La clave para una invasión
Un equipo de científicos de Mendoza y de Buenos Aires descubrió que la galectina-1, una molécula que ha sido involucrada en el crecimiento tumoral y enfermedades autoinmunes, también promueve el desarrollo de una enfermedad de transmisión sexual de alta incidencia que puede provocar infertilidad.
Es una enfermedad de transmisión sexual (ETS) que suele transcurrir en silencio, porque no presenta síntomas en aproximadamente el 50 % de los varones y el 75 % de las mujeres que se infectan por primera vez. Afecta a muchísimas personas. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud, es una de las ETS con mayor incidencia y prevalencia. Sin embargo, no es tan conocida como las otras infecciones sexuales. Se trata de la clamidiasis, una patología provocada por una bacteria: la Chlamydia trachomatis.
Como otras ETS, la clamidiasis incrementa el riesgo de transmitir y de adquirir el HIV. Además, su desarrollo silencioso hace que no sea detectada tempranamente, lo cual puede ocasionar infecciones crónicas con consecuencias severas, como ceguera o infertilidad: “Se estima que hasta un 50% de los casos de mujeres infértiles se debe a la infección crónica por clamidia”, señala el médico Agustín Luján, primer autor de un trabajo científico que se publica hoy en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El estudio que acaba de hacerse público revela un mecanismo a través del cual la infección por clamidia se ve favorecida y prospera: “Para poder sobrevivir, la bacteria necesita ingresar a las células del organismo que va a infectar. Nosotros descubrimos que la proteína galectina-1 (Gal-1) facilita a la clamidia la invasión de esas células”, explica Luján.
Gal-1 es una molécula clave en el sistema inmune (el arsenal de defensa del organismo) y, desde hace años, el argentino Gabriel Rabinovich y su equipo estudia su funcionamiento. Particularmente, lleva más de una década efectuando investigaciones en cáncer que demuestran que esta proteína favorece el crecimiento tumoral e inhibe el desarrollo de enfermedades autoinmunes.
Rabinovich, que es profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigador del CONICET en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, co-dirigió el trabajo publicado hoy en PNAS junto con María Teresa Damiani, investigadora del CONICET en la Universidad Nacional de Cuyo.
Promotora de la infección
Se sabe que la Gal-1 no solo promueve el cáncer. Diferentes estudios científicos muestran que esta proteína también puede favorecer la infección por diversos microbios. “Hasta ahora, no había ningún trabajo en todo el mundo que relacionara a galectina-1 con Chlamydia trachomatis”, afirma Luján. “Comprobamos que esa proteína modula el proceso de unión de la bacteria a la célula huésped y su posterior ingreso, promoviendo el desarrollo de la infección”, completa. Según el investigador, “en presencia de Gal-1 entran más bacterias a la célula y, una vez dentro, se multiplican mucho más”.
Una particularidad del trabajo, que le otorga una calidad singular, es la variedad de métodos experimentales que se utilizaron para validar los resultados: se usaron distintos cultivos celulares, diferentes técnicas de microscopía y, además, dos cepas de ratones, una de las cuales no produce Gal-1: “En los ratones que no producen galectina disminuye significativamente la infección”, acota Luján. “Lo mismo sucede cuando el ratón carece de los receptores que unen galectina-1”, añade.
Según lo que escriben los científicos en el paper, la Gal-1 se uniría, por un lado, a la célula huésped y, por el otro, a la bacteria. De esa manera, actuaría como un puente que facilitaría a la bacteria adherirse a la célula y, luego, ingresar en ella. “En algunas imágenes de microscopía registramos un fenómeno que no se había visto nunca: dos clamidias, muy próximas entre sí, entrando juntas a la célula hospedadora”, comenta Luján. “Esto ocurrió en un experimento en el que agregamos galectina al medio de cultivo”, aclara.
Una pregunta a la que la ciencia todavía no ha dado una respuesta completa es por qué cuando una persona adquiere una ETS tiene mayor predisposición a contraer otra ETS. “¿Por qué no pensar en la galectina como un factor clave en el mecanismo de co-infección?”, hipotetiza Luján.
Para el investigador, el hallazgo de que la Gal-1 cumpliría un rol central en el proceso de infección por clamidia “abre la puerta a experimentar con terapias dirigidas a inhibir el funcionamiento de la galectina. Sobre todo en momentos en los que empiezan a aparecer bacterias resistentes al antibiótico más utilizado para el tratamiento”.
En este sentido, Luján se entusiasma con la posibilidad de hacer pruebas con un anticuerpo monoclonal desarrollado por Rabinovich, que neutraliza a la Gal-1 y que está pensado para el tratamiento de tumores.
Por su parte, Rabinovich opina que «el trabajo abre el espectro de funciones de esta proteína, y amplía el horizonte de posibilidades de manipular a galectina-1 para atenuar infecciones bacterianas de alta prevalencia».
Finalmente, Luján resalta “la importancia de que el trabajo se haya desarrollado completamente en la Argentina”, y subraya: “Para quienes trabajamos en el interior del país, la colaboración con otros equipos es muy necesaria”.
Para Rabinovich, entretanto, “este trabajo refleja la importancia de la colaboración entre laboratorios argentinos, lo que a su vez permite la construcción multidisciplinaria del conocimiento. Nosotros aprendimos muchísimo de esta colaboración, porque la doctora Damiani y el doctor Luján son expertos en infecciones por clamidia”.
Además de Rabinovich, Damiani y Luján, el trabajo lleva la firma de Diego Croci, Julián Gambarte Tudela, Antonella Losinno, Alejandro Cagnoni y Karina Mariño.
El estudio fue financiado con fondos de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, de la Universidad Nacional de Cuyo y de las Fundaciones Sales y Bunge y Born.