Confianza ciega
Estudios recientes comprobaron que ejemplares individuales de hormigas carpinteras determinan su comportamiento basándose más en lo que le dicen sus compañeras que en su propio criterio. Esto ocurrre aun si esa decisión puede ocasionarles la muerte.
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No importa lo que digas, lo tomaré por cierto; y te haré caso, aunque por eso tome decisiones autodestructivas. Te sigo a muerte. Este comportamiento que parece propio de fanáticos, ocurre entre las hormigas carpinteras y fue observado por primera vez por Roxana Josens y su equipo de investigadores que acaban de publicarlo en Behavioral Ecology and Sociobiology.
“Si la hormiga encuentra sola un alimento envenenado, no lo toma, independientemente de que le agreguemos un olor o no. Pero en ciertas situaciones, cuando es reclutada por otra, deja de lado su propio criterio, y lo ingiere. Ignora por completo su propia detección del veneno, y sigue el ‘mandato social’”, sintetiza Josens, del Laboratorio de Insectos Sociales de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y el IFIBYNE (UBA-CONICET), sobre su hallazgo, realizado en conjunto con Analía Mattiacci, Jimena Lois-Milevicich y Alina Giacometti.
En este mundo diminuto de la especie Camponotus mus, algunas obreras salen en busca de víveres para llevar al hormiguero y satisfacer a toda la colonia. ¿Qué eligen a la hora de cargar a cuestas? ¿Cuáles son los criterios de selección? ¿Qué motiva a optar por esto y no por aquello? Son solo algunas de las preguntas que los científicos intentan dilucidar porque quieren saber cómo juegan las reglas de decisión en estos insectos sociales.
Josens, junto con su equipo, pone a prueba, arma trucos, las confronta y así estudia su comportamiento. En este caso compara las decisiones que toma la hormiga carpintera cuando la información social se contradice con la individual. Al parecer, no actúa igual si halla algo sola, de casualidad, o si se lo recomienda una compañera de colonia. Ella en soledad sale a explorar el mundo buscando recursos, acepta o rechaza lo que encuentra a su paso. “Al tocar con sus piezas bucales puede detectar el veneno que ponemos en su alimento y rechazarlo, si lo descubre sola, o sea, en un contexto individual”, indica Josens.
A veces, en el camino se topa con otra compañera de colonia, quien le ofrece boca a boca algo que consiguió y se lo recomienda. “Es propio del sistema de reclutamiento entre las hormigas el contacto boca a boca, en el cual una obrera que acaba de tomar un alimento líquido, lo regurgita y se lo da a probar a otra. De este modo, cuando el alimento tiene un olor, la obrera que lo recibe aprende que ese olor corresponde a ese alimento y lo va a buscar recordando el olor aprendido”, precisa, y recuerda que este comportamiento lo probaron en 2009.
Pero, ahora, la idea a experimentar era otra. “Quisimos estudiar si un alimento al que le agregamos un compuesto tóxico (alimento envenenado) que normalmente es rechazado, podía ser aceptado sobre la base de la información social recibida”, plantea. En otras palabras, generaron una discordancia. Sería, según compara, como si una hormiga al ser reclutada por otra hacia una fuente de alimento, esta última le dijera: “Este olor es de un alimento muy bueno, andá y traé”. Pero luego, al encontrar el alimento con ese olor, resulta que está envenenado y la hormiga puede detectar que está envenenado. Pero le dijeron que ese olor es de un alimento bueno y que lo recolecte. ¿Qué hace la hormiga? ¿Cómo es la toma de decisiones al confrontar la información social con la detección individual que adquiere al momento de elegir si ingiere o no un alimento?
No solo dieron respuesta a esas preguntas, sino que también Josens subraya: “Otro factor novedoso de nuestro trabajo es que la información individual no era una memoria, sino la evaluación del alimento en el momento que lo encuentra y debe decidir si lo ingiere y cuánto, siendo éste tóxico para las hormigas”.
Peligrosa influencia social
En la interacción boca a boca, la hormiga que recibe el alimento adquiere información social respecto a ese recurso. “Primero, recibía de la compañera un alimento líquido al que le agregábamos un olor particular; luego a la receptora le ofrecíamos alimento envenenado al que agregábamos el mismo olor. Tan sólo con tocarlo, la hormiga puede detectar el tóxico en la comida”, relata.
Los experimentos se llevaron a cabo en el laboratorio y en el campo. “Verificamos que el alimento envenenado era rechazado si una hormiga lo descubría individualmente en forma directa, independientemente de que tuviera o no olor. Queríamos saber si al encontrarlo, luego de haber aprendido su olor en la interacción social, era posible que afectara su toma de decisiones”, indica.
Ocurrió lo menos esperado. “Cuando esta hormiga –relata- encontraba el alimento envenenado que presentaba ese mismo olor, lo tomaba como si no tuviera veneno. La información social prevalecía totalmente sobre la individual, anulando por completo su propia evaluación de la toxicidad del alimento”. En este sentido, «la situación -según grafica- sería como si la hormiga ‘pensara’: ¡Lo encontré! Acá está el olor, entonces esto es bueno. Esto es lo que me dijeron que tome».
“Si pusiéramos a la hormiga con otra que no es de su colonia, probablemente se pelearía o la ignoraría. En nuestro ensayo, la hormiga reconoce que la otra es de su colonia, y luego recibe la información aceptando el mensaje, el cual sigue anulando su propia evaluación respecto de los estímulos con los que se confronta. Es curioso, si yo dijera: los individuos eligen a qué emisor escuchar y a cuál ignorar. Luego, toman por cierto el mensaje recibido por el emisor elegido, como un mandato a partir del cual ya no hiciera falta contrastarlo con lo que pueden percibir directamente del ambiente o de las experiencias que viven. Como consecuencia de esto, toman decisiones que atentan contra ellos mismos. Muchos pensarían que hablo de nuestra sociedad, pero no, hablo de hormigas», reflexiona Josens.