El protector de los bosques
Científicos argentinos lograron definir la ruta y el lugar donde pasa el invierno una pequeña ave migratoria que vuela más de cinco mil kilómetros por Sudamérica. La especie resulta una pieza clave para regenerar el ecosistema de bosques patagónicos dañados por el fuego, la actividad volcánica y otras catástrofes.
Pesa 15 gramos, mide 13 centímetros y vuela más de 5 mil kilómetros por los cielos sudamericanos, dejando atrás viejas creencias. Pero además, esta especie resulta una pieza clave para regenerar el ecosistema del bosque patagónico dañado por incendios, actividad volcánica o distintos cataclismos. Es el fiofío silbón (Elaenia albiceps), un ave migratoria que viene en verano a tener cría en la región austral de Argentina y Chile desde el noreste de Brasil.
“Antes de nuestros trabajos se consideraba que las aves migratorias de América del Sur constituían un sistema formado por especies que realizaban migraciones de corta distancia”, relata Víctor Cueto, del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica (CIEMEP) de CONICET y la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Y enseguida remarca que sus estudios en fiofíos silbadores como en tijeretas “demostraron que las aves realizan migraciones de muy larga distancia (en algunos casos de más de 5 mil kilómetros), similares a las que realizan especies de Norteamérica o Europa”.
Además de conocer detalles del viaje migratorio, los investigadores también hallaron que desempeñan un papel vital en áreas que habían sido devastadas por el fuego o distintas catástrofes. “Encontramos que el fiofío silbón es la principal especie dispersora de semillas de arbustos en los bosques andino-patagónicos y que su actividad sería de suma importancia para la dinámica de regeneración del bosque”, señala Susana Bravo, del CIEMEP.
Detectar cómo vuelven a la vida numerosas zonas arrasadas por cataclismos no es menor dado que la Patagonia se ve afectada con asiduidad por incendios, avalanchas, actividad volcánica y terremotos que remueven grandes extensiones del bosque. “Allí, los arbustos son quienes comienzan nuevamente la regeneración. El papel de estas pequeñas aves que llegando de a miles de individuos cada verano se vuelve fundamental. Asimismo, muestra que estas aves están íntimamente ligadas a la dinámica del ecosistema y no como meros visitantes”, remarca Bravo, quien trabaja junto con Cueto, ambos investigadores del CONICET, ex docentes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (Exactas-UBA), y quienes, además, son un matrimonio desde hace muchos años.
Llegan en octubre
Puntualmente, cada año a mediados de octubre bandadas de fiofíos arriban a los bosques patagónicos para reproducirse. Las esperan los científicos en distintos puntos de Chubut en la Argentina y en la isla Navarino en Chile, quienes desde hace tiempo siguen sus pasos, a través de geolocalizadores, dispositivos que se colocan al dorso de las aves y que brindan datos de su ubicación, permitiendo seguir su itinerario.
Al año siguiente, cuando se espera en los bosques andino-patagónicos el regreso de las bandadas, se aguarda con impaciencia detectar entre cientos, algunos de los setenta individuos a los cuales se los cargó con el dispositivo que contiene toda la información de su vuelo. Fue así como Cueto y su equipo ha ido reconstruyendo por dónde habían andado los fiofíos. Aún recuerda, la emoción que sintió al “comprobar que un ave había migrado desde Esquel hasta la zona de Espíritu Santo en Brasil. Fue un momento inolvidable, que bien valió los días que pasamos en el campo. Por supuesto, a la noche hubo brindis y muchos mensajes entre el grupo de trabajo y con otros colegas con quienes compartimos la pasión de conocer algo de la biología de las aves”.
Entre los integrantes de este grupo de trabajo se encuentran Cristian Gorosito y Juan Sebastián López Duque, en tanto que desde la Universidad del Comahue, en Bariloche, Guillermo Amico ha colaborado en estudiar cómo es el papel del fiofío silbón en la dispersión de la planta Aristotelia chilensis o maqui, típica de las zonas australes de la Argentina y Chile. Este arbusto se ha encontrado que germina en zonas abiertas ya sea porque fueron arrasadas por el fuego u otras calamidades. “La lluvia de semillas generadas por Elaenia albiceps (fiofío silbón) fue la de mayor densidad en estas áreas”, indica el estudio publicado recientemente por Plant Ecology por Bravo, Cueto y Amico.
Los frutos carnosos de esta especie vegetal son unos de los que consume a diario el fiofío silbón en su llegada a la Argentina, donde no es un visitante más, sino que, según estos estudios, resulta estratégico para sembrar a su paso semillas de especies arbustivas que son de suma importancia para la regeneración del bosque andino-patagónico tan castigado por cataclismos. Esta ave migratoria de largas distancias, es pequeña en tamaño, pero poderosa en sus efectos. Y aún puede deparar mayores sorpresas a medida que continúen los estudios científicos.