Volver a caminar
Un equipo de investigadores de la UBA y el CONICET pudo restituir la motricidad a ratones a los que previamente se les había seccionado completamente la médula espinal. El efecto se logra en sólo siete días, mediante la administración de la proteína Galectina-1 en el sitio de la lesión. Los científicos describen el mecanismo que explica la acción reparadora de esta sustancia.
Entrevista a Juana Pasquini
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Entrevista a Ramiro Quintá
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Entrevista a Gabriel Rabinovich
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Los videos son elocuentes. En uno de ellos (Video 1), se puede ver a un ratoncito al que, una semana atrás, se le seccionó la médula espinal a nivel torácico. En la otra filmación (Video 2), se observa un ratón que, también siete días antes, atravesó el mismo procedimiento pero que, inmediatamente después, fue inyectado con Galectina-1. “Aquí se observa que, además de desplazarse, el animal eleva la cola, lo que constituye un signo fundamental de que recobró la motricidad”, ilustra Ramiro Quintá, investigador del CONICET en la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFyB) de la UBA y uno de los autores del trabajo que será publicado en la prestigiosa revista Cell Death & Differentiation.
La Galectina-1 (Gal-1) es una proteína que ha sido encontrada en una gran variedad de tejidos de numerosas especies animales, incluido el ser humano.
Recientemente, en un trabajo que marcó un hito en la lucha contra el cáncer, un equipo de investigadores liderado por Gabriel Rabinovich, investigador del CONICET y profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (Exactas-UBA), demostró que la Gal-1 hace que ciertos tumores se hagan resistentes a su tratamiento.
“Como una prueba de que las moléculas no son ni buenas ni malas, en el cáncer, la Galectina-1 actúa como ‘la villana’ y, en cambio, hace de ‘heroína’ en el tratamiento de la lesión de médula espinal”, sonríe Rabinovich, otro de los autores del estudio sobre regeneración medular, que también firman Juana Pasquini y Laura Pasquini, investigadoras del CONICET en la FFyB.
“Uno de los aspectos originales de nuestro trabajo es que describimos un posible mecanismo de acción de la Galectina-1 para producir esta recuperación de la motricidad”, señala Juana Pasquini, quien también es Profesora Emérita de la Universidad de Buenos Aires.
Luz roja
Durante el desarrollo del sistema nervioso, que en los mamíferos comienza en el feto, las neuronas se multiplican y, al mismo tiempo, “emiten” prolongaciones neuronales -los axones- que les posibilitan conectarse entre sí. De esta manera, van conformando el “cableado” que unirá el cerebro con la médula espinal y que permitirá la transmisión de señales motoras y sensitivas entre ambas estructuras.
Mientras los axones crecen y se extienden para alcanzar a otra neurona y establecer una sinapsis con ella, son guiados en su recorrido por una proteína, la semaforina, que les va indicando –como un semáforo, y de allí su nombre– por dónde “está prohibido” pasar. Así, cuando, por ejemplo, la proteína se acumula a la derecha del axón, este “sabe” que debe torcer su rumbo hacia la izquierda porque, en caso contrario, sería destruido.
“La semaforina se produce en grandes cantidades durante el desarrollo del sistema nervioso y, una vez que ese proceso se completa, desaparece del organismo”, explica Quintá. “Pero cuando se produce un daño en la médula espinal, la semaforina vuelve a aparecer en el lugar de la lesión en cantidades desmedidas”, completa.
Está demostrado que, allí donde se produce un daño medular, la semaforina se une a un receptor específico de las neuronas, que se llama neuropilin-1, y produce el colapso axonal.
“Es una de las razones por las cuales después de una lesión de médula espinal no se puede lograr la regeneración del tejido nervioso”, acota Quintá.
Luz verde
Algunos estudios anteriores habían demostrado que la Gal-1 efectúa diversas acciones en el sistema nervioso central. Sin embargo, hasta ahora, nadie había dilucidado su mecanismo de acción y, por lo tanto, sus implicancias terapéuticas.
“Nuestro estudio demostró que la Galectina-1 es capaz de unirse al receptor neuropilin-1 y, así, evitar la unión de la semaforina a ese receptor. De esta manera, la Galectina-1 impide la inhibición de la regeneración axonal”, detalla Quintá.
Según el investigador, los experimentos demostraron que, para que esta acción regeneradora de la Galectina-1 sea más efectiva, debe ser administrada en su forma dimérica (dos moléculas de Gal-1 unidas entre sí).
Preguntada acerca de las implicancias terapéuticas del estudio, Juana Pasquini responde: “Lo que yo siempre digo es que quienes hacemos ciencia básica ponemos a disposición las resultados de nuestros experimentos para que alguien los traslade a la investigación clínica. Porque para eso hace falta mucho dinero y tiene que haber alguien dispuesto a invertirlo”.
Video 1
Video-2