Un mosquito cada vez más porteño
Un estudio científico produjo un resultado que sorprendió a los propios investigadores: el Aedes aegypti, que vive en la Ciudad de Buenos Aires puede completar su desarrollo a solo 12ᵒC de temperatura, algo jamás reportado en el mundo. Este mosquito, que transmite el dengue y otros males, se estaría adaptando a nuestro clima y, con ello, se ampliaría la ventana de tiempo en la que hay riesgo de que transmita enfermedades.
Nos viene avisando desde hace algunos años. En 2015, un trabajo publicado en el Journal of Vector Ecology daba cuenta de su avance hacia el sur: se lo registró, por primera vez, en lugares como San Clemente, San Bernardo y Villa Gesell. En 2016, se comprobó que sus larvas pueden soportar el invierno porteño y alcanzar el estado adulto. En 2017, se demostró que su población en la ciudad de Buenos Aires crece y se expande.
A partir de todos estos trabajos científicos, efectuados por el Grupo de Estudio de Mosquitos (GEM) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el mosquito Aedes aegypti -transmisor de dengue, zika, chikunguña y fiebre amarilla- nos viene avisando, desde hace algunos años, que se está adaptando al frío y que decidió hacerse ciudadano porteño.
Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por el GEM, que acaba de publicarse en el Journal of Medical Entomology, sugiere que los Aedes aegypti nacidos y criados en la Ciudad de Buenos Aires se adaptaron tanto al clima invernal porteño que han batido un “record Guiness” para la especie: “Comprobamos que pueden completar su desarrollo a una temperatura de solo 12ᵒC, algo que no se ha reportado en ningún otro lugar del mundo”, revela María Sol De Majo, primera autora del trabajo. “Es un resultado que nos llamó muchísimo la atención”, admite.
Para el estudio, recolectaron huevos de 208 trampas distribuidas por toda la ciudad, los llevaron al laboratorio y, una vez allí, comenzaron con los experimentos.
Mosquitos sobrevivientes
El estudio publicado en el Journal of Medical Entomology apuntaba a determinar los efectos de la temperatura en las diferentes etapas del desarrollo del mosquito. Se quería saber, entre otras cosas, cuál era el porcentaje de supervivencia de estos insectos cuando se los criaba a 12ᵒC, 14ᵒC o 16ᵒC.
“Observamos que a 16ᵒC sobrevive el 88%, que a 14ᵒC lo hace el 82%, y que a 12ᵒC la supervivencia es del 22%”, precisa De Majo. “Si bien la supervivencia a 12ᵒC es baja, este resultado nos está diciendo que algunas poblaciones de Aedes aegypti se están adaptando al frío de la ciudad de Buenos Aires de finales del otoño, de comienzos de la primavera e, incluso, del invierno”, señala.
Para tener en cuenta las variaciones climáticas a las que están sometidos los mosquitos, el equipo del GEM decidió realizar el mismo experimento pero haciendo fluctuar la temperatura en +/- 4ᵒC. Es decir, una parte de los huevos se incubó a 12ᵒC +/-4ᵒC (entre 8ºC y 16ºC), otra parte a 14ᵒC +/-4ᵒC (10-18), y otro grupo de huevos a 16ᵒC +/- 4ᵒC (12-20).
“Los resultados muestran los mismos porcentajes de supervivencia que se observan cuando se mantiene constante la temperatura”, informa De Majo. En otras palabras, las fluctuaciones térmicas no tendrían efecto en la capacidad de los mosquitos para completar su desarrollo.
Pero donde sí observaron una diferencia significativa es en el tiempo de desarrollo: “A 12ᵒC, los machos criados a temperatura constante demoran 15 días más en emerger que los que fueron criados a temperatura fluctuante”.
Según De Majo, en condiciones óptimas de temperatura, las hembras suelen demorar más tiempo que los machos en desarrollarse. “Vimos que a 12ᵒC de temperatura constante, los machos tardan más que las hembras en desarrollarse, lo cual sugiere que esta es una condición particularmente desfavorable para los machos”.
Mosquitos únicos
Las investigaciones del GEM sobre el Aedes aegypti son particularmente originales a nivel mundial porque trabajan con poblaciones del mosquito que viven en climas templados. “La gran mayoría de los trabajos se efectúan con mosquitos de origen tropical. Acá, en Buenos Aires, estamos en el límite climático de la distribución geográfica de Aedes aegypti”, explica Sylvia Fischer, investigadora del CONICET y directora del estudio.
Otra característica particular de las investigaciones del GEM es que estudian poblaciones de mosquitos colectadas directamente del campo. “En otras partes del mundo, predominan los trabajos con poblaciones de mosquitos criadas en el laboratorio durante muchas generaciones. En esas condiciones, los insectos pueden perder características que tenían cuando vivían en la naturaleza”.
Mosquitos sin control
La demostración, por primera vez, de que el Aedes aegypti puede sobrevivir a 12ᵒC de temperatura tiene consecuencias para los seres humanos. Particularmente para quienes vivimos en regiones templadas pero, también, para quienes habitan aun más al sur.
“Nuestros resultados muestran que existe la probabilidad de que las poblaciones del Aedes aegypti se estén adaptando a tolerar temperaturas más bajas. Si esto fuera así, para la Ciudad de Buenos Aires implicaría que habría abundancias altas del mosquito durante un periodo mucho más largo del año, lo cual amplía la ventana de tiempo en la cual hay riesgo de transmisión del dengue y de las otras enfermedades”, advierte Fischer. “Por otro lado, la adaptación del mosquito a las bajas temperaturas posibilita que se siga expandiendo hacia el sur, no solo de la provincia de Buenos Aires sino, también, del país”.
Actualmente, las investigadoras están evaluando si los mosquitos que sobrevivieron a los 12ᵒC de temperatura son capaces de reproducirse y de picar. Si bien ya tienen algunos resultados al respecto, todavía los están analizando.
También, intentan conseguir poblaciones de mosquitos crecidos en climas más favorables para su desarrollo: “Queremos compararlas con nuestras poblaciones y, de esa manera, demostrar fehacientemente que el Aedes aegypti que crece aquí tolera los 12ᵒC porque se está adaptando al frío, y no porque somos buenísimos criándolo”, comenta Fischer.
Además de Fischer y De Majo, el trabajo publicado en el Journal of Medical Entomology lo firman Gabriela Zanotti y Raúl Campos.