmo sin precedentes en los últimos dos milenios” es, tal vez, la frase más replicada del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Este reporte de base científica, actualizado, sobre la variación del sistema climático global y sus particularidades regionales, ha ocupado las portadas de los diarios y sitios más importantes del mundo. La publicación, elaborada durante tres años, es la primera de una serie que el organismo dará a conocer en los próximos seis meses; aún faltan las conclusiones del informe sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad del cambio climático, además de otro completamente dedicado a la mitigación de la crisis.
“Tenemos mayor cantidad de datos históricos, mejores modelos climáticos y también nuevas formas de combinar las múltiples evidencias respecto del informe anterior ”, sintetiza Carolina Vera, vicepresidenta del Grupo de Trabajo I, encargado de contribuir al Sexto Informe del organismo internacional. La climatóloga afirma: “Un aspecto importante de la publicación es que permite comprender con mayor certeza la contribución humana al sistema climático”.
A lo largo de cuatro mil páginas, los expertos han producido y consensuado una visión global de la variabilidad y los cambios a largo plazo en la atmósfera, los océanos, la criósfera y la superficie terrestre a partir de toda la información disponible hasta ahora. Las transformaciones sufridas en la temperatura, en el ciclo del agua y las zonas de hielo, así como las modificaciones en el nivel del mar son los principales temas en los que trabajó el Grupo I durante tres años. Usualmente, luego de que los especialistas elaboran el informe, las delegaciones gubernamentales representadas en el Panel de Cambio Climático lo validan en conjunto, un proceso que en esta oportunidad implicó dos semanas de intenso trabajo remoto; la pandemia impidió la reunión masiva de las partes.
Una de las novedades con respecto a los reportes pasados es la cantidad de análisis de las variables en todas las regiones del planeta, ya que otra de las conclusiones más relevantes del texto es que efectivamente ningún lugar del globo ha sido inmune a la crisis climática.
La globalización del calentamiento
En múltiples capítulos, el texto informa cuánto se ha calentado el planeta, cómo han variado los extremos de temperatura, en qué lugares, y qué sucederá en el futuro según cinco escenarios posibles, algunos más alentadores que otros. “Dentro de los mensajes claves que hemos dado, el reporte da una idea de la velocidad de los cambios climáticos recientes que se han dado: son más generalizados, rápidos e intensos, y también la combinación con la información del paleoclima permite confirmar que no tienen precedentes en miles de años”, enfatiza Vera, que es investigadora del CONICET y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
La mayor fuente de calentamiento global proviene del aumento en las concentraciones de gases de efecto invernadero. Vasta evidencia recolectada confirma que los aumentos de dióxido de carbono (CO2), metano y óxido nitroso en la atmósfera a partir de la segunda mitad del siglo XVIII son inequívocamente causados por actividades humanas. El uso y quema de combustibles fósiles en primer lugar.
En las últimas seis décadas, tanto la tierra como el océano han absorbido una proporción casi constante de emisiones de CO2 atribuidas a la influencia humana: casi el 56% por año en términos globales, aunque con diferencias entre regiones. Además, cada una de las últimas cuatro décadas ha sido sucesivamente más cálida que cualquier otro período de diez años desde 1850; desde 2010 la temperatura media aumentó 1,1 °C. La literatura sobre cambio climático refiere insistentemente a la época de 1850-1900 porque es el período más temprano de observaciones suficientemente completas a nivel mundial para estimar la temperatura global en superficie. Funciona como aproximación para referenciar las condiciones preindustriales y así hacer múltiples comparaciones.
Limitar el calentamiento a 1,5 °C respecto del período preindustrial fue el ambicioso objetivo del Acuerdo de París. Cinco años después, la nueva evidencia e interpretación de las múltiples señales que demuestra la crisis climática hace pensar que el siglo XXI dejará un aumento de la temperatura media global cercano a los 3 °C.
En el informe se exploran cinco escenarios ilustrativos de emisiones para explorar el impacto de los gases de efecto invernadero, usos de la tierra y contaminantes del aire. Esta información permite alimentar modelos del clima que arrojan proyecciones a futuro de las diferentes variables climáticas en términos globales. “Las emisiones futuras provocan calentamiento adicional, necesitamos reducciones rápidas e inmediatas a gran escala”, resalta Carolina Vera. A través de un atlas interactivo cualquier lector puede ver los cambios observados y las proyecciones a nivel regional y global, otra novedad de este informe que coordinó Inés Camilloni, investigadora del CONICET y profesora en Exactas UBA.
Menos hielo, más vapor de agua
“Además de las concentraciones de dióxido de carbono que no tienen precedentes en los últimos dos millones de años, el nivel del mar crece a un ritmo más rápido en comparación con los últimos tres mil años. Del mismo modo hemos observado los cambios en la criósfera: tienen los niveles más bajos del milenio. Y el retroceso de los glaciares, otro hecho que no ha ocurrido en dos mil años y que influencia en los niveles del mar observados”, enumera Juan Rivera, uno de los jóvenes científicos que participó por primera vez como autor en un reporte del IPCC. Rivera investigador del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales en Mendoza.
