Pronosticar nubes…de mosquitos
¿Qué ocurre luego de las lluvias con la reproducción de ciertas especies de mosquitos? ¿Con qué temperatura y humedad logran desarrollarse mejor? En esa línea, el estudio de los charcos de agua donde las hembras depositan sus huevos, es una de las claves. Esos datos y muchos otros investigados por científicos argentinos son introducidos luego en modelos matemáticos para intentar anticipar cómo evolucionará su población luego de una precipitación.
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“Para mañana, se espera en la región metropolitana una máxima de 34°C, un 20 por ciento de probabilidad de precipitaciones y nubes de mosquitos”, podría anunciar en un futuro un pronóstico meteorológico. Para lograrlo, científicos argentinos estudian qué ocurre con distintas especies de estos insectos luego de las lluvias, cuál es su nivel de eclosión, su densidad, cómo les afecta la temperatura al secarse el charco en que habitan. Una larga lista de parámetros son seguidos de cerca por los investigadores para luego intentar colocarlos en modelos matemáticos que permitan anticipar, no sólo si conviene al día siguiente llevar paraguas, sino también tener a mano un repelente.
La tarea no es sencilla y se requiere conocer a fondo cómo es la vida y el desarrollo de estos insectos en zonas urbanas de Buenos Aires y cómo influyen las condiciones ambientales. Desde hace casi veinte años, para la bióloga Sylvia Fischer, de Exactas, ningún charco en plazas o espacio abierto bonaerense le es ajeno. Allí, mosquitos de distintas especies depositan sus huevos en el fondo del barrizal y, cuando llueve, los huevos eclosionan, dejando salir a las larvas de a miles, y dependerá de distintos factores como temperatura y humedad, entre otros, que puedan desarrollarse exitosamente. A veces, el calor seca rápidamente el charco, y el insecto no llega a tiempo a cumplir su ciclo vital para echarse a volar. Justamente, todos estos parámetros son evaluados por expertos, tanto en el campo en estado natural, como también en experimentos en laboratorio.
“Nos asociamos con Marcelo Otero, doctor en Química que trabaja en el Departamento de Física de Exactas, para tratar de desarrollar un modelo matemático para la dinámica poblacional de distintas especies de mosquitos que habitan la ciudad. La idea es tratar de modelar y predecir el pico de abundancia de estos insectos a partir de variables meteorológicas. O sea, si uno sabe cuánto llovió, qué temperatura se registra, cuánto se inunda un charco, y luego cómo se va secando y el tiempo de desarrollo de las larvas, uno podría predecir, solamente basándonos en datos meteorológicos, si habrá o no algún pico de abundancia del mosquito. De esto se trata el desafío”, sintetiza Fischer, doctora en Biología, del Grupo de Estudio de Mosquitos del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
Ella y su equipo tienen en la mira a la especie Ochlerotatus albifasciatus, que es el mosquito más común en el campo y ha sido incriminado en la transmisión del virus Encefalitis Equina del Oeste en la Argentina. Precisamente, de esta última especie hay resultados sobre cómo influye su densidad poblacional en su desarrollo, según un trabajo publicado en Journal of Medical Entomology por Otero y Fischer, junto con Victoria Sy y Raúl Campos, de la Universidad Nacional de La Plata.
“En estudios de laboratorio vimos que a mayores densidades se mueren más larvas, aumenta la mortalidad exponencialmente, o sea, más que proporcionalmente, y las hembras que nacen son más pequeñas. Eso es importante porque el tamaño tienen alguna relación con la fecundidad, pues al ser más chica, pone menos huevos y afecta a la generación siguiente”, relata Fischer. Otro de los hallazgos es que estos ejemplares tardan más en llegar a adultos, su tiempo de desarrollo es más largo. Y esto puede ser fatal en el caso de charcos temporarios que duran poco tiempo.
“Un día más que se alargue el proceso del mosquito para alcanzar la adultez puede significar que muera disecado antes de lograrlo. Esto los lleva a jugar muy en el límite”, indica Fischer y enseguida sintetiza: “A densidades no tan altas, lo primero que empieza a pasar en la población es que las larvas prolongan su desarrollo y dan lugar a adultos más pequeños”.
Desde el parque
Parques como el Saavedra en la Ciudad de Buenos Aires, Pereyra Iraola en La Plata y los Bosques de Ezeiza fueron terreno de estudio para evaluar qué sucedía en condiciones naturales. Son amplios espacios verdes que pueden, tras una tormenta, quedar anegados en vastas extensiones, que en algunos casos, llegan a alcanzar hasta una hectárea de superficie, algo así como una manzana de un barrio urbanizado. “En estas condiciones –precisó Fischer- se vio que las densidades naturales generalmente no alcanzaban los valores necesarios para que haya un aumento en la mortalidad, y que la principal causa de mortalidad es el secado total o parcial del charco”.
Este estudio se suma a numerosas investigaciones que intentan descifrar detalles de diferentes especies de mosquitos para poder anticiparse a cómo será su desarrollo. Pero es un desafío a largo plazo que requiere no perder de vista a estos pequeños insectos y tampoco dejar de lado los datos que se necesita conocer para poder establecer un modelo matemático que permita anticiparse a si habrá una invasión o no de ellos en la Ciudad de Buenos Aires. “A partir de los resultados de este trabajo tenemos una idea de cómo es la mortalidad y de cómo modelarla para estimar cuántos adultos en definitiva van a terminar emergiendo de ese charco. Nos dio un parámetro para meter en el modelo matemático para luego ver qué se debe corregir”, concluye, sin ocultar su pasión por este desafío.