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Regreso de investigadores

Un lugar en el mundo

Alejandro Nadra es biólogo de Exactas. A lo largo de su carrera completó su formación con viajes a Río de Janeiro, Roma y Barcelona. Instalado definitivamente en Argentina, cuentas sus experiencias en el exterior y analiza la utilidad del Programa Raíces y la actualidad del sistema científico nacional.

3 May 2013 POR
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Alejandro Nadra repatriado mediante el programa Raíces. Foto: Diana Martinez Llaser CePro-EXACTAS

Entrevista a Alejandro Nadra

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Entrevista a Alejandro Nadra 2

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– ¿En qué año empezaste tu carrera?

– En el segundo cuatrimestre del 94 entré en la Facultad. Me gustaba la ingeniería genética pero como carrera solamente se daba en Misiones. Así que empecé Biología, no del todo convencido, pero después le fui tomando el gusto. Terminé mi licenciatura en marzo de 2001. Yo quería dedicarme a la investigación pero necesitaba ganar una beca y, en ese momento, sólo uno de cada diez postulantes la conseguía. Para ese entonces, la mitad de mi grupo de estudio se había ido al exterior porque era la única alternativa para seguir haciendo ciencia. Finalmente, tuve la suerte de conseguir una beca mixta que me permitía hacer parte de mi tesis acá y parte afuera. Entonces, preparaba las muestras y hacía experimentos complementarios en el Instituto Leloir y luego viajaba al Centro Nacional de Resonancia Magnética Nuclear de Río de Janeiro.

– ¿Cuáles eran tus planes al terminar tu doctorado?

– Terminé en  diciembre de 2005. Hacia la mitad de mi doctorado había cambiado Río por Roma porque allí había otro colaborador del grupo que hacía RMN. Entonces, empecé a viajar a Italia por períodos más largos. Ahí me quedó claro que tenía que hacer una experiencia un poco más intensiva en el exterior. Cuando terminé mi tesis conocí a Darío Estrin que fue el director de mi primer posdoc y le dio un gran impulso a mi carrera.

– ¿Cómo elegiste el lugar para viajar?

– En realidad lo eligió mi mujer. Se trataba del Centro de Regulación Genómica de Barcelona. Un lugar de primer nivel internacional fundado por quien había sido el director de su tesis en Alemania. Ella ya tenía una posición garantizada. Yo también apliqué y conseguí trabajo en el mismo instituto. Así que viajamos en enero de 2007 con la idea de quedarnos entre dos y cinco años.

– En cuanto al trabajo científico ¿qué te llamó la atención de los lugares que visitaste?

– Mi experiencia es que la formación que tuve en la Facultad no tiene nada que envidiarle a lo que vi en Río, Roma o Barcelona. Es más, creo que fue mejor. Es cierto que esos países cuentan con muchos fondos pero me parece que acá, que sufrimos por la limitación de recursos, hacemos las cosas mucho más a conciencia. En mi laboratorio de Barcelona, la prioridad era tener resultados y si eso implicaba hacer cosas sin sentido, a veces, había que hacerlas. Por otro lado, allá uno se dedicaba solamente a investigar, el resto lo tenías resuelto. La compra de los insumos, las importaciones, todo era muy rápido. Eso hace que sea mucho más eficiente el trabajo en sí.

– Si bien vos viajaste con otra idea, tenías todo para quedarte ¿Dudaste en algún momento?

– Un poquito (risas). En Barcelona, a pesar de todas las cosas gratas, la escolarización es en catalán y mi hija estaba casi en edad de empezar la primaria. Yo tenía ganas de que se criara acá, con nuestra cultura, cerca de la familia. Y nuestra vuelta, que fue en junio de 2009, se dio justo cuando comenzaba la crisis en Europa.

– ¿Cómo fueron organizando el retorno?

– Como nosotros nos fuimos con la idea de volver, habíamos pedido licencia en nuestros cargos docentes. Por otro lado, en 2006, junto a un grupo de cinco investigadores jóvenes ganamos un concurso de espacios en Química Biológica. Con lo cual yo podía  tener un lugarcito en ese laboratorio. Entonces, me presenté al CONICET e ingresé a carrera a principios de 2009. Además, pedí el subsidio del programa Raíces y mi mujer la beca de reinserción. Todo encajó muy bien. Y volvimos con una panza de seis meses.

– ¿Son útiles estas herramientas de reinserción?

– Yo creo que para recaptar gente que ya está muy instalada no son tan efectivas. Pero, para los que se fueron a partir del 2000 o para los que se van recibiendo y deciden hacer un entrenamiento afuera, creo que son absolutamente útiles. Lo cual, a su vez, es bueno para dinamizar el sistema. La gente se va, está unos años afuera y vuelve con novedades.

– ¿Con qué sistema científico te encontraste respecto del que había cuando te fuiste?

– Evidentemente hubo una expansión del sistema científico muy importante, una mejora en el nivel de los salarios y en la valoración de la ciencia y la educación superior. En algún momento nos mandaban a lavar los platos y ahora el presidente habla de ciencia y tiene un ministro de ciencia. Son mundos distintos. En la práctica se ve que hay más becas, más ingresos a carrera, más posibilidades para los investigadores jóvenes de acceder a subsidios pero hay una carencia importante de espacios. La disponibilidad de fondos es mejor pero no hay subsidios grandes a los que uno pueda aplicar y son entre infrecuentes y nulos los subsidios para equipamiento mediano y grande. Eso sigue siendo una limitación. Pero la perspectiva de que uno pueda dedicarse a hacer ciencia y vivir de esto es alentadora.

-¿Pudiste concretar las expectativas con las que volviste?

– Sí, bastante. Actualmente soy JTP en Química Biológica e investigador del CONICET. En este momento estoy buscando mi lugar en el mundo, que tiene que ser un lugar que me guste pero que, al mismo tiempo, me permita sentirme útil y aportar cosas para los demás. Estoy buscando ese nicho.