El glaciar Perito Moreno, en los Andes sudamericanos; Sólheimajökull, sobre el Volcán Katla, en Islandia; Mer de Glace, en los Alpes franceses; Furtwängler, cercano al Monte Kilimanjaro en Tanzania, son de los glaciares más conocidos del mundo. Todos y cada uno de ellos está achicándose producto del cambio climático. Hace por lo menos veinte siglos que estos témpanos de hielo, componentes cruciales del sistema hidrológico de montaña -y reservas estratégicas de agua- no sufrían pérdidas de masa como las registradas en la actualidad.
Otra postal de esta época, los osos polares haciendo equilibrio sobre pequeñas superficies de hielo, resulta icónica: la pérdida del hielo marino ártico, cuyas observaciones satelitales permiten afirmar que el hielo ha disminuido en un 40% desde 1979. En cambio, no ha habido una tendencia significativa en el área de hielo marino antártico -para el mismo período- debido a tendencias regionalmente opuestas y la gran variabilidad climática interna.
El informe enfatiza que el nivel medio del mar global ha aumentado más rápidamente desde principios del siglo XX que en cualquier otro momento, al menos durante los últimos tres mil años. Los derretimientos de hielos y glaciares fueron los principales contribuyentes al aumento medio global del nivel del mar entre 2006 y 2018. Ya en 2019 el IPCC publicó un informe específico sobre los océanos y la criósfera donde expuso los riesgos que enfrentan de manera directa cerca de mil quinientos millones de personas que habitan en regiones de alta montaña y en las costas, y cuatro millones que viven permanentemente en el Ártico.
Otra modificación descrita en profundidad en el informe corresponde al ciclo del agua: el aumento de la temperatura provoca que los océanos evaporen mayores cantidades de líquido, y así se produzca mayor concentración de vapor en la atmósfera. Como consecuencia, lluvias intensas y sequías afectarán distintas zonas y perjudicarán a millones de personas en todo el mundo.
La crisis climática en Sudamérica
Otras de las novedades que trajo consigo el reporte es que un tercio de la producción es información regional, algo inédito en las publicaciones del Grupo de Trabajo I. “De un total de 45 áreas terrestres, el continente sudamericano ocupa siete, relativamente grandes, por lo que las señales de calentamiento climático en cada subregión permiten un foco espacial pero no brinda capacidad de interpretación para lugares específicos o muy pequeños”, aclara Vera.
Los expertos argentinos brindaron una conferencia de prensa donde mostraron los impactos que afectarán a la región luego de analizar treinta y cinco índices, es decir, condiciones climáticas como calor y frío; lluvias y sequías; hielo y nieve; viento, etcétera. Cuando estos indicadores traspasan ciertos umbrales pueden esperarse consecuencias severas. En términos generales, “la nueva información climática regional resulta clave sobre todo para los sectores sensibles al cambio climático en América Central y del Sur, como los recursos hídricos, la infraestructura, la agricultura, la ganadería y la pesca. Así como también para la salud humana -cambios en la morbilidad y mortalidad, y aparición de enfermedades en áreas no endémicas-; para la biodiversidad; el urbanismo, la navegación y el turismo”. Los próximos informes permitirán identificar los problemas asociados a estos focos, así como también estrategias que permitan mitigarlos.
“Para la subregión del sur de Sudamérica se espera que llueva más y también que haya más sequía. Hay una tendencia de mayores precipitaciones para el centro este de Argentina, no sólo por la cantidad sino también por la manera en que esa lluvia caerá, se esperan eventos extremos, con impactos a nivel socioeconómico. En cambio, venimos observando un déficit en las precipitaciones para el centro de la Cordillera y el norte patagónico, se espera que se exacerbe en el futuro y haya una crisis hídrica”, resume Juan Rivera.
En alta montaña la precipitación cae en forma de nieve; durante la primavera y el verano se derrite y aporta agua a los ríos que irrigan los oasis agrícolas, permiten el consumo humano, la generación de energía hidroeléctrica y la vida en el ecosistema. A su vez, permiten el crecimiento de los cuerpos de hielo, de los glaciares. “Con menos lluvias el incremento de la temperatura provocará un estrés muy marcado para los cuerpos de hielo, que no sólo no van a crecer por falta de precipitaciones, sino que se van a derretir más rápidamente. La disponibilidad hídrica va a estar complicada”, asegura Rivera. “En Sudamérica esto es claro en relación a las lluvias en el sudeste, o en el noreste con la sequía. Pero, en el sur de Sudamérica todavía está dominando la variabilidad natural del clima”, concluye Vera.
En la conferencia de prensa del IPCC, donde se dio a conocer el informe por primera vez a nivel mundial, Inger Andersen reconoció: “durante más de tres décadas nos han advertido sobre los peligros de permitir que el planeta se caliente. El mundo oyó, pero no escuchó; el mundo oyó, pero no actuó con la fuerza necesaria y como resultado el cambio climático es un problema, aquí y ahora. Nadie está a salvo y la situación empeorará más rápidamente. Debemos tratar al cambio climático como una amenaza inmediata, relacionarla con la crisis natural; la pérdida de biodiversidad; la contaminación y los desechos”. La directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente llamó a los países a comprometerse y a cada persona a hacer algo, ya que cada tonelada de carbono cuenta: “La degradación de los ecosistemas daña la capacidad natural de reducir la fuerza del cambio climático y, como nos recuerda este informe del IPCC, la reducción de los gases de efecto invernadero no solo ralentizará el cambio climático, sino que mejorará la calidad del aire porque todo está conectado”.