Secretos del moscardón cazador de abejas
La larva de este insecto mide un milímetro y no deja de sorprender por cómo elige cuál es el mejor gusano blanco para parasitar y finalmente matar. El desarrollo de esta especie, que genera pérdidas millonarias a los apicultores de argentinos, es seguido de cerca por investigadores argentinos.
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¿Vivir es para los fuertes o para quienes saben elegir? Un ser minúsculo que habita bajo tierra a cinco centímetros de la superficie da la respuesta. Se trata de una larva que si toma las decisiones correctas será un moscardón cazador de abejas, pero en su larga carrera de obstáculos competirá con pares, matará lentamente a quien lo alimentó, y luego saldrá a depredar colmenas, y convertirse en una plaga que genera pérdidas millonarias a los apicultores de la Argentina, uno de los mayores exportadores de miel del planeta.
¿Villano o héroe? Monstruo para algunos, ejemplo de supervivencia para otros, este insecto es seguido de cerca, desde hace veinte años, por la investigadora Marcela Castelo, en Exactas UBA, quién no deja de sorprenderse al descifrar las estrategias de su objeto de estudio en verano en los pastizales de la Región Pampeana. Es que las hembras hacen un vuelo prolífico para depositar miles de huevos en alambrados y sitios altos, que al poco tiempo desatarán una lluvia de larvas. Y aquí comienza la odisea.
Dispersadas por el viento, las larvas caen al suelo, solas se entierran y reptan en busca frenética de su víctima: el gusano blanco. El objetivo es conseguir el mejor de todos: el más gordito y en buen estado. Van de narices a él. Es una selección exhaustiva guiada por su olfato. “El olor que despide el gusano, en especial su intestino, las atrae”, describe Castelo. “Si perciben que uno está estresado no van a ese. Eligen al que está óptimo, según comprobamos en el laboratorio”, agrega, quien es directora del Laboratorio de Entomología Experimental Grupo de Investigación en Ecofisiología de Parasitoides y otros Insectos (GIEP), en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
“Una larva que mide un milímetro y parece insignificante, no lo es. Es un organismo –subraya- que decide frente a las opciones que le da la naturaleza en función del escenario que se le presente”. Claro que, si pasado cierto tiempo, el candidato ideal no aparece, tomarán al que puedan y si el gusano tiene otros parásitos, los combatirá. “En el hospedador, una sola larva puede desarrollarse como adulto, con lo cual, la competencia entre ellas es extremadamente fuerte”, destaca. Antes de pelearse entre ellas en el propio gusano, las larvas ya habían mantenido disputas por él entre sí en el terreno, además de enfrentar diversas molestias ambientales como sequías o cambios bruscos de temperatura.
Tampoco importa si las larvas fueron las primeras o últimas en hallar al gusano. No es por orden de llegada, sino para la que se lo gana, y no lo soltará hasta consumirlo totalmente. “Se prende a la cutícula en el tórax, se queda adosada todo el tiempo, desde el verano hasta agosto, y se alimenta de los líquidos de su hospedador”, indica. Literalmente, vivirá de él, algo así como un personaje de película de terror. “Alien, la criatura que ataca a la tripulación de la nave espacial, puede ser considerada como un parasitoide, ya que su larva -compara- crece dentro de los tripulantes y los mata una vez que completa su desarrollo”.
Elegido para morir
La larva del moscardón viene equipada para elegir al candidato. “Tiene antenas con estructuras sensoriales, dos palpos con cinco pelos cada uno donde acabamos de descubrir que ahí están parte de los órganos que usa en la detección del gusano blanco”, remarca la investigadora del CONICET, sin olvidar los receptores olfativos, térmicos y de humedad.
De buen peso, poco parasitado por otras larvas, poco o nada estresado son algunas de las condiciones que pretenden a la hora de elegir el gusano blanco al que le deberán su vida. Seleccionan en particular a una especie. Experimentos en el laboratorio y en el campo así lo mostraron. “Les ofrecimos a las larvas distintas especies de gusanos y, el 95% opta por su especie preferida; sólo el 5% elije a las otras, a pesar de que son muy parecidas”, describe.
Cientos de pruebas científicas lograron descifrar cómo es la elección de la larva. Les mostraron gusanos no tan atractivos y otros totalmente óptimos, y ellas no dudaron en ir al que reunía las mejores condiciones. “Hacemos experimentos de olfatometría. Se les dan olores a las larvas bajo condiciones experimentales en una arena y ellas toman decisiones de ir a un lugar u otro, según las opciones que les ofrecemos”, grafica.
Al encontrar al gusano, se fijará a él y permanecerá el otoño y el invierno a expensas de sus líquidos corporales. Ya en la primavera, la larva dará el toque final y consumirá totalmente al hospedador para pasar al estado de pupa. “En esta relación de parasitismo, solo uno sale vivo. Rara vez, la larva del moscardón muere. Cuando esto ocurre, el gusano blanco escapa y nace el escarabajo”, puntualiza.
Si todo fue bien para la larva del moscardón y llegó a ser pupa, le queda ahora la etapa final: emerger como adulto a principios de verano y dar de beber hieles a los apicultores de la Región Pampeana donde “es una plaga cíclica con explosiones cada cuatro años. En esos momentos pico, bajan las densidades de abejas y con ello la producción de miel”, precisa Castelo, quien continúa con sus investigaciones. Los resultados de estos estudios permitirán en un futuro desarrollar estrategias de control para esta plaga apícola.