La reelección de Argentina
Luis Morelli estudió física en el Instituto Balseiro, donde se doctoró en 2001. Viajó primero a Italia y luego a Alemania. Regresó al país en 2007 para volver por dos años a Dresden hasta que decidió radicarse definitivamente en el país. En esta entrevista, repasa las alternativas de su vida profesional y destaca las buenas condiciones que existen para hacer ciencia en Argentina.
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– ¿Cómo empezaron tus estudios universitarios?
– Yo soy de Mar del Plata. Inicialmente quería estudiar astronomía pero como en Mar del Plata no estaba la carrera, empecé a estudiar física con la idea de cambiarme más adelante. Pero la física me empezó a gustar y decidí dar el ingreso en el Instituto Balseiro y lo aprobé. Obtuve una beca de la CNEA y me fui a Bariloche en el 93. Terminé mi licenciatura en Física en 1996.
– En ese momento ¿qué tenías pensado para tu futuro inmediato?
– Enseguida empecé el doctorado con un grupo de Bariloche. Lo terminé en 2001 y ahí ya tenía decidido viajar a Trieste para hacer un posdoc. La verdad es que en aquel momento el panorama en el país era poco alentador. Además, tenía ganas de hacer una experiencia en el exterior. Así que me fui con mi mujer y mi hija, que tenía apenas cinco meses, a trabajar al International Centre for Theoretical Physics (ICTP) que depende de la UNESCO.
– ¿Fuiste con una idea definida en cuanto a volver?
– No tenía una idea concreta, iba a ver qué pasaba. En principio me fui por dos años pero me terminé quedando un año y medio en Trieste. Un poco porque empecé a tener ganas de trabajar en cosas más cercanas a la biología. En Dresden, Alemania, había un grupo con un enfoque que me gustaba mucho. Les escribí y así comenzó mi segundo posdoc en el Instituto Max Planck de Física de Sistemas Complejos.
– ¿Se adaptaron rápido a la vida en Europa?
– En retrospectiva te podría decir que la pasamos bien, pero fue difícil. Primero, porque íbamos con una nena chiquita y los primeros meses sin la contención familiar fueron complicados. En Italia, la gente es muy parecida a nosotros eso hizo que la integración fuera más fácil, pero en lo profesional fue más complejo. Yo no encontraba todavía lo que quería hacer. Curiosamente, en Dresden terminamos por encontrar un lugar mejor para desarrollarnos aunque todo lo demás fuera más difícil.
– Es que en Dresden te incorporaste a uno de los centros científicos más prestigiosos del mundo.
– Sí, totalmente. Cada tres pasos te encontrás con alguien interesante para conversar. Además, en esa época, aprendí mucho porque empecé a trabajar en temas de biología sobre los cuales sabía poco. Era un grupo interdisciplinario. En las reuniones tenías un biólogo, un físico, un ingeniero, un bioquímico, un computador. Era muy motivador aunque requería una inversión bastante grande de tiempo generar un lenguaje común entre todos.
– ¿Cuándo decidiste encarar el retorno?
– Al terminar mi segundo posdoc en Dresden en 2006. Era un momento en el cual había buenas señales respecto de lo que estaba pasando acá en el ámbito científico y consideramos que era el momento de probar con el regreso. Entonces apliqué desde Alemania para ingresar a carrera de CONICET con lugar de trabajo en el Departamento de Física de Exactas y tuve el apoyo de Gabriel Mindlin y Silvina Ponce Dawson. Mandé la aplicación, me salió el ingreso a carrera y hasta que administrativamente se hizo efectivo cubrí ese bache con una beca de reinserción. Además, el programa Raíces se hizo cargo de la mudanza, lo cual estuvo muy bien.
– ¿Cómo te fue laboralmente en ese primer regreso?
– No fue tan fácil aterrizar en aquel momento, más allá de que fui bien recibido. No tenía recursos propios como para comprar una compu o un escritorio. Por otro lado, había hecho una inversión bastante grande de tiempo en Alemania y la rueda había empezado a andar justo en el momento en que yo me fui. Había dejado muchos proyectos inconclusos. Eso hizo que en 2009 aceptara volver a Dresden. Pedí licencia en CONICET y partimos de nuevo hacia allá.
– ¿Con qué idea esta vez?
– Con la idea de volver después de terminar estos proyectos que estaban en marcha. Y la verdad es que pudimos recoger los frutos que habíamos sembrado. Terminamos un montón de trabajos, empezamos nuevos. Para mí, también fue la consolidación de la colaboración con este grupo. Así, en este segundo retorno, la relación que tengo con ellos es mucho más sólida.
– ¿Por qué decidiste volver a pesar de que podías haberte quedado en Alemania?
– Estando afuera uno no se imagina permaneciendo mucho tiempo en ningún lugar. Sin sentido de pertenencia uno sigue siendo extranjero para siempre. También está la familia, que tira mucho. Las condiciones de trabajo acá son buenas, los signos alentadores siguen. Es un buen momento para el sistema científico y fue bueno también haber vuelto en marzo de este año y encontrarme con que el Departamento de Física había encargado una evaluación externa. Demuestra que la gente tiene ganas de mejorar aún más las cosas.
– ¿Estás conforme con tus posibilidades laborales actuales?
– Sí, estoy contento. Soy investigador adjunto de CONICET y tengo ganas de obtener un cargo docente en la Facultad. Además apliqué a un subsidio y estoy esperando para ver qué pasa. Mi plan es armar un grupo que use el tipo de enfoque que yo utilicé en Alemania y tratar de establecer colaboraciones locales con biólogos, de Exactas y de la región, que estén interesados en usar este enfoque interdisciplinario y hacer este tipo de cosas. Me parece que es un buen momento para eso.