La abeja Apis mellifera es clave para nuestra seguridad alimentaria y para la biodiversidad. Un grupo de investigación mostró que la intensificación agrícola provoca alteraciones cognitivas y sensoriales en las abejas que podrían estar afectando la cohesión de estas sociedades de insectos y el tiempo de vida de las colmenas.
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Un grupo de investigación de Exactas UBA pudo estudiar los efectos que provoca el glifosato cuando circula por el interior del nido de las abejas.
Un grupo de investigación de Exactas UBA “le preguntó” a las abejas cómo decidían entre recoger polen o recolectar néctar para llevar a la colmena. Preguntaron en el momento justo. Y la respuesta que obtuvieron cambió una idea que había prevalecido en la ciencia durante la última década.
La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales firmó su primer convenio de licencia para la transferencia de tecnología, por el que obtendrá regalías, a partir de un innovador modelo de polinización dirigida de cultivos. La iniciativa dio origen a la empresa Tobee. La investigación básica del biólogo Walter Farina, quien lleva una década estudiando la memoria social de las abejas, convertida en una herramienta que puede revolucionar la agricultura.
Un estudio realizado en abejas melíferas jóvenes, aquellas que aún no salen a recolectar néctar, mostró que la exposición crónica a trazas de glifosato e insecticidas en el alimento afecta la sensibilidad gustativa y la memoria. Esos efectos nocivos, que ya habían sido observados en abejas adultas recolectoras, pueden poner en riesgo la supervivencia de las colmenas.
La larva de este insecto mide un milímetro y no deja de sorprender por cómo elige cuál es el mejor gusano blanco para parasitar y finalmente matar. El desarrollo de esta especie, que genera pérdidas millonarias a los apicultores de argentinos, es seguido de cerca por investigadores argentinos.